Este año ha sido de sinsabores. Plasmo en este artículo mi experiencia personal,
muy alejada del análisis común, de los que se publicarán en todos los diarios y
revistas a partir de esta semana. No quiero hacer un análisis
periodístico con la típica cronología de hechos relevantes ocurridos a partir
de enero, ni mucho menos un obituario. Expresare simplemente consideraciones
generales basadas en el impacto que me produjeron algunos hechos.
En Colombia lo más importante fueron las
conversaciones desde la Habana entre el gobierno y la FARC para lograr la
resolución pacífica al conflicto armado colombiano. Desde este escenario se
reflejó el país. Hubo Sectores recalcitrantes en plena oposición, radicales,
cercanos al fascismo y quienes constantemente le pusieron palos a la rueda de
manera descarnada y descarada a los diálogos. Otro, el de quienes apoyábamos
los acuerdos en cabeza del presidente de la república, que perseverábamos en
todo momento y los cuales no nos fue fácil afrontar tanta arremetida, bárbara
en extremo, encabezada por el ex presidente Álvaro Uribe.
En medio de estos dos esquinas se
dieron posiciones intermedias, para darles cualquier nombre: de la academia,
los periodistas, los columnistas más conocidos del país, gremios, columnistas
independientes como el suscrito y voces de actores comprometidas directamente
en el conflicto, bien sea porque fueron guerrilleros y hoy están insertados a
la sociedad, paramilitares retirados, activos, militantes de la guerrilla, para
solo citar los más relevantes, quienes se expresaron entorno a los diálogos de
manera permanente. Creo de esta experiencia, en un criterio muy personal me
lleva a categorizar, que aún no estamos preparados para la paz. Duele
decirlo, pero el país en vez de encontrar convergencias, acentúa sus
radicalismos.
En este contexto me vi comprometido con
el estudio de nuestra historia. Colombia parece vivir siempre entre violencias
enquistadas, en apariencia insuperables. En el próximo semestre se decidirán
muchas cosas, esperaré que seamos capaces de imponer el país civilista en
plena contradicción con la visión tropelera que se nos quiere
seguir imponiendo y que fue la gobernó por mucho tiempo.
Colombia vivió los peores escándalos de
corrupción este año. Desde el caso Nule, los escándalos de corrupción
develados por la DIAN contra el cartel del IVA, el cartel de la
contratación, interbolsa, la salud, que demuestran que este es un país de
cafres y ladrones. No hemos cambiado para nada.
La academia, los centros de
investigación, las ONG y ambientalistas serios siguen abandonados. El país poca
seriedad le otorga a estos sectores, pese a existir leyes que en su letra
muerta dicen lo contrario y garantizan grandes presupuestos.
Haciendo un cambio de tercio, es un
hecho que la literatura colombiana pasa por un excelente momento. Lo confirman
publicaciones de una pléyade de escritores jóvenes consolidados en el
mercado y de gran calidad. Juan Gabriel Vásquez, Santiago Gamboa, William Ospina,
Fernando Vallejo y en las capitales de provincia una serie de jóvenes
talentosos que publican desde sus sitios de origen y que constituyen un
universo que, pese a no tener repercusión nacional, tienen mucha calidad. Algunas lecturas de estos textos confirman este aspecto. Hay una
camada de escritores en ciernes y es preciso darlos a conocer a nivel nacional.
La muerte de Mandela generó un duelo en
el mundo por obvias razones. Aconsejo leer sus memorias. Muy pocas personas se
le han metido a este texto.
La geopolítica mundial atravesó por un
periodo de transición, no fue un año de grandes acontecimientos. Incluso el
acuerdo logrado en Siria confirma, que la crisis económica puso al mundo a
pensar en el bolsillo por encima de los intereses políticos.
Me dolió mucho la muerta del Álvaro
Mutis. Solo queda leer su obra. Quiero terminar mi columna insistiendo en la
necesidad de apoyar los diálogos de la Habana. En Colombia el próximo año será
de elecciones y de la aplicación real de leyes que en apariencia nos darán
herramientas para superar muchos problemas sociales graves. Espero que así sea.
No queda otro camino que perseverar.