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viernes, julio 13, 2012

LA CIUDAD Y LOS PERROS UN ANIVERSARIO EMBLEMATICO




Siempre que escribo sobre algunos autores preferidos, lo hago desde la humilde condición de lector impenitente. Los orígenes de esta novela hay que buscarlos diez años antes de su publicación, en las experiencias del autor en el colegio militar Leoncio Prado de Lima en los años 50-51 del siglo XX.  Mario Vargas llosa ha sido un lector voraz. Leyó lo más importante de la novela universal a muy temprana edad, para desatornillarlas, para aprender a escribirlas, hasta llegar a dominar su técnica como ninguno..  En sus memorias “el pez en el agua” describe el itinerario que le dió origen a la pasión por la lectura y  como se fue inmiscuyendo en el mundo de las letras hasta convertirse en un escritor profesional de tiempo completo.

“La ciudad y los perros” narra sus propias experiencias en el colegio militar, catarsis que le permitió abordar muchos temas encubiertas en un argumento extraordinario. Para mí lo más importante de esta precoz obra, ganadora del premio Biblioteca Breve con el que Carlos Barral se anotó un gol para la literatura, fue el  descubrimiento de un autor por encima del bosque de lagartearía que caracteriza a las editoriales. Cuando le comunicaron la noticia, Mario Vargas llosa se sintió un escritor a carta cabal y asumió su destino con una vocación impertérrita que no ha disminuido un ápice y que le ha permitido escribir una extensa obra que termino con el nobel de literatura.

Esta novela tiene una virtud: La inclusión de las técnicas más importantes de la novela moderna. En ella se decante el lector serio de John Dos Pasos, Faulkner, Hemingway, Virginia Wolf, Sartre, Camus y toda la novela decimoniaca Francesa.

La edición conmemorativa de la academia de la lengua realiza una lúcida síntesis de lo que significó esta novela para la narrativa latinoamericana:

“La aparición de la novela marcó un paso importante en la superación de la temática indigenista, de la búsqueda de raíces y valores prehispánicos, avanzando hacia un terreno cotidiano, la realidad presente del ciudadano americano, vertebrado, todo ello, en nuevas formas de novelar presentación para la literatura hispánica basadas en la experimentación con la técnica narrativa. Esta innovación de fondo y forma convierte a Vargas Llosa en punto de referencia fundamental de la narrativa hispanoamericana actual. Fruto de esa técnica, de honda raíz faulkneriana, los personajes se presentan en su más compleja estructura mental y social, que se traduce formalmente en una alternancia de múltiples temas, acciones y pensamientos que aparecen y desaparecen hasta llegar a su resolución final. No encontramos juicios, solo exposición de una humanidad viciada y crudamente realista. Sin duda, Vargas Llosa inaugura con La ciudad y los perros el boom americano y abre al mundo un interés renovado por su narrativa.” Esta novela constituye el abrebocas a innovaciones textuales y narrativas  que revolucionarían nuestra literatura. José Miguel Oviedo, su mejor crítico contó cómo nació el nombre: Cuando volvimos a vernos yo tenía anotados tres títulos, de los cuales hoy solo recuerdo dos: uno era La ciudad y la niebla, que aludía al cielo casi permanentemente encapotado de Lima; el otro era La ciudad y los perros. Creo que Vargas Llosa exclamó: '¡Ese es!' y así el libro quedó definitivamente bautizado".

Que significó para nosotros los lectores. Una sorpresa absoluta, sentir que estábamos leyendo lo más excelso de la literatura contemporánea de manos de un joven imberbe con cara de niño absolutamente desconocido para todos. La segunda lectura de esta obra nos permitió en esa época al grupo de lectores expresar: Guao, quien es este muchacho. Ya había publicado su libro de relatos “Los jefes” y algunos ratones de biblioteca y lectores voraces,  lo tenían entre ojos, presentían lo que se venía.

Al recibir este premio en Caracas el escritor peruano expreso:

“Como regla general, el escritor latinoamericano ha vivido y escrito en condiciones excepcionalmente difíciles, porque nuestras sociedades habían montado un frío, casi perfecto mecanismo para desalentar y matar en él la vocación. Esa vocación, además de hermosa, es absorbente y tiránica, y reclama de sus adeptos una entrega total. ¿Cómo hubieran podido hacer de la literatura un destino excluyente, una militancia, quienes vivían rodeados de gentes que, en su mayoría, no sabían leer o no podían comprar libros, y en su minoría, no les daba la gana de leer? Sin editores, sin lectores, sin un ambiente cultural que lo azuzara y exigiera, el escritor latinoamericano ha sido un hombre que libraba batallas sabiendo desde un principio que sería vencido. Su vocación no era admirada por la sociedad, apenas tolerada; no le daba de vivir, hacía de él un productor disminuido y ad-honorem. El escritor en nuestras tierras ha debido desdoblarse, separar su vocación de su acción diaria, multiplicarse en mil oficios que lo privaban del tiempo necesario para escribir y que a menudo repugnaban a su conciencia, y a sus convicciones. Porque, además de no dar sitio en su seno a la literatura, nuestras sociedades han alentado una desconfianza constante por este ser marginal, un tanto anónimo que se empeñaba, contra toda razón, en ejercer un oficio que en la circunstancia latinoamericana resultaba casi irreal. Por eso nuestros escritores se han frustrado por docenas, y han desertado su vocación, o la han traicionado, sirviéndola a medias y a escondidas, sin porfía y sin rigor. Pero es cierto que en los últimos años las cosas empiezan a cambiar.”

El cambio fue total. Onetti ya estaba escribiendo una de las obras más innovadoras y universales de esta parte del continente, Lezama Lima en Cuba le aportaría a la humanidad “Paradiso” emblemática por la riqueza del lenguaje y la excelsa expresión del mundo interior. “El Coronel no tiene quien le escriba” se había cuajado en un hotel de mala muerte en Paris…. En fin, el boom estaba en ciernes.

Está novela de Mario Vargas Llosa sigue siendo de las más importantes de su obra completa. Se relee con gusto y representa para la literatura la puerta de entrada a la gran novela latinoamericana.  El mejor homenaje, volvérsele a meter y por su puesto disfrutarla.