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sábado, agosto 08, 2015

EL CIUDADANO DEL SIGLO XXI

Nunca antes la brecha generacional fue tan amplia como hoy. Entre dos generaciones, la diferencia es abismal, no hay reconocimiento alguno. Es más, la distancia entre personas con diferencias muy cortas de edad, es como un océano, la conexión entre ellas es nula. Realmente las enlaza sus derechos y el reconocimiento de la ley, eso que solemos llamar, la ciudadanía, la cual en medio de la apertura, la globalización, la revolución de la tecnologías de la información y el conocimiento, constituye la realidad tangible, cualquier otra es muy irreal, ésta conecta al ciudadano con la sociedad y el estado, es un hecho que está relación estamos lejos de descifrarla en su totalidad, en sus múltiples acepciones, sobre todo desde la perspectiva del sujeto, de sus afectaciones.
Las generaciones de hoy no les interesa el pasado y las conexiones con su  entorno son muy frágiles, la red a hecho que no estén en ningún lugar y esta realidad logró que el sentido de pertenencia con el entorno, sea débil y sufra de la misma epidemia. Hoy la historia no existe para ellos, solo existe el ahora.  Esto me recuerda las críticas de Nietzsche al sujeto moderno, recuerdo que eran muy fuertes: “El sujeto moderno, como noúme no o razón pura, es una idea ficticia transformada por obra de la mente humana en la máxima realidad de la modernidad. La naturaleza que da, de esa forma, despreciada y minimizada axiológica y ontológicamente. Su modelo de hombre será, por el contrario, aquél que diga sí a la naturaleza y a la vida, y acepte serenamente el amor fati o el destino.  Antonio Estévez, en la red, explica este aspecto del filósofo Alemán: El sujeto se ha convertido, en su empeño por negar la Naturaleza a la que pertenece, en razón pura, es decir, en una realidad abstracta o noúme no metafísico que ha perdido y está privada de una firme y sagrada casa solariega”[1].
La ciudadanía, eso que liga al sujeto a un estado, que de hecho constituye la vinculación a unos deberes, a unos derechos, de la cual nace toda su relación con la sociedad y que le permite desde lo legal, el desarrollo de su individualidad desde una racionalidad previamente constituida, está lejos de ser comprendida hoy en su totalidad.
Kant, definió la Ilustración como la salida del ser humano de la minoría de edad intelectual, el cual empieza a pensar por sí mismo y asume desde esta revolución, una relación con el estado y la sociedad, que puede cuestionar desde la razón, pues ya no existen los poderes absolutos. A los derechos humanos, al reconocimiento de unos universales, al empoderamiento del estado nación, se le agrega la revolución tecnológica y el aparecimiento de los movimientos sociales, que produjeron una ola de reconocimientos de  derechos colectivos de la clase trabajadora a lo largo de todo el siglo XX, quien no solo reclamó estos, sino que se convirtieron en sujetos políticos con aspiraciones de poder. Fue una época de batallas totales en pro de la clase trabajadora, de utopías y de esperanzas.
Con la caída del muro de Berlín, el fracaso del socialismo en la Europa del este, la consolidación del neoliberalismo y el capitalismo voraz, y la revolución tecnológica, aparece una generación, centrada en su individualidad, esta no se conecta para nada con el colectivo y menos con la historia, solo atiende lo mediático, que corresponde a leyes muy propias, para nada le interesan los proceso comunitarios, no tiene sentido de la solidaridad. A esto se le suma perversamente, que nadie agrupa, no existen colectivos fuertes, los partidos políticos no atraen y solo funge el sujeto deseante, sometido felizmente e inercialmente a la sociedad de consumo, realidad que lo avasalla y lo somete, la red juega un papel relevante en este sentido.
El individuo, está inmerso en un mundo virtual, que le proporciona una aparente seguridad, que realmente no existe, esta situación, que el ciudadano padece pero no comprende, cargada de simulaciones donde la copia es más importante que el original, constituye el afianzamiento a una prospectiva que le brinda el norte total a su vida, el teléfono es un adminiculo sobre el cual se desarrollan todas estas imposiciones materiales e ideológicas, sólo cuando está conectado, supone que existe. Zizet, en un libro de mucha controversia, denominado el “Desierto de lo real”, lo describe con magistral lucidez:
“En el mercado actual, encontramos toda una serie de productos libres de sus propiedades perjudiciales: café sin cafeína, nata sin grasa, cerveza sin alcohol ... Y la lista es larga: ¿no podríamos considerar el sexo virtual como sexo sin sexo, la teoría de Colin Powell de la guerra sin bajas (en nuestro bando, por supuesto) como guerra sin guerra, la redefinición contemporánea de la política como el arte de la administración experta como política sin política, hasta llegar al multiculturalismo liberal y tolerante de hoy en día como experiencia del Otro sin su Otredad (el otro idealizado que baila bailes fascinantes y tiene una visión ecológica y holística de la realidad, mientras que costumbres como la de pegar a las mujeres las dejamos a un lado...)? La realidad virtual se limita a generalizar el procedimiento ofreciendo un producto carente de substancia: proporciona la misma realidad sin substancia, sin el núcleo duro de lo Real; exactamente del mismo modo en el que el café descafeinado huele y sabe a café sin ser café de verdad, la realidad virtual se experimenta como realidad sin serlo”.
La racionalidad que soporta la relación del individuo con el estado y la sociedad, que ha sido seriamente estudiada: Weber, Adorno, Habermas, Sartori, Rawls, entre otros, requiere ser explicitada con más profundidad, atendiendo a realidades que hoy son contundentes, como la administración de las decisiones y el destino desde la red. Textos como “Facticidad y validez”, de Habermas, adquieren mucha vigencia, pues pueden ser un manera de volver a estudiar la ciudadanía moderna. Es necesario realizar la mirada sociológica y el desciframiento de la psicología del sujeto del siglo XXI, que no es fácil. El derecho constitucional y la jurisprudencia la definen con absoluta claridad, pero es en la psicología del sujeto donde debemos indagar con insistencia. Que piensa una persona en la era digital, cuales son los criterios que configuran en la relación con el estado, la sociedad y el estado, para no hablar de la nación como concepto sociológico, en una estructura social dominada por el mercado, donde  es imposible saber quién nos habla.
Zizet remata su afirmación con este ejemplo: “Para la gran mayoría del público, las explosiones del World Trade Center fueron acontecimientos televisivos, y es que, mientras mirábamos las tan repetidas imágenes de la gente aterrorizada corriendo hacia la cámara ante una nube inmensa de polvo procedente de la torre que se derrumbaba, acaso no recordaba el encuadre de la toma las escenas de catástrofes de las películas?, :no parecía un efecto especial que dejaba anticuados a todos los demás, ya que, como sabía jeremy Bentham, la realidad es la mejor apariencia de sí misma?. La pregunta es en qué estamos.











[1] El sujeto moderno y naturaleza en Nietzsche. Antonio Pérez Estévez. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=27903404











[1] El sujeto moderno y naturaleza en Nietzsche. Antonio Pérez Estévez. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=27903404