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domingo, diciembre 18, 2016

ALDEA GLOBAL Y SUBJETIVIDAD

Cada vez sentimos más desasosiego por lo ínfimo que somos frente al cumulo de poderes que nos avasallan, que deciden todo y que nadie puede identificar a cabalidad. Nunca terminamos de saber quien decide sobre lo fundamental de nuestras vidas. Sí miramos el tema económico, la vida está sometida a variables que nunca entendemos ni sabemos de dónde vienen y las cuales nos imponen implacablemente deberes, de pronto se nos aparecen nuevas servidumbres que nos atan y de las que es muy difícil escapar, nadie por ejemplo podría vivir sin internet, sin cable en el mundo comercial de hoy. Así pasa con la mayoría de cosas. Nacemos con diez mil compromisos que es imposible eludir. El solo estudio constituye una obligación ineludible, de entrada tenemos 20 años de academia por delante cuando nacemos, para poder ser alguien como dicen las mamas, de no ser así, no seremos competitivos, no serviremos para algo y no podremos entrar al mundo comercial con alguna opción de sobrevivir al mismo. Todo nos viene de afuera, tal vez así ha sido antes, pero ahora constituye un camino ineludible, sino valemos cero, no decidimos nada, se nos dan opciones, pero la ruta está marcada de antemano.
Lo global, con el infinito de articulaciones, de entravamientos, configurados desde los poderes, que no identificamos sino a través de sus efectos, de pronto nos va imponiendo modas, requisitos, pensamientos, no solo en el marco de jerarquías premeditadas sino de sanciones sociales,  pautas dentro del voraz capitalismo, cada vez más inhumano. “La configuración de nuevas articulaciones sociales, una nueva relación entre el estado y la sociedad civil, el surgimiento de actores políticos diversos, nuevas formas organizativas y de poder económico-político, mercados regionales y movimientos sociales de nuevo tipo y una profunda crisis de representatividad, son algunas de las dimensiones que dan cuerpo a este escenario y nos habla de la profundidad de las transformaciones emergentes sugiriendo la idea de que el proyecto de la modernidad pareciera explotar”[1]. No sólo, las relaciones de poder entre el sujeto y poder atienden a un genealogía que sigue siendo impuesta por el sistema económico, la trama de los intereses: “Es decir, el Estado moderno atribuye al hombre los derechos solo en la medida en que el hombre mismo es el fundamento que se desvanece inmediatamente (y que incluso no debe nunca salir a luz) en la figura del ciudadano. Ese ciudadano tiene obligaciones con la ley (el estado) y solo después, tiene derechos”. Dentro de la virtualidad que administra los imaginarios y crea las pautas de reconocimiento y ascenso, el capitalismo se sirve del infinito de sus articulaciones para extender el cumulo de valores, de lo que es viable y reconocible, de nuevas servidumbres, que siempre se traduce en que unos pocos ganan mucho y casi todos muy poco, apenas para cumplir con las obligaciones que el sistema impone. Ahora, en estas circunstancias, es imposible salir de la red, vivir de otro modo, pensar diferente, no existe alternativa, todo es permitido en la aldea global, pero nadie puede salirse de ella, no existiría, entraría en un agujero negro.
Este final de año he pensado en estas divergencias con el sistema en una especie de divertimento, pues imposible escapar del sistema. La literatura, que es una manera de ser Dios, de crear, para mí se ha convertido en una verdadera opción. He sido un lector impenitente y ahora quiero ser un escritor de tiempo completo, no solo por el hecho de apasionarme, uno debe vivir de lo que le apasiona, sino también como una manera de rebelarme. Este es el propósito de mis próximos años.
                                  



[1] Susana Melcaza.  
https://periodicos.ufsc.br/index.php/katalysis/article/viewFile/7120/6621