Este artículo se apoyo en la infinidad de informes realizados por organismos de derechos humanos, de la ONU, la academia e incluso de organismos de derechos humanos Israelitas, sobre lo que pasa en Gaza que paradójicamente goza de una impunidad flagrante. CESAR H BUSTAMANTE.
El genocidio, como negación del derecho de un pueblo a existir y el posterior intento, consumado o no, de aniquilarlo, conlleva diversos modos de eliminación. Raphael Lemkin, que acuñó el término “genocidio”, observó que el genocidio es “una amalgama de diferentes actos de persecución o destrucción”, que van desde la eliminación física hasta la “desintegración” forzosa de las instituciones políticas y sociales, la cultura, la lengua, los sentimientos nacionales y la religión de un pueblo. El genocidio es un proceso, no un acto.
Condeno de antemano, en principio como a priori para evitar suspicacias, los crímenes cometidos por Hamás y otros grupos armados palestinos en Israel el 7 de octubre e insto a que se depuren responsabilidades y se libere a los rehenes.
Es preciso advertir que desde que impuso el asedio a Gaza en 2007, que endureció el cierre del territorio impuesto desde 1993, Israel, la potencia ocupante, ha llevado a cabo cinco grandes ataques antes del actual. De igual manera una buena parte de lideres Israelíes han tenido como política con absoluta convicción, la persecución, la discriminación y otras fases preliminares, que permite deducir, que preparan el terreno para la fase de aniquilación del pueblo palestino, desde hace mucho tiempo. En Palestina, desplazar y borrar la presencia árabe indígena ha sido una parte inevitable de la formación de Israel como “Estado judío”. En 1940, Joseph Weitz, jefe del Departamento de Colonización Judía, declaró que no había espacio para que ambos pueblos pudieran vivir.
Las prácticas que condujeron a la limpieza étnica masiva de la población no judía de Palestina tuvieron lugar entre 1947 y 1949, y de nuevo en 1967, cuando Israel ocupó la Ribera Occidental, Jerusalén Este y la Franja de Gaza, generando desplazamientos masivos de cientos de miles de personas, matanzas, destrucción de pueblos y ciudades, saqueos y denegación del derecho de retorno a los palestinos expulsados. Desde 1967, Israel ha impulsado su proyecto colonial de asentamiento mediante la ocupación militar, despojando al pueblo palestino de su derecho a la autodeterminación. El resultado ha sido la segregación y el control de los palestinos, entre otras cosas mediante la confiscación de tierras, la demolición de casas, la revocación de residencias y la deportación. Castigando su condición autóctona y su rechazo a la colonización, Israel ha designado a los palestinos como “amenaza para la seguridad” para justificar su opresión y “descivilización”, es decir, la negación de su estatuto de civiles protegidos.
Todos los días somos testigos pasivos, mudos, de actos de barbarie, bombardeos masivos perpetrados contra la población civil palestina, incluyendo niños y mujeres. Lo mismo hace gran parte de la comunidad internacional, los organismos multilaterales, la ONU, buena parte de la comunidad económica Europea, actitud que no se entiende en plena era de la comunicación total, del auge de la inteligencia artificial, de las TIC y por su puesto de los medios.
La actitud genocida, constante, inhumana del primer ministro Benjamín Netanyahu, buena parte del congreso Israelí, de generales del ejercito, de empresarios, lideres, no tienen parangón alguno en la historia, no solo por la manera abierta, descarada en que toma sus decisiones, frente a un mundo político que no hace nada para condenarlo, sino, por lo desmesurada de cada una de sus ordenes que, han terminado matando muchos civiles, el número más grande de los últimos cincuenta años, sin que nada pase.
Estos actos abarcan las muertes resultantes de acciones directas o derivadas de negligencia, incluidas las muertes causadas por inanición deliberada, enfermedad u otras condiciones que pongan en peligro la supervivencia y que sean impuestas al grupo. Desde el 7 de octubre, Israel ha dado muerte a más de 30.000 palestinos en Gaza, cifra que ha aumentado considerablemente, lo que equivalía aproximadamente al 1,4 % de su población, mediante armas letales y la imposición deliberada de condiciones que atentan contra la vida. A finales de febrero, se daba por desaparecidos a otros 12.000 palestinos, presuntamente muertos bajo los escombros.
Durante los primeros meses de la campaña, el ejército israelí empleó más de 25.000 toneladas de explosivos (equivalentes a dos bombas nucleares) contra innumerables edificios, muchos de los cuales fueron identificados como objetivos mediante inteligencia artificial. Israel también utilizó munición no guiada (“dumb-bombs”) y bombas “revienta búnkeres” de 2.000 libras sobre zonas densamente pobladas y “zonas seguras”. En las primeras semanas, las fuerzas israelíes mataron diariamente a unas 250 personas, entre ellas 100 niños, en ataques que arrasaron barrios enteros e infraestructuras esenciales. Miles murieron por bombardeos, disparos de francotiradores o en ejecuciones sumarias; otros miles murieron mientras huían utilizando rutas y zonas declaradas “seguras” por Israel.
Cabe de nuevo repetir que, como se ha informado, el 70 % de las víctimas mortales registradas han sido sistemáticamente mujeres y niños. Israel no pudo demostrar que el 30 % restante, compuesto por varones adultos, fueran combatientes activos de Hamás, condición necesaria para que puedan ser atacados legalmente. Entre las víctimas había 125 periodistas y 340 médicos, enfermeras y otros trabajadores sanitarios (el 4 % del personal sanitario de Gaza), estudiantes, académicos, científicos y sus familiares.
Además, el recrudecimiento del bloqueo israelí de Gaza ha causado muertes por inanición, especialmente entre los niños, al impedir el acceso a suministros vitales. La falta de higiene y el hacinamiento en los refugios podrían causar más muertes que los bombardeos, ya que ha creado “la tormenta perfecta para las enfermedades”. Una cuarta parte de la población de Gaza podría morir en el plazo de un año por enfermedades prevenibles.
Está descontado que estos actos implican conductas, además, que no mata directamente a los miembros del grupo, pero que puede conducir, por diversos medios, a su destrucción física. Puede consistir en matar de hambre, deshidratar, desplazar por la fuerza al grupo protegido, destruir artículos indispensables para su supervivencia, reducir los servicios médicos esenciales por debajo de lo mínimo requerido o privarles de vivienda, ropa, educación, empleo y acceso a la higiene.
No puede seguir pasando esto con el pueblo Palestino. Algo podremos hacer.