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miércoles, septiembre 11, 2013

EN EL 40 ANIVERSARIO DEL GOLPE DE ESTADO DE CHILE




Este golpe de estado, fue mortal para la izquierda democrática en Latinoamérica, aun nos duele en lo más hondo del alma, por la forma en que fue perpetrado; por la conspiración y patrocinio del gobierno de los Estados Unidos; por la nefasta y asesina actuación del secretario de estado de la época Henry Kissinger, quien fue  instigador de genocidios sistemáticos de grupos políticos, estando ligado a varios regímenes dictatoriales latinoamericanos, como el gobierno militar de Augusto Pinochet o el Proceso de Reorganización Nacional de Argentina, así como por ser el responsable de planes represivos como lo sería la Operación Cóndor, cuya célula de origen habría sido la Academia de las Américas; por la muerte del presidente Allende, en medio de los bombardeos al palacio de la moneda, confirmando la soledad del poder y la entereza de quien nunca cedió en sus principios y convicciones. Su aniversario despierta sentimientos encontrados y una nostalgia por la catástrofe que significa para los socialistas la muerte de la última utopía por una sociedad más justa e igualitaria.
Una de las mejores crónicas más lúcidas, escritas por Gabriel García Márquez  fue sobre todos los aspectos políticos e históricos en torno al golpe de Chile de 1973. En ella trató con lujo de detalles, la conspiración y dirección realizada desde los Estado Unidos. Escribió Gabo al respecto:
“El plan estaba elaborado desde antes, y no sólo como consecuencia de las presiones de la International Telegraph & Telephone (I.T.T), sino por razones mucho más profundas de política mundial. Su nombre era "Contingency Plan". El organismo que la puso en marcha fue la Defense Intelligence Agency del Pentágono, pero la encargada de su ejecución fue la Naval Intelligency Agency, que centralizó y procesó los datos de las otras agencias, inclusive la CIA, bajo la dirección política superior del Consejo Nacional de Seguridad. Era normal que el proyecto se encomendara a la marina, y no al ejército, porque el golpe de Chile debía coincidir con la Operación Unitas, que son las maniobras conjuntas de unidades norteamericanas y chilenas en el Pacífico. Estas maniobras se llevaban a cabo en septiembre, el mismo mes de las elecciones y resultaba natural que hubiera en la tierra y en el cielo chileno toda clase de aparatos de guerra y de hombres adiestrados en las artes y las ciencias de la muerte. Por esa época, Henry Kissinger dijo en privado a un grupo de chilenos: "No me interesa ni sé nada del Sur del Mundo, desde los Pirineos hacia abajo". El Contingency Plan estaba entonces terminado hasta su último detalle, y es imposible pensar que Kissinger no estuviera al corriente de eso, y que no lo estuviera el propio presidente Nixon”.
En cuanto a la toma  de la moneda y el asesinato de Allende, está confirmado que estaba planeado antes de  las elecciones que le dieron el triunfo del presidente Allende y que fue producto de un plan planeado desde la secretaria de estado en absoluta y clara defensa de los intereses americanos en la región, Gabo lo confirma en esta excelente crónica:
“A fines de 1969, tres generales del Pentágono cenaron con cuatro militares chilenos en una casa de los suburbios de Washington. El anfitrión era el entonces coronel Gerardo López Angulo, agregado aéreo de la misión militar de Chile en los Estados Unidos, y los invitados chilenos eran sus colegas de las otras armas. La cena era en honor del Director de la escuela de Aviación de Chile, general Toro Mazote, quien había llegado el día anterior para una visita de estudio. Los siete militares comieron ensalada de frutas y asado de ternera con guisantes, bebieron los vinos de corazón tibio de la remota patria del sur donde había pájaros luminosos en las playas mientras Washington naufragaba en la nieve, y hablaron en inglés de lo único que parecía interesar a los chilenos en aquellos tiempo: las elecciones presidenciales del próximo septiembre. A los postres, uno de los generales del Pentágono preguntó qué haría el ejército de Chile si el candidato de la izquierda Salvador Allende ganaba las elecciones. El general Toro Mazote contestó: "Nos tomaremos el palacio de la Moneda en media hora, aunque tengamos que incendiarlo".Uno de los invitados era el general Ernesto Baeza actual director de la Seguridad Nacional de Chile, que fue quien dirigió el asalto al palacio presidencial en el golpe reciente, y quien dio la orden de incendiarlo. Dos de sus subalternos de aquellos días se hicieron célebres en la misma jornada: el general Augusto Pinochet, presidente de la Junta Militar, y el general Javier Palacios, que participó en la refriega final contra Salvador Allende. También se encontraba en la mesa el general de brigada aérea Sergio Figueroa Gutiérrez, actual ministro de obras públicas, y amigo íntimo de otro miembro de la Junta Militar el general del aire Gustavo Leigh, que dio la orden de bombardear con cohetes el palacio presidencial. El último invitado era el actual almirante Arturo Troncoso, ahora gobernador naval de Valparaíso, que hizo la purga sangrienta de la oficialidad progresista de la marina de guerra, e inició el alzamiento militar en la madrugada del once de septiembre. Aquella cena histórica fue el primer contacto del Pentágono con oficiales de las cuatro ramas chilenas. En otras reuniones sucesivas, tanto en Washington como en Santiago, se llegó al acuerdo final de que los militares chilenos más adictos al alma y a los intereses de los Estados Unidos se tomarían el poder en caso de que la Unidad Popular ganara las elecciones. Lo planearon en frío, como una simple operación de guerra, y sin tomar en cuenta las condiciones reales de Chile”.
Con los documentos que se están desclasificando en los Estados Unidos se están conociendo los detalles de una operación que es un oprobio para la humanidad. Esto ya hace parte de la historia y solo esperamos que su experiencia nos permita no volverla a repetir.