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viernes, septiembre 23, 2011

MEXICO NO TE RAJES


No podemos continuar siendo pasivos ante la violencia inclemente que somete a México y la impotencia irrefutable de las autoridades para contener un fenómeno que se salió de madre desde hace mucho tiempo. El narcotráfico constituye el problema más grave de Latinoamérica.

Todos los días aparecen muertos : ahorcados, mutilados, colgados de los puentes, quemados, sin manos, cadaveres que han sufrido torturas, espectáculo dantesco que supera todo lo visto. Se cometen masacres  sin que las autoridades  puedan detener la guerra entre carteles, lo que dice del poder de corrupción y la penetración a todas las instituciones de estos señores.

La periodista Sanjuana Martínez, desde su blog, mantiene una denuncia permanente de estos hechos, que son el pan de cada día y que se suceden a diario y desafortunamente mantienen en vilo a la sociedad impotente.

Pido disculpas por la extensión de esta denuncia, pero es pertinente dejar testimonio en este blog de lo que está sucediendo en México, que además debe rebasar el análisis meramente periodístico y se hace necesario darle una mirada por encima del contexto local.


http://www.elboomeran.com/blog/175/sanjuana-martinez/10/

Tomaremos algunos datos:


LA NARCOPOLITICA

Es un arte en crecimiento, tangible, constante.

La simulación forma parte del sistema político mexicano. La guerra perdida de Felipe Calderón contra el narco ha generado un complejo aparato logístico y estratégico de narcopolítica. La mayoría de los políticos bailan al son de los capos de la droga. Ningún partido se salva. El dinero compra voluntades, lealtades, conciencias.

Los estados fronterizos son una prueba cotidiana de la narcopolítica. En Tamaulipas, por ejemplo, un estado fallido cuyas instituciones han sido aniquiladas, casi erosionadas por el narco, la vida transcurre bajo el domino absoluto del Cártel del Golfo (CdeG) dirigido desde la cárcel de Florida por Osiel Cárdenas Guillen y operado con mando único por Jorge Eduardo Costilla Sánchez, El Coss.

En Matamoros, centro neurálgico de operaciones del CdeG su alcalde Alfonso Sánchez Garza tomó posesión hace cinco meses en un restaurante, no en el palacio municipal. Muy simbólico. Tiene 40 años y lo observo mientras preside un evento en Playa Bagdad. Saluda durante quince minutos con amabilidad a policías, militares, marinos, rescatistas... Lo acompaña su esposa. En su perfil de Facebook dice que sus “intereses” son: Ser un Buen Hijo , El Mejor Esposo , Un Gran Padre , Un Excelente Matamorense , Un Orgulloso Tamaulipeco....”

Ups... La narcopolítica también es el arte de la simulación. En esta ciudad todo pasa por las manos del Cártel del Golfo: las policías municipales, la estatal, la federal, el ejército, la prensa, el sistema económico, la actividad productiva, la producción lícita e ilícita de mercancías.

Los reporteros de Matamoros entrevistan a su alcalde. Él se luce, habla con aplomo y presume sus logros, dice que la seguridad y la paz están garantizadas en su ciudad. Sonríe, mira a los ojos, incluso en su discurso tiene un tono muy parecido al de Felipe Calderón, aunque él sea del Partido Revolucionario Institucional.

Aprovecho unos minutos de silencio para romper la rutina periodística.

--- Usted dice que la seguridad está garantizada en Matamoros, pero esta es tierra del Cártel del Golfo. ¿Cómo combate eso, señor alcalde?

--- Mira, yo te puedo decir que gracias a Dios hasta el momento Matamoros ha estado tranquilo. Hemos contado con nuevos empleos. Y todo eso se logra precisamente porque la gente, los inversionistas y la ciudadanía van ganando confianza... hemos podido ir recuperando la confianza de la gente y de los mismos inversionistas. En este mes hemos tenido un repunte de dos mil empleos...

El alcalde no se atreve ni siquiera a mencionar “Cártel del Golfo”, de hecho, nadie me secunda. Lo sigo, lo observo, insisto, se despide apresuradamente de todos. Y deja el lugar. Entre toda la parafernalia de seguridad que le asiste, observo tres coches blancos con vidrios oscuros que lo custodian al final. Pregunto a un colega quiénes son: “Es la escolta del CdeG”, me responde con absoluta naturalidad.

¿Cómo puede gobernar un alcalde en una ciudad dominada, controlada y gestionada por el Cártel del Golfo? Plata o plomo, tal vez, es la disyuntiva. Son ellos quienes quitan y ponen autoridades. Me imagino las negociaciones que llevan al poder y luego la construcción de un discurso del disimulo, la impostura, la farsa.

Hace unos días preguntaron a Felipe Calderón su actuación frente a la narcopolítica: “En cuanto haya evidencia y esta sea judicializable estoy seguro que la autoridad correspondiente procederá, pero si no la hay, de ninguna manera me parece correcto andar buscando, entre comillas, evidencias en contra de nadie".

¿Judicializable? Calderón tiene muy poco respeto por la inteligencia de los demás. ¿En qué momento perdió el contacto con la realidad? Acaso se ha preguntado: ¿cuántos alcaldes, gobernadores de su partido, el PAN, están controlados por el narco? ¿Hacerse de la vista gorda como en el tema del lavado de dinero resuelve algo? ¿No investigar elimina el problema?

Es tan obvio y tan pocas las voces que se alzan para denunciarlo. El diputado federal panista Manuel Clouthier Carrillo es el único que ha tenido el valor de afirmar que Felipe Calderón ha permitido “la consolidación de la narcopolítica”. Hijo del luchador por la democracia Manuel Clouthier, Maquío, nacido en Sinaloa, tierra del Chapo Guzmán, el diputado no se anda por las ramas a la hora de decir por qué Calderón y su gobierno no le han entrado a la investigación de la narcopolítica: “porque se hacen pendejos”.

¿Así o más claro?

Esta guerra ha dejado un saldo de 60 mil muertos, 250 mil desplazados y 20 mil desaparecidos.



LOS DESAPARECIDOS

¿Que le puedo decir a una madre como María Cruz Camarillo Pérez que llora desconsoladamente por la desaparición de su hijo a manos de la Marina? ¿Cómo consuelo al doctor Otilio Cantú que acaba de perder a su hijo asesinado impunemente por los militares? ¿Que explicación razonable puedo ofrecer a Yolanda Verástegui cuyo hermano y sobrino fueron secuestrados por la policía local?...

Todos tienen en común una cosa: son víctimas caídas al agujero negro de la justicia. Han tocado infinidad de puertas y casi nadie les hizo caso. No existe en México, por motivos estratégicos, una ventanilla única para denunciar desapariciones, ni tampoco para presentar delitos del propio Estado; no hay una instancia que les de razón, mucho menos certidumbre en la búsqueda. La Comisión Nacional de Derechos Humanos se dedica a hacer recomendaciones que el Estado no acata. Su independencia está en entre dicho, particularmente porque tiene uno de los presupuestos más altos del mundo. Resulta onerosa, previsible y de adorno. Los únicos que atienden bajo sus limitaciones son las organizaciones civiles de derechos humanos. Pero están desbordadas por los acontecimientos. No dan abasto. La gente se refugia en Dios y en la virgen de Guadalupe. Busca sostenerse. “Usted es nuestra última esperanza”, me dijo una madre desconsolada.

Al miedo, se une el desconcierto. La mayoría no sabe qué hacer. Se hunden en la desesperación, en el desconsuelo. Vagan por las instituciones como fantasmas en pena. Acuden a las procuradurías, a los servicios periciales, a los anfiteatros. No existe un padrón nacional de cadáveres para cruzar datos con las listas de desaparecidos. Las fosas comunes con los “sin nombre” aumentan. No hay voluntad política de solucionar los casos.

Los desaparecidos de Calderón pasaran a la historia de la ignominia de su sexenio. La abyección del delito de la desaparición lo cubre la mentira institucional. La casta de privilegiados por encima de la ley empieza en los cuarteles de los que se supone sale la ley que garantiza nuestra seguridad y paz social.

Los campos de extermino se exhiben en las noticias como hallazgos del Ejército, pero la autoría de los crímenes que se cometen en esos crematorios clandestinos donde se “cocina” a las personas en tambos agujereados, es dudosa. Casualmente la mayoría de las narcofosas son encontradas por las fuerzas de seguridad del Estado, los militares o los marinos se llevan “el mérito” gracias a “llamadas anónimas”. Los campos de concentración donde se tortura cambian en cada ciudad. El ejército y la Marina utiliza gimnasios, parques feriales, aeropuertos... Así lo demuestran los testimonios de las víctimas sobrevivientes y de los familiares de las víctimas, esas que son ignoradas por la mayor parte de la prensa extranjera.

Eduardo Galeano dice en “Días y noches de amor y de guerra” que el sistema es el sistema y quien denuncia sus arbitrariedades, excesos y crímenes es llamado “enemigo del país”:

“Quien denuncia la injusticia, comete delito de lesa patria. Yo soy el país, dice la máquina. Este campo de concentración es el país: este pudridero, este inmenso baldío vacío de hombres. Quien crea que la patria es una casa de todos, será hijo de nadie”.

EL ESTADO MEXICANO

Es un arte en crecimiento, tangible, constante.

La simulación forma parte del sistema político mexicano. La guerra perdida de Felipe Calderón contra el narco ha generado un complejo aparato logístico y estratégico de narcopolítica. La mayoría de los políticos bailan al son de los capos de la droga. Ningún partido se salva. El dinero compra voluntades, lealtades, conciencias.

Los estados fronterizos son una prueba cotidiana de la narcopolítica. En Tamaulipas, por ejemplo, un estado fallido cuyas instituciones han sido aniquiladas, casi erosionadas por el narco, la vida transcurre bajo el dominio absoluto del Cártel del Golfo (CdeG) dirigido desde la cárcel de Florida por Osiel Cárdenas Guillen y operado con mando único por Jorge Eduardo Costilla Sánchez, El Coss.

En Matamoros, centro neurálgico de operaciones del CdeG su alcalde Alfonso Sánchez Garza tomó posesión hace cinco meses en un restaurante, no en el palacio municipal. Muy simbólico. Tiene 40 años y lo observo mientras preside un evento en Playa Bagdad. Saluda durante quince minutos con amabilidad a policías, militares, marinos, rescatistas... Lo acompaña su esposa. En su perfil de Facebook dice que sus “intereses” son: Ser un Buen Hijo , El Mejor Esposo , Un Gran Padre , Un Excelente Matamorense , Un Orgulloso Tamaulipeco....”

Ups... La narcopolítica también es el arte de la simulación. En esta ciudad todo pasa por las manos del Cártel del Golfo: la policías municipales, la estatal, la federal, el ejército, la prensa, el sistema económico, la actividad productiva, la producción lícita e ilícita de mercancías.

Los reporteros de Matamoros entrevistan a su alcalde. Él se luce, habla con aplomo y presume sus logros, dice que la seguridad y la paz están garantizadas en su ciudad. Sonríe, mira a los ojos, incluso en su discurso tiene un tono muy parecido al de Felipe Calderón, aunque él sea del Partido Revolucionario Institucional.

Aprovecho unos minutos de silencio para romper la rutina periodística.

--- Usted dice que la seguridad está garantizada en Matamoros, pero esta es tierra del Cártel del Golfo. ¿Cómo combate eso, señor alcalde?

--- Mira, yo te puedo decir que gracias a Dios hasta el momento Matamoros ha estado tranquilo. Hemos contado con nuevos empleos. Y todo eso se logra precisamente porque la gente, los inversionistas y la ciudadanía van ganando confianza... hemos podido ir recuperando la confianza de la gente y de los mismos inversionistas. En este mes hemos tenido un repunte de dos mil empleos...

El alcalde no se atreve ni siquiera a mencionar “Cártel del Golfo”, de hecho, nadie me secunda. Lo sigo, lo observo, insisto, se despide apresuradamente de todos. Y deja el lugar. Entre toda la parafernalia de seguridad que le asiste, observo tres coches blancos con vidrios oscuros que lo custodian al final. Pregunto a un colega quiénes son: “Es la escolta del CdeG”, me responde con absoluta naturalidad.

¿Cómo puede gobernar un alcalde en una ciudad dominada, controlada y gestionada por el Cártel del Golfo? Plata o plomo, tal vez, es la disyuntiva. Son ellos quienes quitan y ponen autoridades. Me imagino las negociaciones que llevan al poder y luego la construcción de un discurso del disimulo, la impostura, la farsa.

Hace unos días preguntaron a Felipe Calderón su actuación frente a la narcopolítica: “En cuanto haya evidencia y esta sea judicializable estoy seguro que la autoridad correspondiente procederá, pero si no la hay, de ninguna manera me parece correcto andar buscando, entre comillas, evidencias en contra de nadie".

¿Judicializable? Calderón tiene muy poco respeto por la inteligencia de los demás. ¿En qué momento perdió el contacto con la realidad? Acaso se ha preguntado: ¿cuántos alcaldes, gobernadores de su partido, el PAN, están controlados por el narco? ¿Hacerse de la vista gorda como en el tema del lavado de dinero resuelve algo? ¿No investigar elimina el problema?

Es tan obvio y tan pocas las voces que se alzan para denunciarlo. El diputado federal panista Manuel Clouthier Carrillo es el único que ha tenido el valor de afirmar que Felipe Calderón ha permitido “la consolidación de la narcopolítica”. Hijo del luchador por la democracia Manuel Clouthier, Maquío, nacido en Sinaloa, tierra del Chapo Guzmán, el diputado no se anda por las ramas a la hora de decir por qué Calderón y su gobierno no le han entrado a la investigación de la narcopolítica: “porque se hacen pendejos”.

¿Así o más claro?



POESÍA ERES TU

La barbarie de esta guerra delirante tiene nombres propios. Y este blog es una muestra de ello. Cada post, es la particularidad de una generalidad siniestra. Protagonistas sin afán, héroes anónimos, canallas célebres, víctimas sin fin. Hay que ponerle rostro a la tragedia para recordarla y combatir el olvido y el silencio.

Me niego a ver 36.000 muertos en un amasijo de carne y huesos; de estadistícas. Me niego a aceptar que 8 mil 897 personas asesinadas no tienen nombre. De ellos 3 mil 457 son hombres y mil 885 mujeres. Hay 55 casos que no puede determinarse el sexo; pero todos ellos tenían nombre y apellido, una historia de vida.

Estoy segura que muchos de esos “No Nombre” son buscados por sus familiares, sus parejas e hijos. En tan solo cinco años se han registrado más de 18.000 desaparecidos. Son muchas vidas destrozadas, familias mutiladas, existencias cercenadas.... ¡Cuánto dolor acumulado!

Y de pronto, entre los miles de crímenes execrables, entre las matanzas cotidianas y el exterminio de desconocidos, aparece un occiso que no solo tiene nombre y apellido, sino que resulta cercano; alguien que deja de ser “cualquier muerto” y que aparece distinto, singular, único; como deberían aparecer todos.

Entonces el azoro permanente por la abyección se convierte en insoportable estupor; en rabia, indignación y en exasperación contenida.... ¡Cuánto inocente asesinado!... ¡Cuánta muerte inútil!...

Juan Francisco Sicilia Ortega tenía 24 años y era hijo del colega y poeta Javier Sicilia. Lo encontraron junto a otras seis personas, todos atados de pies y manos. Los siete fueron torturados y asfixiados. El joven iba con sus amigos Julio César y Luis Antonio Romero Jaime y Gabriel Alejo Cadena. No conocía al resto: el ex militar Álvaro Jaimes, María del Socorro Estrada y Jesús Chávez Vázquez.

Las circunstancias de los asesinatos son oscuras como el eterno camino a la procuración de justicia en este país. El hallazgo de los cuerpos fue el 28 de marzo y según la procuraduría de Morelos había un narcomensaje firmado por el CdeG (Cartel del Golfo)... pero días después aparecieron mensajes de este cártel de droga, desmintiendo dicha autoría.

Javier está devastado, pero su entereza es admirable, una muestra de dignidad para todos. Ha encabezado actos de protesta y convocado a una marcha nacional para este miércoles 6 de abril. Para él hay un antes y un después. Sus palabras conmueven porque nos unimos a él: “todos los jóvenes corrompidos o muertos en esta guerra, y que sólo son manejados por el gobierno como estadísticas, se llaman desde ahora para mí: Juan Francisco Sicilia. Todos son nuestros hijos”.

Su territorio es la palabra y la espiritualidad: “A mi hijo lo mató la bondad y el amor, porque fue a ayudar a sus amigos. Hizo lo correcto. En el momento final, estoy seguro que Dios lo asistió”.

Juan Francisco iba a graduarse en administración de empresas y en junio se iba a Europa de vacaciones. Toda una vida por delante. Su padre le escribió el último poema: “El mundo ya no es digno de la palabra. Nos la ahogaron adentro. Como te (asfixiaron). Como te desgarraron a ti los pulmones. Y el dolor no se me aparta, sólo queda un mundo. Por el silencio de los justos. Sólo por tu silencio y por mi silencio, Juanelo”.

Javier ha dicho que no volverá a escribir poesía. Y lo entendemos porque compartimos su dolor, su sufrimiento. Perder un hijo es contranatura. Uno está preparado para irse antes; lo demás es amputación. Su grito elegíaco nos mueve a todos: “los políticos van a acabar reinando sobre un montón de osarios y sobre gente que ya tendrá el alma carcomida y despedazada. ¿Ese es el México que queremos?

No. La mayoría quiere lo mismo que tú Javier, un México distinto, un México en paz. Habrá que refundar el Estado, recuperar la palabra, el gobierno del pueblo. Recordarle a los políticos que se deben a la voluntad de los gobernados. Exigiremos justicia, el fin de la guerra, de la barbarie; sin mutilar la palabra, sin desterrar la poesía. Sin callar.

Porque tu palabra, tu acción, tu expresión es poesía Javier; porque Juanelo son todos los jóvenes destrozados por esta guerra, porque tenía razón Gustavo Adolfo Bécquer: “poesía eres tu”.

DEBAJO DE LOS PINOS

Llegan arrasando con todo. Unos y otros. Primero vinieron por las cosechas, luego por las mujeres jóvenes, algunas todavía niñas; después por los campesinos y sus líderes. Se apoderan de sus tierras, ranchos y casas. Hasta que hay alguien que les planta cara.

Estaban cansados de la extorsión constante. Celebraron la Navidad con una temperatura bajo cero. Era 26 de diciembre y un comando de 10 hombres con ropa militar y encapuchados llegó al poblado Tierras Coloradas en el municipio de El Mezquital a unas doce horas de camino a la ciudad de Durango. No era la primera vez que los hombres del Chapo Guzmán se acercaban para amenazar a sus pobladores.

Esta vez el líder de la comunidad tepehuana, Vicente Cabada Chamorro les hizo frente. No se lo esperaban. Corrieron cuando Vicente les empezó a disparar. Creyeron que se sometería. Lo pagó caro. Murió en el ataque, pero antes alcanzo a matar a uno de ellos.

Los indígenas sabían que los hombres del Cártel de Sinaloa volverían a vengar a su hombre. Se pusieron de acuerdo y alrededor de 50 familias se fueron al monte. La zona boscosa de la Sierra de Durango ha sido su casa por generaciones, así que decidieron irse con lo puesto, dejando a alguno para vigilar sus pertenencias. Hicieron bien. Dos días después la gente del Chapo volvió. Esta vez eran entre 60 y 70 hombres que predieron fuego a 37 casas y 27 vehículos. Arrasaron con todo: clínica, escuela, tienda Conasupo...

Estuvieron vagando por la Sierra, luego acordaron irse rumbo a la capital. Llegaron el 6 de enero y contaron su historia a las autoridades. El gobierno dijo que era un problema entre cárteles rivales, ya que los campesinos habían vendido droga a los Zetas y por eso los del Cártel del Golfo se vengaron.

En esta zona, como en muchas otras de México son los cárteles los que colocan a las autoridades. Los capos ponen y quitan alcaldes, gobernadores, directores de penales, jefes de policía, mandos militares... el dinero de la droga compra voluntades.

La Fiscalía de Durango reconoció finalmente la agresión el 12 de enero y desde entonces prometieron ayudar a los indígenas. Han pasado varias semanas desde entonces y nada se ha hecho. No han cumplido. Los indígenas mexicanos (el 12 por ciento de la población) son invisibles, no están representados en las instituciones y el racismo lo padecen de muchas formas.

Impasibles, indolentes, las autoridades observan como los tepehuanos deambulan en la capital del Estado sin tener a dónde ir. La mayoría no habla español. Otros en cambio, decidieron volver a la Sierra: “Están debajo de los pinos, por ahí en las cuevas, por allá a la intemperie pues”, dice Alejandro Aguilar, quien sustituyó a Vicente.

Lo perdieron todo. Su pueblo se reduce ahora a un montón de escombros y se añade a la larga lista de pueblos fantasmas.

CONTRA LOS MEDICOS

El año nuevo exige recuento y ejcutometro. Las matanzas selectivas están generando terror. Ellos, los del crimen organizado, necesitan todo tipo de mano de obra. Profesionales que les construyan sus búnkers o mansiones; técnicos que les organicen sus telecomunicaciones; electricistas, albañiles, mecánicos, químicos para sus laboratorios de drogas y por supuesto médicos para atender a los suyos o mantener con vida a las víctimas de tortura.

La complicidad de médicos en hechos atroces esta documentada en algunos regímenes como las dictaduras militares de Argentina y Chile. ¿Pero qué pasa cuando no cooperan? ¿cuándo se niegan a atender a los criminales? ¿cuando algún pez gordo del crimen organizado se les muere irremediablemente?.... los matan, matan a los médicos.

Eso está pasando en Ciudad Juárez donde los cárteles de la droga tienen un nuevo objetivo: los galenos. Van ocho asesinados y quince secuestrados en los últimos meses. En la vorágine de información sobre violencia que se vive en México, muchos se han dedicado a contar los muertos. El ejecutometro le llamamos los periodistas. Un ejecutometro que despersonaliza, que se olvida de contar las historias de los protagonistas y que se reduce solamente a enumerar a cientos de muertos con hechos fríos o más bien escalofriantes la mayor parte de las veces.

Por eso quiero destacar en esta cacería aterradora la figura del ortopedista y traumatologo Alberto Betancourt Rosales. Un hombre bueno, maestro de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Secuestrado, torturado brutalmente y asesinado a los dos días de cautiverio. Su cadáver fue arrojado a la calle con la cabeza cubierta con cinta masking tape plateada.

Sus captores habían pedido dos millones de pesos que la familia no pudo reunir en tan poco tiempo. Supuestamente estaban negociando. Fue una víctima fácil. Lo secuestraron en el estacionamiento del Centro Médico de Especialidades donde trabajaba. Así lo han hecho con otros médicos. Los esperan a la salida de sus consultas, por eso algunos han decidido dar servicio privado de manera discreta, sin letreros, sin batas blancas, sin llamar la atención en un consultorio oculto. El gremio está harto. Desesperado. Han pedido médicos militares para atenuar la presión y el miedo.

Más de 3.000 personas fueron asesinadas en Ciudad Juárez durante el año que apenas termina y casi 7.500 desde que Felipe Calderón empezó su guerra...

El ejecutometro sigue avanzando en el país... 31 mil muertos.... Y el ojo humano se acostumbra cada vez más a la violencia despiadada, a las imágenes espantosas de los muertos colgados en los puentes, desmembrados, decapitados... La última modalidad: arrancar el rostro a las víctimas parece no sorprender a casi nadie.

La insensibilidad, la banalización del dolor, el horror de la inacción humana, la terrible realidad de ser simples espectadores.