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jueves, febrero 21, 2008

DETRÁS DE LA POLITICA DE SEGURIDAD DEMOCRATICA
DEL GOBIERNO COLOMBIANO

La política contra el terrorismo y el secuestro; las marchas contra la Farc; el affaire con el presidente Chávez en los últimos seis meses, la liberación de tres secuestrados, desafortunadamente han permitido que ciertos hechos de absoluta relevancia se pasen por alto, y han servido de pretexto al presidente para pasar agachado ante la opinion pública. No se nos debe olvidar que secenta congresistas, en su mayoría de la coalición de gobierno, están investigados por vínculos no santos con los paramilitares y veintiuno de ellos detenidos. La semana pasada el proceso contra el exdirector del Das, funcionario de nombramiento directo de la presidencia quien fue mantenido en el cargo hasta el ultimo momento por el doctor Uribe, estableció vínculos directos con los paramilitares y la cooparticipación, en la muerte de sindicalistas y líderes sociales de la Costa, para citar tan solo una imputaciión, de las tantas graves que se acumulan. Otra perla de este rosario, es el escándalo de carimagua, no solo por el hecho de adjudicarle el señor ministro de agricultura el predio a particulares y no a los desplazados como lo señala la ley, sino por realizarlo en cabeza de personas cercanas al ministro de hacienda y al doctor Luis Alfonso Hoyos. De igual manera resulta extraño, la persecución soterrada a los magistrados de la corte suprema de justicia, perlas que pasan desapercibidas debido a la política contra el terrorismo, o la llamada seguridad democrática de tanta publicidad. Es innegable que tenemos un gobierno caudillista y que concentra casi todas las decisiones en cabeza del ejecutivo. Sorprende su capacidad para reciclar sus escándalos de corrupción y mal manejo en puntos a favor y es inexplicable como mantiene su popularidad del 70 % a toda prueba. A esto se suma el oprobioso proceso de reinserción de los paramilitares, que sorprenden por su capacidad para declarar asesinatos, asumir responsabilidades, que quedan al garate por la sola confesión, ademá de ciertas artimañas procesales, donde se muestra sin aspavientos la mayor atrocidad de que se tenga historia en Colombia. Está claro que el paramilitarismo quiere participar directamente en política y es evidente que sus lideres tienen una influencia pecaminosa en el gobierno, que ratifica cierto trato de excepción con estos varones. El país siempre termina pagando los platos rotos de los gobiernos de turno y con el presente ocurrirá lo mismo. Sería muy bueno conocer de labios del presidente que piensa sobre la cacareada reelección. Es indudable, este gobierno tiene excelentes manejadores de imagen, no de otra manera se podrá explicar su alta popularidad.