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viernes, abril 15, 2016

UN DEBATE RECCURENTE ALREDEDOR DEL ARTE CONTEMPORANEO


Avelina Lésper es una crítica Mexicana que volvió a instalar, para utilizar un término que le disgustaría  mucho, el debate sobre el arte contemporáneo: “Carece de valores estéticos y se sustenta en irrealidades. Por un lado, pretende a través de la palabra cambiar la realidad de un objeto, lo que es imposible, otorgándoles características que son invisibles y valores que no son comprobables. Además, se supone que tenemos que aceptarlos y asimilarlos como arte. Es como un dogma religioso”.  Esta controversia es recurrente en el arte, las vanguardias, siempre son criticadas por aquellas personas que sólo ven el arte “verdadero”, en todas aquellas formas tradicionales, que resultan de imitar la realidad: “La perfección técnica, la veracidad, la habilidad, el genio, la pintura de caballete”[1]. Halim Badawi, en la revista “Arcadía” de Colombia, riposta en un artículo: "Con frecuencia, la mayor convicción política se pone el disfraz de lo políticamente incorrecto. En ocasiones, las opiniones más conservadoras y autoritarias pueden ser presentadas al público de forma seductora, como renovadoras y de vanguardia, empleando artificios del lenguaje a través de voceros mediáticos y altisonantes que actúan como niños inocentes capaces de señalar la farsa, como aquel personaje desprevenido capaz de decir que el emperador va desnudo" Esto para acentuar que pese a la aparente convicción se sus argumentos el mismo no es más que una posición reaccionaria, una manera de imponer una concepción canónica del arte. Un artículo, de la valiosa y extinta revista Española “A Parte Rei” de la mano de José M Del Aguila Gómez, refiriéndose a Baudelaire, recordaba algo que viene al tema: “Entendemos la contemporaneidad como algo más simple que la modernidad. Si la modernidad significa distancia con el arte simbólico medieval y afianzamiento de la razón humano; la contemporaneidad implica la toma de conciencia que dispone la actuación política y social del hombre, no es para Baudeliere el mundo nuevo que la razón crítica quiere hacer surgir de las investigaciones de las ciencias y de los resultados de la técnica. Es simplemente la vida concreta y cotidiana del hombre en el mundo contemporáneo, mundo cambiante y en permanente trasformación, que vive en presente y el futuro, pero que está condenada siempre a caminar en el presente, a buscar su fugacidad en el día a día”.
La pregunta que evoca el presente debate es, ¿qué es el arte, ¿qué consideramos obra artística?. En la revista Ñ del periódico “El Clarín” de Buenos Aires, la crítica Mexicana, se lanza en ristre contra la manera como se está asumiendo las consideraciones sobre el arte y por esta vía critica al arte contemporáneo como tal. Responde con absoluta seguridad a una pregunta que intenta focalizarla:
-¿Quién decide qué es arte?
-Es una decisión arbitraria que se toma entre las instituciones, los museos, las universidades… Es un arte de la academia. Eso de que es independiente y libre es mentira. 
Halim en arcadía enfatiza: “Aunque Lésper comprara el arte contemporáneo con un dogma incuestionable, (así llama el primer capítulo de su libro, lleno de múltiples alusiones religiosas),ella construye su propio dogma mediante un acto de fe en sí  misma, cuando define  lo que para ella es el “verdadero arte” y, en oposición, el “antiarte”, una polaridad que se parece mucho a las “verdaderas” y a las” falsas  religiones”, impulsadas normalmente  por personalidades ególatras  y mesiánica, que polarizan las opinión pública dañina para la humanidad”.
Adrian Searle en el “Cultural” de España refuta de otra manera la posición de Lésper, sin referirse puntualmente a su libro, su aporte es puntual: “Ante ello cabe preguntarse qué interés tendrían los artistas en pasarse la totalidad de sus carreras perpetuando una estafa. ¿Por qué iba alguien a molestarse en idear una conspiración de esas características? ¿Habrá alguien a la cabeza, planeándola y organizándola? ¿Se tratará de Vicente Todolí, de Sir Nicholas Serota, o de algún potentado coleccionista oculto en su bunker, como el malo malísimo de una película de James Bond? ¿Qué objeto tendría esta fantasía inverosímil?[2]”.  Lesper, ataca  los curadores, a los críticos y por su puesto a los artistas: “Ahora el arte solo es mensaje. No hay arte, solo hay panfletos. Estas obras no pueden existir sin los museos. Las obras, paradójicamente, se ven mejor en el catálogo que en vivo. Y ya no digamos con los artistas performance, que solo tienen el registro fotográfico de lo que hacen porque dicen que es efímero, aunque lo repitan 700 veces. Son obras que solo existen en los catálogos y a través de los discursos y la teoría que le ponen los comisarios y especialistas en estética. Son objetos de lujo, una nueva forma de consumo”.
Nunca antes se había podido acceder de manera tan fácil al arte, lo que lo hace más popular y por ende abre el debate, lo democratiza, esto quiere decir que la controversia hace parte del momento artístico contemporáneo. Hay quienes piensan que todo pasado es mejor, creo que no es así y que pese a lo dicho por la crítica Lésper, el arte pasa por un buen momento, sobra decir, que siempre abran imposturas, el tiempo que lo cura todo, será el mejor filtro a los engaños del mercado tan comunes en este capitalismo voraz.
Ver el arte, valorarlo, descifrarlo, nunca será tarea fácil, pero esto hace parte del mundo artístico, la obra se termina cuando el espectador llega, su mirada le da el toque final a una obra que siempre implícitamente tiene un mensaje, imposible desligarla del marco ideológico que le da  sentido.








[1] Halim Badawi. Revista arcadía o  127
[2]http://www.elcultural.com/revista/arte/La-conspiracion-del-arte-contemporaneo/27812