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lunes, marzo 04, 2019

EL ARTE DE VIVIR DE EPICTETO


El mundo clásico es un universo que estamos lejos de abarcar en su totalidad. En él se encuentra  todo lo esencial del pensamiento occidental. Desde los principios generales de la ciencia, la filosofía, hasta aquellos tratados más sencillos e inteligentes sobre la existencia. Allí nació el teatro, la tragedia, la democracia, los conceptos generales sobre lo divino y lo humano. Muchas veces recurro a pensadores Griegos o Romanos para recordar conceptos fundamentales que see olvidan en medio de los estertores de la vida, que se nos va en sobrevivir.
“El arte de viví” de Epitecto es uno de ellos. ¿Cómo puedo vivir una vida feliz, realizada? ¿Cómo puedo ser una persona buena? Responder a estas dos preguntas fue la única pasión de Epícteto, el influyente filósofo estoico nacido en la esclavitud cerca del año 55 d.C., en Hierápolis, Frigia, en los extremos orientales del Imperio Romano”. Sus enseñanzas continúan teniendo una vigencia absoluta. Es curioso en la red, cuando uno investiga al autor se encuentra con conceptos repetidos, siempre entregados por autores diferentes. Todos tomados de un prólogo de uno de sus traductores, muy lúcido: Sus enseñanzas, cuando las despojamos de sus antiguos ornamentos culturales, poseen una extraordinaria pertinencia para nuestra época. En ocasiones, su filosofía suena como lo mejor de la psicología contemporánea, y algo como la “Oración de la serenidad”, que recitan los alcohólicos y que caracteriza la etapa de la recuperación: “Concédeme la serenidad de aceptar lo que no puedo cambiar, el valor de cambiar lo que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia”, podría incluirse sin dificultad aquí”. En estos tiempos de relajamiento moral, expresaba: “una vida feliz y una vida virtuosa son una y la misma cosa. La felicidad y la realización personal son consecuencias naturales de hacer lo correcto. A diferencia de muchos filósofos de su tiempo, a Epícteto le preocupaba menos comprender el mundo, que identificar los pasos específicos que conducen a la búsqueda de la excelencia moral”.
Cuando empezamos a releer el texto o nos acercarnos por primera vez al mismo, no sorprende la claridad y como los problemas de la existencia son los mismo desde siempre. El primer consejo: Distingue lo que puedes controlar y lo que no puedes controlar. Las cosas que se encuentran dentro de nuestras posibilidades se encuentran a nuestra disposición. Aquellas que no, dependen de otros. Esta sentencia resulta absolutamente pertinente en una sociedad, como la de hoy, donde el individuo está sometido a todo tipo de incidencias en las que parece estar obligado a muchas cosas, casi todas superfluas, se le olvida que decidir o el estar o no estar en ciertas situaciones depende absolutamente de su fuero. Vivimos en una sociedad de consumo en medio de la revolución de las TIC, tecnologías de la información y conocimiento que nos tiene conectados al mundo a través del teléfono, todos los días nos crea necesidades que no tenemos. Dice Epítecto, limítate a tus propios asuntos, a lo que te conciernen. Para el autor es básico reconocer las apariencias por lo que son. Agrega, el deseo exige su propia satisfacción. La aversión nos urge a evitar lo que nos repugna. El deseo y la aversión en todo caso son hábitos y nos podemos entrenar a tener mejores hábitos. Es preciso desear lo que controlamos.
Observa las cosas como son en realidad. Los sucesos ocurren como son y las personas se comportan como son. Abramos las cosas como son realmente; y así evitaremos los falsos apegos. La culpa es un tormento que no nos sirve para nada. Estar atados a ella, genera perturbaciones que afectan a nuestro ser interior. Lo más importante es la paz interior.
Lo que realmente nos atemoriza, lo que nos desconsuela no son los acontecimientos sino lo que pensamos de ellos. No son las cosas que perturban, sino su interpretación. Armonizar lo que hacemos con la naturaleza debe ser nuestro máximo ideal. Esta sentencia, ahora que hablamos de desarrollo sostenible, resulta un acierto, que paradójicamente tiene más de dos mil años. Dice en uno de sus apartes. Crea tu propio merito no dependa de la admiración de los otros. El merito no depende de las comparaciones con aquellas personas que han logrado la excelencia, es pertinente crear nuestras propias metas. No olvidemos  los verdaderos propósitos, la diversión y el entretenimiento no pueden hacernos olvidar de nuestros objetivos. Volver al pensamiento clásico  es un bálsamo.