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viernes, noviembre 03, 2017

LA IDEOLOGIA EN ESTOS TIEMPOS

Prevalece en estos tiempos un mundo cargado de tecnicismos y sentido práctico exacerbado, des-ideologizado,  descarta este componente, pese a que las ideologías constituyen el marco performativo inexorable que sustenta la acción política, dándole sentido a las practicas gubernamentales o  las oposiciones a estas; define las sociedades, en sus principios; al estado en su estructura, las relaciones de este con sus ciudadanos; la ideología parece no ser importante para la gente en general, para los mismos analistas y de hecho es de la mayor relevancia. Encontré un excelente ensayo al respecto que empieza con un cuestionamiento especifico: “La controversia sobre el contenido y la función de las ideologías acompaña a este concepto desde su nacimiento, habitualmente situado en el cambio del siglo XVIII al XIX (Knight 2006). El constructo se encuentra progresivamente desgastado, denostado y, a la vez, cíclicamente recuperado o dignificado, en una dialéctica que parece acompañarle de for­ma constante (Orjuela 2007; Ariño 1997; Eagleton 1997)”[1]. El libro: “Ideología” de Terry Eagleton está justificado de esta manera: ¿Cómo explicar este absurdo? ¿A qué es debido que en un mundo atormentado por conflictos ideológicos la noción misma de ideología se haya evaporado sin dejar huella en los escritos posmodernos y postestructuralistas?”. Cuando se habla del estado, de sociedad, de gobierno, nadie se preocupa por las configuraciones teóricas de carácter ideológico que lo hacen posible. He oído hablar de crisis de los partidos políticos y es poco lo que escucho sobre la estructura ideológica que los sustentan.
Eagleton tiene una hipótesis frente a esta crisis: “Muy brevemente, sostengo que tres doctrinas clave del pensamiento posmoderno han convergido en el descrédito del concepto clásico de ideología. La primera de estas doctrinas se basa en el rechazo de la noción de representación -de hecho, un rechazo de un modelo' empirista de representación, en el que con el desagüe del baño empirista se pierde, con la mayor indiferencia, el bebé representacíonal-. La segunda doctrina gira en torno a un escepticismo epistemológico, según el cual el acto mismo de identificar una forma de conciencia como ideológica entraña alguna noción insostenible de verdad absoluta. Considerando que esta última idea tiene pocos partidarios en la actualidad, la primera se desmoronará tras sus pasos. No podemos calificar a PoI Pot de fanático estalinista, ya que ello implicaría una certidumbre metafísica acerca de lo que supondría el no ser un fanático estalinista. La tercera doctrina atañe a una reformulación de las relaciones entre racionalidad, intereses y poder, de carácter más o menos neonietzscheano, según la cual se considera redundante el concepto de ideología sin más”[2]. Tal vez a estos componentes se le suma una monumental imposición de los tecnicismos de una sociedad de consumo que relativizo las ideologías, las convirtió en una mercancía más, como todas ellas, tiene un tiempo corto de vida, lo que es un exabrupto, pero cobra mucho sentido en la práctica actual. Manzano en su ensayo establece: “La controversia comienza en su propia de­finición, sobre la que no existe unanimidad. Y con­tinúa a través de discusiones que se establecen en torno a contemplar el concepto en la práctica, a considerarlo opcional o inevitable, a incluir sus efectos sociales y psicológicos, o a centrar la aten­ción en su relación con otros conceptos pertinentes para entender el comportamiento humano”.
Resulta necesario entonces recordar: “La ideología es un acompañante inevitable. El mundo es observado siguiendo algún marco perceptivo que organiza valores y facilita la comprensión. Con los términos de McCombs (1996), las personas necesi­tamos contar con algún sistema de orientación que nos permita pensar y actuar en el mundo, es decir que alimente la impresión de que sabemos cómo fun­ciona y qué hacer. Es más, generamos tal fidelidad y dependencia de estos sistemas organizados que para salvaguardarlos llegamos a admitir engaños y manipulaciones (Luhman 2005)”[3]. Parece no importar, fuera de la academia y algunos especialistas que siguen recabando en el tema, que es más importante de lo que se quiere admitir. El tema rebasa lo social, compete también al individuo: “El carácter inevitable de las ideologías se afianza también desde su relación con las identidades indi­viduales, de tal forma que la adscripción al marco forma parte de la construcción del Yo. No en vano, la ideología puede ser concebida como una narración sobre el mundo, mientras que la identidad es una narración sobre la propia persona, que cuenta a las demás y a sí misma (Saavedra 2007)”[4].
La ideología es aquello en que las personas creen, el contexto que lo cubre todo, sustentan el tipo de sociedad y estado en que viven y creen, los hombres mueren y viven por una ideología, estas constituyen motivo de la acción individual y política para refutar o imponer un modelo de sociedad, de gobierno y por lo tanto estado, de las grandes revoluciones que han trasformado el mundo.
Imposible dejarlas a un lado…tal vez se pueda ignorarlas, pero siempre estarán ahí, alimentando la súper-estructura del estado en todas sus variables y por tanto al sujeto.  






[1]
 Manzano-Arrondo, V. 2017. “Ideología y aversión ideológica”. Revista Internacional de Sociología 75 (3): e068. doi: http://dx.doi.org/10.3989/ris.2017.75.3.15.117

[3] Manzano-Arrondo, V. 2017. “Ideología y aversión ideológica”. Revista Internacional de Sociología 75 (3): e068. doi: http://dx.doi.org/10.3989/ris.2017.75.3.15.117

[4] Ibidem