El doctor Iván Duque fue
elegido presidente de Colombia como candidato del “Centro Democrático” después
de superar una consulta interna, por esa vía adquirió el compromiso de hacer
una alianza programática con el partido
conservador, el seudo movimiento del exprocurador Alejandro Ordoñez y con algunos sectores independientes. Al final ganó en la segunda vuelta
con más de diez millones de votos. Desde la primera vuelta, como suele ocurrir
en nuestra amada patria y ante las encuestas de favorabilidad, recibió todo
tipo de adhesiones; la lagartearia aún está vigente, hace parte de nuestra idiosincrasia,
inevitable en el espectro político, está en nuestro ADN. El martes se posesiona
y ejercerá como el primer presidente del pos-conflicto.
En la última columna, el
excelente escritor Santiago Gamboa, refiriéndose al Doctor Santos expresaba: “Pero
voy a lo fundamental: desde su primer mandato usted eligió los tres ejes de su
gobierno: la ley de víctimas, la ley de devolución de tierras y el proceso de
paz. Me sentí orgulloso de lo que su
gobierno defendió y lo asumí como propio, en todos los escenarios a los que fui
convocado. Subrayo la palabra “defender”, pues todos sabemos que cada uno de
esos proyectos tuvo la férrea oposición de los terratenientes y los violentos,
los cuales llegaron a armarse para evitar la devolución de tierras, o a acusar
a los campesinos demandantes de ser terroristas, como hizo don José Félix
Lafaurie, dándoles justificación y motivos a los escuadrones de la muerte”. Simplemente
para señalar en el ambiente que le tocó gobernar
al presidente Santos, pese a su propósito de realizar un acuerdo con el grupo
insurgente más viejo y consolidado de nuestra historia. El doctor Duque en las entrevistas, los
diferentes discursos que ha dado como
candidato electo, pese al compromiso con su partido, que no ha dejado ni un ápice
su recalcitrante manera de obrar, de atacar, injuriar y maldecir, se ha mantenido
en la posición de hacer un gobierno de unidad, no gobernar con el retrovisor,
aceptar lo bueno del legado recibido, hacer las re-direcciones donde sea
necesario, eliminar lo que desde su buen criterio este mal y por su puesto generar
desarrollo y paz para el país. Cómo lo hará, ese es tema para otra columna,
esperaremos y de antemano le deseamos los mejores augurios, pues si a un
presidente le va bien, le va bien al país en general, eso está descontado.
Temas delicados: El respeto a los acuerdos, ya son compromisos de estado; las
negociaciones con el ELN; la grave crisis de violencia por el abandono del
estado en las zonas de conflicto, las Bacrim, la delincuencia común y el narcotráfico;
las políticas que le garanticen a este país desarrollo y empleo.Espero su mandato corresponda al momento histórico de Colombia, ese fue el reto
que adquirió. Es difícil esperar cambios sustanciales en la manera de gobernar:
A expresado, cero mermelada, cero corrupción, sin clientelismos, eso es loable, esperamos pueda
cumplir; temas difíciles, ha decidido enfrentarlos con toda vehemencia y como política de estado, le deseo los
mejores augurios en estas materias.
Quiero en este artículo presentar un texto especial escrito para el periodico "El tiempo" de Colombia realizado por el propio presidente electo, ahí está todo su talante, una cosa es el presidente y otra el centro democrático.
Quiero en este artículo presentar un texto especial escrito para el periodico "El tiempo" de Colombia realizado por el propio presidente electo, ahí está todo su talante, una cosa es el presidente y otra el centro democrático.
DUQUE
PROPONE PACTO PARA SUPERAR LAS DIFERENCIAS
El
presidente electo escribió para EL TIEMPO; detalla su visión y describe sus
retos en su Gobierno.
Por: Iván Duque
Márquez 04 de agosto 2018 , 11:16 p.m.
Durante estos días de
intenso trabajo previos a la llegada al Gobierno, he llegado a la conclusión de
que este es el momento para que los colombianos hagamos una pausa y nos miremos
como país. Este es el momento justo para examinarnos profundamente y vernos en
el espejo del presente y del pasado.
El 7 de agosto del 2019,
Colombia celebrará el segundo centenario de su vida republicana, y desde esta
perspectiva veo que podemos identificar nuestros desafíos, poniendo en acción
una agenda que nos fortalezca cada vez más como nación.
Colombia es un país capaz
de hacernos soñar a diario. Aquí pasan cosas extraordinarias. Somos un país
sólido, lleno de riquezas diversas y deslumbrantes. Pero al mismo tiempo somos
un lugar donde muchos problemas envejecen mal y se convierten lentamente en
terribles amenazas que debemos sortear día a día. Y, junto a esas
circunstancias dolorosas que marcan nuestra historia, existe un sello cultural,
un rasgo de nuestro ADN que nos identifica claramente: la resiliencia.
Nadie puede negar que
Colombia es un pueblo que se crece ante la adversidad. Que nunca desfallece,
que ante los desafíos siempre sale victorioso y tiene una capacidad asombrosa:
convertir cada dificultad en una oportunidad. Esa capacidad de reinventarse,
esa resiliencia es la que nos permite, por ejemplo, edificar un sólido aparato
productivo, industrial y exportador desde regiones diversas que avanzan a pesar
de obstáculos como las difíciles condiciones logísticas y los constantes
embates de la violencia. A pesar de afrontar este tipo de obstáculos, este país
logró abrirse camino para atraer la inversión y convertirse en una economía
valorada y respetada globalmente.
Esa misma resiliencia y la
vocación de transformación que mostramos permanentemente son la base de grandes
logros que se dieron en las últimas dos décadas: aumentó el promedio de vida a
casi ochenta años, creció nuestra clase media, derrotamos muchas enfermedades
transmisibles, aumentó significativamente la cobertura en salud y educación.
Construimos una Fuerza
Pública profesional, con mística y respetuosa de los derechos humanos que logró
reducir como nunca antes los homicidios, secuestros y ataques terroristas,
consolidando una red social de atención a la población más vulnerable. Todo
esto hace parte de una muestra que nos indica con certeza de qué somos capaces
como nación cuando logramos construir políticas de Estado pensando en el bien común.
En el bien de cada uno de los colombianos.
La Colombia del 2018
Y al lado de todo eso que
nos hace sentir orgullosos aparece la otra cara de lo que se ve en ese espejo.
En el último año y medio, más de 300 líderes sociales han sido asesinados. Los
cultivos ilícitos superan las 200 mil hectáreas cuando hace apenas seis años se
encontraban por debajo de las 50 mil. Se hicieron compromisos económicos con
múltiples sectores sociales sin asegurar sus fuentes de financiamiento.
Se creó una compleja y
dispersa institucionalidad para garantizar las inversiones en las zonas
afectadas por la violencia y por eso centenares de desmovilizados expresan su
desespero ante la falta de claridad sobre su tránsito hacia actividades
productivas. Aumentan los ataques y amenazas de bandas criminales. Se
cometieron desaciertos en la política y regulación energética afectando
seriamente la calidad de vida y la productividad en varios departamentos.
Proyectos claves quedaron
temporalmente paralizados por imprevisiones de planeación o simple inseguridad
jurídica. Aparece la necesidad de hacer reformas de fondo al sistema de salud
para garantizar su sostenibilidad financiera, y en consecuencia la atención de
calidad y oportuna que merecen todos los ciudadanos. La carga tributaria sumada
a la inestabilidad regulatoria, expresada en trámites engorrosos y varias
ventanillas desconectadas, han afectado la competitividad de muchas industrias.
A esos hechos preocupantes
se suma la angustia de las víctimas que no han recibido el apoyo efectivo del
Estado a pesar de las promesas que se pregonaron durante años. Vemos regiones
olvidadas que sufren por el enfrentamiento entre grupos terroristas por la
disputa del control del jugoso negocio del narcotráfico. Y, además,
monumentales casos de corrupción política y administrativa que impiden que los
recursos lleguen a los más necesitados, destruyendo de paso la confianza en
instituciones y entidades emblemáticas.
Es cierto: nuestro
crecimiento económico se encuentra por encima de muchos países de América
Latina, pero no es menos cierto que debemos –y podemos– elevar nuestro
crecimiento potencial y lograr generación de más empleos formales y un aumento
del ingreso real de nuestra población.
Debemos aprender de los
errores de los últimos años, cuando se elevaron los gastos permanentes del
Estado, confiados en una transitoria bonanza petrolera, afectando nuestra
capacidad fiscal contracíclica para después aterrizar de emergencia en la
absurda decisión de sustituir petróleo por más impuestos, golpeando a
consumidores y generadores de empleo.
También debemos recapacitar
sobre los años recientes. Nunca se debió permitir que como país se abriera la
falsa división entre amigos y enemigos de la paz. Todos somos amigos de la paz
y debemos edificarla bajo los principios reales de verdad, justicia, reparación
y no repetición, asegurando que las víctimas sientan un resarcimiento moral,
material y económico.
El futuro es de todos
Esta nueva perspectiva
sobre la cual queremos avanzar nos deja ver con claridad que ninguna de estas
adversidades nos puede arrebatar el optimismo y la ilusión. Todos estos son
retos inmensos, pero podemos superarlos con la misma resiliencia que nos ha
caracterizado como nación. Nuestro deber es lograr que todos empujemos como
país en una misma dirección y que pongamos en marcha políticas de Estado que
vayan más allá del ciclo político de los cuatro años con los que cuenta un
presidente.
Creo firmemente en que
tenemos que pensar en el futuro; construir sobre las cosas que nos unen y no
quedarnos en el torbellino de lo que nos divide. Ese es el reto más grande:
lograr que nuestro país se levante con ímpetu y asegure de manera categórica un
crecimiento económico que traiga consigo equidad y justicia social, la derrota
de la pobreza y la expansión de la clase media y el acceso a los bienes
públicos necesarios para elevar nuestra calidad de vida.
El punto de partida de este
nuevo camino está en enfrentar los problemas con soluciones integrales, sin
dejarnos llevar por sesgos políticos e ideológicos. Por eso ha llegado el
momento de consolidar un plan de desarrollo que sea un pacto por Colombia, por
el futuro, por la legalidad, el emprendimiento, la equidad, la sostenibilidad
ambiental y la ciencia, la tecnología y la información.
La paz es posible con
legalidad
Corregir el pasado implica
una gran apuesta por la legalidad para que el matrimonio de seguridad y
justicia se traduzca en el imperio de la ley que protege y garantiza el
ejercicio pleno de las libertades.
Debemos trabajar por una
Colombia en paz donde se proteja a la base guerrillera que se ha desmovilizado,
desarmado y reinsertado en busca de alternativas productivas; debemos lograr
que esos guerrilleros de base puedan olvidar la horrible noche de su tragedia
violenta, mientras aseguramos calidad en la inversión pública en las zonas
afectadas por el terror.
Corregir el pasado y construir
el futuro significa que hacia adelante el narcotráfico deje de ser considerado
un delito conexo al delito político, que podamos avanzar con una combinación
plena de herramientas hacia una sustitución y erradicación efectiva de cultivos
ilícitos. Nuestro deber como sociedad es enfrentar sin vacilaciones el terrible
daño que causan a nuestros jóvenes los jíbaros, los ‘combos’, las ‘oficinas’,
el contrabando, el lavado de activos y las economías ilegales al servicio del
narcotráfico.
La cultura de la legalidad
se manifiesta en la defensa de la vida, la integridad, la familia, los valores
éticos, las sanciones ejemplarizantes al criminal. La legalidad está en una
sociedad que se protege sin impunidad, con una justicia creíble, cercana,
efectiva y eficiente como vehículo para consolidar la confianza institucional.
Una Fuerza Pública
motivada, rigurosa, respetuosa de los derechos humanos, responde a ese gran
anhelo, y juntos debemos hacerla brillar en el territorio. Darle el lugar que
le corresponde.
Legalidad significa luchar
sin cuartel contra la corrupción. Llegó el momento de endurecer las penas,
aplicarles a los amigos de esta práctica inaceptable la extinción de dominio
exprés, poner fin a los abusos de la contratación directa, desmontar los carteles
de únicos proponentes, sancionar con severidad a las empresas que se prestan
para actos de corrupción y avanzar como nunca antes en la transparencia de las
actuaciones de los funcionarios públicos. Los corruptos no pueden tener espacio
en la Colombia que vamos a construir.
Emprendimiento para la
transformación social
Si Colombia quiere derrotar
la pobreza extrema y ampliar aún más la clase media, debe crecer de manera
sostenible por encima del 4 por ciento. Por eso tenemos que construir un
sistema tributario más simple, transparente y efectivo que estimule la competitividad,
el ahorro, la inversión, la formalización laboral, la generación de nuevos
negocios, la reconversión industrial y el impulso a la micro, pequeña y mediana
empresa como vehículos de innovación. Un sistema tributario que alcance es una
herramienta poderosa para lograr esa transformación de un país que vamos a
emprender.
El Estado, por su parte,
debe eliminar exitosamente gastos innecesarios, dar por terminadas duplicidades
absurdas entre entidades, poner fin a suntuosas nóminas paralelas, evaluar el impacto
de cada peso y permitir el escrutinio ciudadano.
Un Estado que estimula el
emprendimiento debe eliminar trámites engorrosos que aumentan los riesgos de
corrupción y encarecen las actividades productivas. Colombia debe volcarse
hacia un sistema de ventanilla única de comercio y emprendimiento, donde
mediante métodos digitales se puedan adelantar los trámites administrativos
para el actuar empresarial.
El emprendimiento también
debe enfocarse en estimular la inversión en el campo, consolidar una clase
media rural, fomentar el trabajo de pequeños productores con estructuras
agroindustriales y focalizar el presupuesto de bienes públicos rurales hacia
las vocaciones productivas de las regiones.
El país necesita ya
reformas que permitan un mejor uso de las regalías. Las regiones productoras
deben tener mayores ingresos, y aquellas que no lo son deben contar con mejores
condiciones para utilizar los recursos sin tanto peregrinaje burocrático.
Buena parte del poder
extraordinario de esa resiliencia que nos caracteriza está en la creatividad
sinfín de los colombianos, que junto con el acceso al conocimiento nos
entregará una poderosa cultura emprendedora que debemos poner en marcha.
Sectores como la Economía
Naranja, los servicios tecnológicos, el big data, el cloud computing, la
impresión 3D, el internet de las cosas, la inteligencia artificial, entre
otros, deben desplegarse en nuestro país. Incentivos asociados con la
generación de empleos de calidad son instrumentos que podemos hacer efectivos
y, en consecuencia, aumentar la inversión en ciencia, tecnología e información.
La equidad: el gran
objetivo
La legalidad y el
emprendimiento deben tener como objetivo la equidad. La Colombia que soñamos
debe orientar el gasto público h acia salud y educación y, en consecuencia,
hacia la población más vulnerable. Esquemas como el programa de alimentación
escolar, la jornada única, la doble titulación y el acceso a la educación
superior serán exitosos en la medida en que aseguremos fuentes y recursos
crecientes en el tiempo.
Abriremos el flujo de
recursos hacia un sistema educativo preparado para los retos de la cuarta
revolución industrial, donde trabajemos de la mano con los maestros.
La salud debe recibir
primeros auxilios. Hay que saldar las deudas con el sistema mediante
instrumentos financieros confiables y al mismo tiempo corregir los errores del
pasado que afectan la sostenibilidad permanente del sistema. ¿Cómo? Aumentando
de manera estructural el número de personas en el régimen contributivo,
producto de la formalización laboral. Un sistema basado en el paciente, la
calidad, la promoción, la prevención, la optimización del recurso y la derrota
de la corrupción debe unirnos como país.
Equidad significa que el
deporte y la cultura sean medios para cerrar brechas y que el talento sea una
verdadera fuente de riqueza y oportunidades. Una sociedad integrada por estas
dos herramientas construye convivencia.
Un país grande en un
ambiente protegido
Construir país implica
necesariamente proteger nuestro medio ambiente. Vamos a trabajar por reducir
nuestra huella individual de carbono y por expandir las energías renovables
como nunca antes, por proteger nuestra flora y nuestra fauna, por valorar
nuestros páramos y nuestras fuentes de agua y por crear una visión de país
donde podamos producir conservando, conservar produciendo.
Esa cultura de
responsabilidad con el entorno, de reducir, reutilizar, reciclar en el alma de
cada colombiano hace parte de una cívica del siglo XXI que debemos edificar.
Colombia debe ser un país con más carros y transporte público eléctrico, con
una cultura urbana de calidad del aire y con una conciencia ecológica
colectiva.
La ciencia, la tecnología y
la información
Los próximos cuatro años
serán definitivos para nuestro destino. Construir el futuro significa que
logremos aumentar la inversión en ciencia, tecnología e información. Significa
tener más doctorados aplicando sus conocimientos, adelantar más publicaciones
investigativas que produzcan resultados, conectar la universidad con el desarrollo
empresarial innovador, posicionar a Colombia como un centro regional de
conocimiento.
El pacto por Colombia
Es cierto que existen
diferencias políticas, temas en los que la sociedad tiene grandes
contradicciones, pero hoy debemos ser capaces de unirnos en propósitos comunes
y superiores. No se trata de pensar igual ni de poner fin a los naturales
antagonismos ideológicos propios de la política. Se trata de crear un acuerdo
básico sobre el futuro de nuestro país por encima de las diferencias. Se trata
de principios comunes y de cumplir, dejándoles a nuestros hijos un legado de
orgullo.
Me llena de honor asumir el
próximo 7 de Agosto como Presidente de los colombianos. Lo hago con humildad y
compromiso, lo hago pensando en que logremos superar diferencias, corregir
nuestros propios errores y pensar con grandeza en el futuro, como lo han hecho
exitosamente otros países.
Empieza un gobierno con
deseos de dejar huella. Un gabinete con 50 por ciento de mujeres, la primera
mujer vicepresidenta, un gobierno de diálogo con la ciudadanía, de presencia
constante en el territorio, de amor y representación regional, de rigor técnico
y motivación por los resultados
Llega una nueva generación
a la Presidencia, sin odios, sin revanchas, sin reconocer enemigos y
comprometidos con el progreso de Colombia. Somos conscientes de los avances de
Colombia y de las difíciles condiciones del país que hoy recibimos. Pero
tenemos la certeza de que llegó el momento de actuar juntos para ratificar
nuestra gran fortaleza como nación.
El futuro es de todos y
juntos lo vamos a construir.
IVÁN DUQUE MÁRQUEZ