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lunes, marzo 24, 2008

LA PARABOLA DEL PERDEDOR

El ciudadano común parece estar condenado ha ser un perdedor frente al avasallante poder que lo asedia impunemente. El hecho que los ahorradores Colombianos hayan perdido grandes sumas de dinero manejado por los fondos de inversión privados o mejor fondos de pensiones, parece no indignar a nadie. Citar al filósofo Slavoj Zizek frente a un caso comun resulta pertinente:”Una distinción similar puede aplicarse en el caso de bancarrota de Enron, que podemos ver como una especie de nota irónica en una sociedad basada en el riesgo. Los miles de empleados que perdieron sus ahorros y puestos de trabajo se exponían, evidentemente, al riesgo, pero no tenían posibilidad de elegir: el riesgo de los que sabían se convirtió en el negro destino de los trabajadores. Quienes eran conscientes de los riesgos que corrían (los de arriba), tuvieron la oportunidad de intervenir, pero en su lugar eligieron minimizar los riesgos que ellos mismos corrían vendiendo sus acciones y opciones antes de que se produjera la bancarrota; de manera que riesgos y posibilidades de elección estaban muy bien distribuidos. En otras palabras: en una sociedad basada en el riesgo, algunos (quienes controlaban Enron) tienen la capacidad de elegir, mientras que otros (sus empleados) son los que corren los riesgos.” Agamben ha estudiado el fenómeno con absoluta certeza y cierto pesimismo. Su obra, de la mano de Foucault y Arendt constituye un icono: “hoy sabemos que para efectuar la destrucción de la experiencia no se necesita en absoluto de una catástrofe”: para ello basta perfectamente con la pacífica existencia cotidiana en una gran ciudad. “Pues la jornada del hombre contemporáneo ya casi no contiene nada que todavía pueda traducirse en experiencia: ni la lectura del diario, tan rica en noticias que lo contemplan desde una insalvable lejanía, ni los minutos pasados al volante de un auto en un embotellamiento; tampoco el viaje a los infiernos en los trenes del subterráneo, ni la manifestación que de improviso bloquea la calle, ni la niebla de los gases lacrimógenos que se disipa lentamente entre los edificios del centro, ni siquiera los breves disparos de un revólver retumbando en alguna parte; tampoco la cola frente a las ventanillas de una oficina o la visita al país de Jauja del supermercado, ni los momentos eternos de muda promiscuidad con desconocidos en el ascensor o en el ómnibus. El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos –divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o placenteros– sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia.” Esa pérdida de la experiencia es en verdad una expropiación, “implícita en el proyecto fundamental de la ciencia moderna”, que transformó la experiencia en “caso” o en “experimento”. Homo Sacer y Lo que queda de Auschwitz desarrollan esa teoría sombría que hace de la mayoría de nosotros ya no ciudadanos sino meros objetos experimentales de la ciencia. El mejor ejemplo son algunas decisiones económicas, que son tomadas por fuera de la esfera individual, pero que en todo caso alteran seriamente la vida de los hombres. Latinoamérica fuera de vivir la experiencia de la corrupción, que es lo suficientemente trágica, somete a la mayoría de su población ha este tipo de catástrofes, la opresión se expresa de mil formas y se sublimiza a través de los medios para exiliar al individuo de su propia esclavitud. “El poder no se analiza ya en términos de exterminio sino en términos de control de los flujos. Es poder soberano en tanto regulador de flujos, no en tanto ejercicio del derecho de vida o de muerte sobre existencias estáticas.” Dice Agamben. Esta claro, es difícil asimilar los nuevos tiempos, más aun en el colapso absoluto de la individualidad. Ahora se habla de grandes perdidas en el sistema hipotecario americano. El gobierno salvará a los Bancos, quien meterá la mano por los ahorradores. Amanecerá y veremos.