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miércoles, enero 30, 2008

EJERCICIOS DEMOCRATICOS

El populismo constituye un fenómeno recurrente en Latinoamérica y de honda significación histórica para comprender su realidad política. Algún analista de mucho peso consideraba este fenómeno como cosa del pasado y de hecho muchos estudios serios, como los del Colombiano Marcos Palacios, asumen el tema de igual manera. Nada más falso. Posada Carbo, cita a Adleman, para definirlo: “sistemas aún de carácter autoritario, pero sustancialmente más incluyentes que sus predecesores, basados en una amplia gama de fuerzas sociales". Estos regímenes buscaron "extender ciertos derechos básicos a los trabajadores pobres, recalibrando las relaciones entre gobernantes y gobernados". Cualesquiera hubiesen sido sus faltas, "el populismo... amplió el horizonte político de estas sociedades permanentemente". Para palacios, en el caso Colombiana, la ausencia del fenómeno le privo de alguna manera, de necesarias experiencias populares que cohesionan fuertemente la nación y el sentido de pertenencia de sus gobernados, lo que explica la ausencia de participación en los procesos políticos de parte de la misma, la falta de canales institucionales que permitieran dicha participación a traves de la ley, lo que se tradujo en una violencia endémica y atípica. Para Alderman, continuando con la cita de Carbo, “estamos frente a un argumento "contrafactual": si estos países hubiesen "gozado" de las experiencias populistas, hoy quizá no estarían en crisis – tal es la lógica del argumento. Esta hipótesis del populismo fallido, está por discutirse a profundidad pero sirve como punto de partida para emprender un estudio más serio sobre el futuro de las democracias en Latinoamérica frente a fenómenos tan dispares como el de Chile, Venezuela, Nicaragua, Colombia, donde todos los pronósticos y estudios se han equivocado y al mirarlos hoy, parecen piezas arqueológicas. Por ello Sartori a partir del concepto de democracia liberal, pluripartidista, que tiene al individuo como sujeto, le permiten categóricamente negar la relación de entre democracia con otro tipo de acepciones sostenidas en este siglo, como por ejemplo las llamadas democracias populares, que él no considera una forma distinta de democracia sino una forma de no - democracia y de uso del término. Para Ralf Dahrendorf no puede haber un orden liberal sin democracia política, pero en la actualidad se nos recuerda con frecuencia que la democracia política por sí sola no garantiza un orden liberal. Unas elecciones libres y justas pueden propiciar el ascenso de un presidente como el de Irán, que quiere "borrar a Israel del mapa de Oriente Medio", o un presidente como el de Venezuela, cuya intolerancia para con la clase empresarial inspira júbilo en las calles, pero mueve a la emigración a aquellos precisamente cuya iniciativa es decisiva para el bienestar general de la población. Considera igualmente este pensador que el estado de derecho secular es la más delicada condición previa de un orden liberal. Aun así, sabemos por la historia que basta con una ley de autorización para desbaratar el estado de derecho y sustituirlo por una tiranía ideológica, como ocurrió cuando Hitler llegó al poder en Alemania. Entonces es cuando entra en juego el tercer elemento de un orden liberal: la sociedad civil. Una pluralidad de asociaciones y actividades cívicas -regulada, pero no controlada, por el Estado y libre para expresar sus opiniones o incluso manifestar sus (diversos) sentimientos públicamente- es el pilar más sólido de un orden liberal. Latinoamérica vive un especial momento que es difícil de explicar desde el conjunto de herramientas teóricas que explican el funcionamiento de las democracias modernas. Es indudable que el fenómeno de la información, la cual es de libre acceso a través de las TIC, la integración del mundo vía globalización, la escalada de la revolución en las comunicaciones (internet, Web 2.0 etc.), la apertura comercial constituyen fenómenos que junto al atraso de grandes sectores en Latinoamérica, implican retos especiales para las democracias de la región y sus pueblos. Como articular los presupuestos básicos de la misma con el desarrollo, con la participación general de la población, con los problemas de violencia par el caso Colombiano. La tarea no es fácil y es necesario asumirla.