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viernes, noviembre 16, 2007

EL PAIS QUE QUEREMOS

A pesar de los analísis que he leido sobre Colombia soportados en excelentes libros, como “La nación soñada” de Eduardo Posada Carbo y lo que “el viento se llevo”, que reflejan una preocupación por entendernos, para no citar sino dos publicaciones puntuales, de las muchas editadas en estos días y frente al tema de la propuesta de una modificación más a la Constitución, que permitiría la segunda reelección del presidente, cabe preguntarse desde una perspectiva académica, que esta pasando con nuestro país ( pues no vemos con claridad que estemos saliendo de la crísis) y cual es la Colombia que queremos y sí estamos en capacidad de obtener los cambios que nos permitirán salir de la encrucijada de violencia, narcotráfico y abandono social. Cuando se leen los ensayos pictóricos, serios, hermosos, escritos por William Ospina, sobre nuestra realidad, donde se nos recuerda, las maravillas de una geografía exuberante, los pasos de una historia paradojal que se mueve entre grandeza y miseria, el apocalipsis constante en que vivimos, que nos deja sangre, dolor, sin aparentes salidas posibles y que nos obliga a preguntarnos insistentemente, en que estamos fallando, cual ha sido el diagnostico errado, porque no ha sido posible encontrar un norte, son muchos los interrogantes que quedan en el tintero. Ahora, sí miramos el país desde una perspectiva un poco más científica y nos remitimos a los diagnósticos de Sánchez, Bejarano, Pecault, Marcos Palacios, los estudios de la Universidad de los Andes, la Nacional, la história económica de la mano de Kalmanovis, de Campo, el cuadro no se aclara y curiosamente se torna absolutamente confuso, pues al final las explicaciones quedan desbordadas por la realidad lisa que parece no dejarse reducir a ningún marco teórico . Pareciera que no podemos establecer con certeza en que momento se jodio Colombia y se requiere mas de psicoanalisis que de otra cosa, porque existe una proclividad a ciertos comportamientos. He citado la reelección, porque al igual que el siglo XIX, se comprueba que nuestros pro-hombres, parecen no tener la grandeza para estar por encima de sus intereses personales y la historia se repite infatigablemente. Deberíamos invertir la historia de Colombia, no escribir una cronología de la nación desde la óptica de su construcción como república democrática, sino como los hombres han utilizado estos pretextos para inventarse un país a su acomodo. Hay un exceso de manipulación y abuso de poder en nuestra frágil democracia. Foucault al final de sus días establecía que era necesario ampliar las dimensiones de la definición de poder, si se quisiera usar esta definición para estudiar la objetivación del sujeto. ¿Necesitamos entonces una teoría sobre el poder? Desde el momento en que una teoría presupone una objetivación dada no puede ser tomada como la base de un trabajo analítico. Pero este trabajo analítico no puede proceder sin una conceptualización permanente, la cual, implica un pensamiento crítico, una revisión constante. Esto parece absolutamente cierto para Colombia. No existe una mirada real, de lo que nos esta pasando y los estudios que existen, lo gobernantes no los atienden con la seriedad que merecen. El problema no es reinventarnos, es comprendernos a cabalidad, asumirnos sin cortapisas. Como hacerlo: amanecerá y veremos.