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sábado, julio 30, 2016

UNA OPORTUNIDAD HISTORICA PARA EL PUEBLO COLOMBIANO


En los actuales momentos Colombia vive una oportunidad histórica inigualable que le permitirá redireccionar su camino: En lo social, económico, institucional, con la cual tendremos un desarrollo humano mejor en todos los ámbitos de la vida, acorde con todas las potencialidades del país, de una riqueza natural y humana inigualable. Esta oportunidad nos ayudará a superar la brechas de inequidad, injusticia, corrupción, concentración de la riqueza, falta de oportunidades, ausencia de pertenencia y compromiso, que han sido el caldo de cultivo, entre muchas variables más, para una violencia lacerante, que nos ha costado vidas humanas, desplazamiento y atraso.
El acuerdo de la Habana con el grupo armado de la FARC, es el principio de una política de inclusión que constituye la oportunidad histórica más importante para reconocer nuestros errores, implementar las políticas de reparación, crear los marcos de reinserción, de restitución, de perdón y de no repetición, basados en el respeto a la ley y los mecanismos de justicia transicional de manera rigurosa, soportada en la bitácora acordada, que deberá ser refrendada por el pueblo Colombiano con la participación política de todos los partidos y fuerzas vivas del país, del sector productivo, de la academia, siempre en el compromiso irrenunciable de respetar el camino señalado, de crear y aceptar una ética en proporción a los objetivos propuestos.
Con este modelo de paz, invitamos a todos los grupos armados y actores políticos que están por fuera de la institucionalidad y que aún no han iniciado diálogos en la misma ruta, a emprender el mismo camino, a integrarse a un proceso que deberá abarcar a la totalidad del pueblo Colombiano.
La política, en el sentido Aristotélico del término y el debate abierto constituyen los instrumentos más idóneos para lograr la paz. No hay que temerle a las discusiones en torno al proceso ni las divergencias y menos a los opositores del mismo. La discusión debe hacerse acorde con el momento histórico que vivimos.
Cada palabra del acuerdo está respalda por documentos históricos, análisis cuantitativos y cualitativos, estudios rigurosos de la academia y los sectores gremiales, de las ONG. Si hablamos de desplazamiento existen los documentos serios sobre el fenómeno, los índices de las personas víctimas del mismo, el conocimiento de los victimarios, las circunstancias históricas de los hechos, el atlas de la concentración de la propiedad de la tierra, los instrumentos de reparación y restitución y los mecanismos y las políticas de apoyo institucional a las personas cuando se produzcan las reparaciones. Los mismo pasa con la justicia transicional, los proyectos que deberá aprobar el congreso, los mecanismos de participación política. No estamos jugando a los dados, estamos construyendo una nueva oportunidad, con equidad, justicia, creando los marcos para no volver a caer en nuestros errores y desde la ley.
Los acuerdos firmados están en la red, los documentos sobre cualquier tema de igual manera están disponibles, las bitácoras por  tema está perfectamente señaladas, no hay un solo ápice de ocultamientos frente al proceso. Podremos estar de acuerdo o no, lo que no debemos dejar de hacer, es participar, salir al debate, menos dejar de sufragar en el plebiscito que se propondrá de acuerdo a los lineamientos de la Corte Constitucional de Colombia. Oportunidades como estas las tiene un país cada cincuenta años.

Participar desde el conocimiento se hace necesario, el debate y las decisiones que tomemos adquieren de esta manera una responsabilidad a partir de la lucidez, del compromiso con un país que está pidiendo a gritos un cambio. Debemos cumplirle a una generación nueva, que no tiene que heredar nuestros errores, la violencia política, la delincuencia común rampante, la corrupción política, la exclusión y la inequidad no pueden seguir imperando.







domingo, julio 17, 2016

PSICOTICOS Y ACTOS TERRORISTAS


Como asimilar la noticia de un loco arremetiendo contra personas inocentes desde un camión, sin discriminar  niños de adultos, asesinando a granel en una calle de Niza en pleno aniversario de la revolución francesa,  por consideraciones políticas, sabiendo de antemano que de ese acto no saldrá vivo. Desde donde entender este hecho, que vuelve a enlutar a Francia de nuevo y confirma lo difícil que es evitar este tipo de actos por lo intempestivos e impredecibles.  Resulta irresponsable incluso englobar el acto, con el nombre de terrorismo, con la simpleza acostumbrada de los políticos, hay un síntoma de disfuncionalidad social que alcanza dimensiones  graves y que obliga a un análisis que tenga en cuenta todas las variables posibles, las que permitirán tal vez dilucidar qué está pasando en el mundo.  Lógico que es imposible des-entenderse de los problemas geopolíticos, del entrecruzamiento de intereses que se salieron de madre y que hoy tienen a un grupo terrorista, el estado Islámico, tratando de imponer sus razones a sangre y fuego en una Europa debilitada, inmersa en muchos problemas: Económicos, una migración incontenible e inmanejable, la comunidad en crisis por la actitud de Inglaterra…y llenándose de los fundamentalismos y el racismo que tanto aborrece de sus enemigos.
Este hombre  no tenía ninguna conexión con el grupo terrorista estado Islámico, su acto fue solitario, psicótico, pese a actuar como un miembro del mismo.  Se fue alimentando en su psicosis de la información obtenida en la red y asumió la misión como un miembro imaginario, de acuerdo al ideario y a la forma como suele actuar el grupo terrorista. La pregunta es: Cómo controla un estado situaciones de esta índole, puede prevenir hechos como el sucedido.
Niza es la ciudad más vigilada de Francia. Desde los últimos actos terroristas que enlutaron a Francia, el nivel de seguridad y prevención adquirió condiciones paranoicas.  Cada municipalidad asumió la seguridad como prioridad y las medidas para alcanzarla parecen exageradas. Aun así, un loco llena un camión de armamento, lo lleva a la calle más popular de Niza y arrasa a 80 personas, impredecible y muy difícil de entender.
En los Estados Unidos hemos visto en los últimos meses locos disparando desenfrenados sin razón alguna, bueno sería preguntarnos como estamos de salud mental en el mundo. La pulsión de muerte impera, hallar las razones de tal preeminencia resulta una necesidad. Cuáles son los presupuestos morales que nos contienen, a dónde llegaremos.
La salida a este problema no es solo militar, requiere de mucha inteligencia, es necesario realizar una radiografía exacta de cuál es la posición de Europa con la situación de Siria, en general con todo lo que pasa  a este lado del planeta de tantas repercusiones para el mundo. Recurrir a los Islamitas de talante democrático, respetuosos de la libertad de cultos, a esa inmensa fracción que nada tiene que ver con una minoría fundamentalista resultado de las guerras fratricidas de las últimas décadas promovidas irresponsablemente por occidente. En este caso vale ser más inteligentes que las circunstancias. No es atajando la migración ni fomentando la xenofobia, occidente debe asumir un liderazgo que le dé una salida acorde con la magnitud del problema desde una óptica pluralista, el llamado debe convocar a  las reservas de inteligencia de Francia, país con un arraigada historia que aún pesa mucho, siempre han pensado para el mundo, la mayoría de instituciones democráticas nacieron en esta tierra, las soluciones deben enlazar y tener en cuenta tantos cabos e intereses que  se dejan de lado siempre. Lógico, no será fácil. Lo primero, entender que está pasando, son pocos los análisis serios sobre la materia, imposible tratar el tema sin conocer al detalle como están las relaciones  de occidente y el oriente, me refiero a esa zona especifica donde nació la civilización y hoy impera la barbarie.





sábado, julio 09, 2016

EL GUSTO EN LA ERA DEL ALGORITMO


Transcribo este artículo por la importancia frente al tema que traté en la pasada entrada. La relación de las matemáticas en las plataformas está descontado, la perfecta articulación con nuestras elecciones personales y el desciframiento del funcionamiento cerebral constituyen una revolución aún difícil de entender para el común de los mortales, es muy interesante ahondar en este tema por la importancia significativa en lo absoluto de la vida.
VICENTE VERDU
La prescripción artificial en plataformas digitales como Amazon, Netflix, Google o Facebook eleva el riesgo de homogeneizar la identidad y los hábitos de consumo cultural.
Los lunes por la mañana, los usuarios de Spotify reciben una lista de canciones personalizada que les permite descubrir nueva música. De igual modo que los sistemas de recomendación de Amazon, Google, eBay o Facebook, este cerebro artificial logra trazar un retrato robot del gusto de sus suscriptores y construye una máquina de prescribir que no suele fallar. El sistema se basa en un algoritmo cuya evolución y usos aplicados al consumo cultural son infinitos. De hecho, plataformas de streaming cinematográfico como Netflix empiezan a diseñar sus series de éxito como House of Cards rastreando en el big data que generan todos los movimientos de sus usuarios para analizar lo que les satisface. El algoritmo construye así un universo cultural ajustado y complaciente con el gusto del consumidor, que puede avanzar hasta llegar siempre a lugares reconocibles. Pero ¿qué sucedería si la vida nos diese siempre lo que nos gusta y nos rodease solamente de aquella gente que nos hace sentir bien?

El algoritmo, sostienen sus críticos, nos hace aburridos, previsibles, y empobrece nuestra curiosidad cultural

De algún modo, Internet y las plataformas de streaming cultural han alumbrado un universo parecido al que describía Borges en La biblioteca de Babel, donde podríamos encontrar casi todas las obras existentes. Siguiendo los patrones tradicionales, solo deberíamos en este nuevo mundo saber lo que queremos e introducirlo en el buscador. “Pero en el caso de la música puede asustar. Es un mapa incompleto de lo que está disponible”, explicaba en la última edición de Sónar +D Ajay Kalia, responsable del departamento de trazar el perfil del gusto del usuario de Spotify. “Así que pensamos que quizá podíamos interpretar ese mapa de la música para el usuario y lo primero que descubrimos es que no existe una forma única de hacerlo. Es algo muy personal, cada uno tiene el suyo. Y muchas veces son islas inconexas. Así que lo que podemos hacer es trazar unas líneas entre ellas para que tengan sentido para ti”, explicaba en relación con la construcción del taste profile.

Su sistema de recomendación —quizá el más avanzado del mercado— se basa en nuestras búsquedas, a qué géneros las asociamos, qué significa para nosotros jazz o soul o a qué horas y días del año le damos al play a determinadas obras. El resultado es tan dispar que en ocasiones es imposible que un algoritmo relacione a Don Cherry y Ornette Coleman (nuestros héroes musicales) con La Chatunga de Luis Aguilé (la arrebatada selección de nuestra suegra en la verbena de San Juan). La mayoría de sistemas simplemente omiten entonces ese elemento discordante y empiezan a cerrar el círculo del gusto en torno a lo más obvio —aquello de “si le ha gustado x le gustará y”— o a lo más solicitado —en caso de recurrir a búsquedas similares de otros usuarios—. Spotify ha logrado establecer un círculo que incluye esa canción disonante y que esboza cómo, poco a poco, la inteligencia artificial podrá superar al código y ser capaz de aprender por sí misma.

Un experto defiende que no es menos fiable que la “fórmula caótica que cada oyente ha ido inventando. Ni menos humana”

Como estableció Pierre Bourdieu en 1979 en La distinción (Taurus, 2012), el gusto ha sido durante años el gran elemento de diferenciación social. Según su teoría, ese elemento nos permite juzgar a los demás y, a la vez, ser juzgados. Nos da la posibilidad de distinguirnos, clasificarnos e, inevitablemente, que nos clasifiquen también. Nos coloca una etiqueta, incluso dentro de un mismo círculo: no pensaremos lo mismo de alguien que sale de un concierto de la Cuarta sinfonía de Shostakóvich que de otro que entra en un auditorio donde se interprete El Danubio azul, de Strauss. Lo mismo que de un fan de Enrique Iglesias y otro de Neil Young. Una reducción, en suma, similar a la que hace el algoritmo para reconocernos: prejuzgar una identidad ­—en este caso, social y económica— basándose en determinados elementos culturales que lleva asociados y que nos diferencian de forma sistemática para, de nuevo, asignarle más capas de distinción.

Sin embargo, construir una identidad a través de los hábitos culturales y de la investigación cotidiana, obviamente, permitía exhibir un brillo que poco tiene que ver con el que es capaz de otorgar una máquina. El algoritmo, sostienen sus críticos, nos hace aburridos, previsibles, y empobrece nuestra curiosidad por explorar el acervo cultural. Ramón Sangüesa, coordinador del Data Transparency Lab, ha trabajado dos décadas alrededor del machine learning y la inteligencia artificial vinculado al MIT. Puede ver sus ventajas, pero también los riesgos. “Estos sistemas se basan en el pasado para predecir el futuro. La primera dificultad es conseguir la masa crítica para que tengamos más datos y las proyecciones sean mejores. Pero además corren el riesgo de quedarse en una misma área de recomendación. En el consumo cultural, el peligro está en la uniformización del gusto, lo que llamamos el filtro burbuja. Y así se van creando comportamientos más estándares”, señala. Este fenómeno —descrito en el libro El filtro burbuja, lo que esconde Internet por el fundador de Upworthy Eli Pariser— se reproduce en redes sociales como Facebook, donde el usuario se ve aislado en un entorno de información que el algoritmo deduce que querríamos ver basándose en nuestros círcu­los de amistad y en el feedback de búsquedas anteriores.

 Ilustración: Setanta.ampliar foto
Ilustración: Setanta.
Justamente, el estudio catalán Domestic Data Streamers presentó también en Sónar +D un proyecto titulado Time Keeper basado en sortear el yugo del pasado y tratar de dilucidar lo que apreciaremos en el futuro. “Hasta ahora el algoritmo sabe lo que haces, lo que te gusta. Pero no por qué. Con este proyecto generamos un escenario donde hay una conversación mayor entre la persona y la máquina”, señala Dani Llugany, director creativo de la empresa. La evolución de este algoritmo consiste en analizar el perfil de Spotify de cada usuario que participa y luego añadirle un test psicológico para obtener información personal. Por último, se le pide a cada persona que defina un momento que le gustaría vivir en el futuro con una fecha concreta: ese día el usuario recibirá la canción perfecta para esa circunstancia prevista. “Estamos acostumbrados a que una canción puede transportarnos al pasado. Esto es lo contrario, buscar una vinculación entre la música y el futuro”, remarca Llugany.

El algoritmo, sostienen sus críticos, nos hace aburridos, previsibles, y empobrece nuestra curiosidad cultural

La personalización de la oferta podría cristalizar también en nuevos géneros musicales o literarios. Amazon, el gigante de Internet, anunció hace un año que pagará a los autores independientes en función del número de páginas que los lectores consuman de sus obras. Si el libro no funciona, no cobran. Si funciona a medias, cobran a medias. Algo parecido sucede en el mundo audiovisual, donde Netflix analiza 30 millones de visionados al día para conocer los gustos de sus suscriptores: incluido cuando usted rebobina, adelanta la imagen o la deja suspendida en pause. Todos esos movimientos, también cuestiones de trama o tono narrativo, se monitorizan y sirven para tomar decisiones de producción en series como House of Cards e incluso para personalizar sus tráileres en función del perfil de sus espectadores.

La cuestión, sin embargo, es si los límites impuestos en el aprendizaje por los sistemas cerrados de computación son equiparables a los errores y posibles estupideces que hemos cometido durante años formando nuestro propio gusto. Eloy Fernández Porta, autor de Emociónese así (Anagrama, premio Ciutat de Barcelona), no ve gran diferencia. Según el escritor, antes de Spotify y fuera de él el gusto ya venía determinado por criterios de accesibilidad, aceptabilidad, actualidad y distinción. “Siempre hemos vivido la música en un algoritmo, lo que pasa es que en vez de llamarlo ‘matemática’ lo llamamos ‘espontaneidad’. El algoritmo de Spotify no me parece menos fiable que la fórmula caótica que cada oyente ha ido inventando. Ni menos humana: cuando hace analogías erróneas o se empeña en recomendar el primer disco de Vincent Gallo, nos está jugando las mismas malas pasadas que nos juegan nuestras sinapsis”, señala.
De algún modo, Internet y las plataformas de streaming cultural han alumbrado un universo parecido al que describía Borges en La biblioteca de Babel.
Una posible diferencia, sin embargo, residiría en el principio de buena fe o la manipulación. Filtrar la información en redes como Facebook o en búsquedas a través de Google puede configurar nuestra manera de pensar. Y ese es el problema principal, señala la artista e investigadora en cuestiones de crítica tecnológica Joana Moll: la ilusión de libertad de elección que muchas veces generan los algoritmos. “Tú actúas en base a lo que te presentan, a lo que ves. Ese es tu mundo. Pero en realidad marcan un patrón de consumo que te llevará a determinados lugares. El algoritmo filtra una representación del mundo, y eso es aplicable a cualquier plataforma”, señala.

En cualquier caso, el otro gran interrogante que surge tiene que ver con la posible prostitución de la prescripción, algo que ya ha sucedido en el terreno humano —véase bloggers, instagramers y demás prescriptores patrocinados— y puede introducirse en los criterios del algoritmo de forma artificial. Si lo que nos recomienda la máquina sirve para vender determinados productos, ¿por qué no utilizarla para favorecer a algunos artistas/empresas/ideologías? Ramón Sangüesa se encuentra ahora mismo investigando sobre las herramientas que permiten saber por qué a cada uno nos recomiendan determinados caminos por los que seguir transitando. “Habrá criterios complementarios que pueden ir en beneficio de quien tiene la propiedad de esa obra, por supuesto. Y esos criterios son bastante oscuros. Esas empresas saben todo de mí, pero yo no sé con qué criterios me recomiendan las cosas”. Y ahí, en parte, está la gracia del dichoso algoritmo.

viernes, julio 01, 2016

LA TIC Y EL DESARROLLO HUMANO


A casi todo el mundo se le olvida que el objetivo máximo de la vida es la felicidad. Seneca en el texto “De la brevedad de la vida”  profundizo en el tema con un rigor antes no visto, abrevó para ello en los Diálogos Platónicos y toda la filosofía Griega para tal efecto. El gran interrogante es saber cómo las tecnologías de la información y el conocimiento contribuyen con nuestra facilidad. El a priori lo constituye el hecho  que hoy las TIC  inciden absolutamente en todo lo que hacemos y pensamos. Estas buscan facilitar la vida, desde sus plataformas resuelven problemas y satisfacen necesidades individuales y sociales, transformando el entorno y la naturaleza mediante la utilización racional, crítica y creativa de recursos y conocimientos.  Las TIC, son mucho más que productos tangibles, son conocimiento, procesos que crean productos, desde la ingeniería del saber que termina en experticia, con resultados prácticos en absolutamente todo lo que hacemos. Involucra siempre “logos”, es decir, responde al saber cómo hacer, por ello está vinculada con la ciencia[1].  El proceso empieza por los programas, los artefactos, los adminículos,  las aplicaciones, las estructuras y super-estructuras, que siempre implican agilizaciones a unas velocidades en tiempo real inimaginables, en un mundo inter-conectado a una red infinita, una telaraña virtual, no hay centro, todos los puntos son equidistantes. A ello se suma que nada es constante, todos los días el descubrimiento, la innovación y la invención modifican tales procesos, las aplicaciones nuevas en el celular son el pan de cada día, el cambio es lo único tangible,  el saber se convierte paradójicamente en pasado, siempre somos anacrónicos.
Las tecnologías siempre son inclusivas, ya no son una opción, cada vez nuestras prácticas más simples parten de ellas.  Los planteamientos de Heidegger sobre la técnica son muy lúcidos y me ayudaran a dilucidar los aspectos más delicados del tema con respecto al desarrollo humano, al componente mental: “La técnica es una actividad humana básica, una herramienta que el ser humano ha empleado desde sus orígenes para satisfacer sus necesidades y su adaptación a la naturaleza y al entorno que le rodea. Hablar de técnica supone vincularla al hombre, como algo connatural al mismo, a su mundo y al medio en el que vive. Algo muy diferente será la tecnología, a través de la cual se modifica la naturaleza original del objeto al aplicar la ciencia a la técnica, deviniendo así un constructo artificial que ha requerido, y sigue haciéndolo, de numerosas interpretaciones y reflexiones a lo largo del último siglo”.  Eso que llama constructo artificial, ese elemento  se ha convertido en un aditamento  esencial, hoy, interviene en todo lo que hace el hombre, la pregunta sería, hasta dónde termina  configurarando la estructura mental del sujeto, su comportamiento, las TIC constituyen su mayor influencia desde cualquiera de los adminiculos conocidos, desde la red, no solo procesa y entrega información sino que delinea patrones de comportamientos,  conductas, crea modelos, arquetipos,  los cuales los usuarios siguen literalmente, se vuelven factores determinantes en casi todo. El psicoanálisis como herramienta nos permitiría descifrar como actúan las TIC como factor determinante en el carácter y la personalidad de una persona, hasta donde llega su influencia en aspectos tan vitales para el ser y la sociedad como su personalidad, al final, no será difícil categorizar que somos seres manipulados, armados desde afuera, prefigurados, la paradoja, nadie sabe de dónde viene la información, ni quien la maneja…….estos son interrogantes que no se exponen por prurito, pienso que deben resolverse, pues este afuera, la información ya no tiene punto fijo, se irradia de todas partes y es exponencial.
Ayer se nos fue un gran pensador de la sociedad de suma importancia. Hablo de Alvin Tollfer, leí  “El shock del futuro” estando muy joven y pienso que aún debería leerse. Pocos saben que este pensador fue un filósofo, sus libros, de una precocidad absoluta fueron un paradigma y representaron toda una revolución, su óptica puso a pensar al mundo. Habló del cambio en un momento en que pocos  avizoraban esta matriz, haciendo énfasis en que la única realidad para la sociedad  sería precisamente el cambio. Recuerdo frases como la sociedad del uso y el des-uso. Así empieza este texto de los años 70, imaginen su impacto para entonces: ““millones de personas normales se enfrentarán a una abrupta colisión con el futuro. Muchos ciudadanos de las naciones más ricas y más avanzadas tecnológicamente encontrarán cada vez más difícil seguir el paso de la constante demanda de cambios que caracteriza nuestra época. Para ellos, el futuro habrá llegado demasiado pronto”. Predijo el mundo global, las TIC, expresó que nada perduraría, todo será obsoleto, úselo y bótelo.
Algunas frases de este excelente pensador:

1.   El conocimiento es la fuente más democrática de poder.
2.   Formular la pregunta correcta es más importante que dar la respuesta correcta a una pregunta equivocada.
3.   Tienes que pensar en cosas grandes mientras estés haciendo cosas pequeñas, de modo que todas las pequeñas cosas vayan en la misma dirección.
4.   Hay que clausurar las escuelas.
5.   El futuro será para aquellos que desarrollen habilidades o técnicas de pensamiento crítico.
6.   La sociedad necesita todo tipos de habilidades que no son cognitivas, son emocionales, son afectivas. No podemos montar la sociedad sobre datos.
7.   Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer o escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender.
Esto hablaba en los años setenta este pensador en la introducción del “El shock del futuro”   :
“Este libro trata de lo que le pasa a la gente que se siente abrumada por el cambio. Trata del modo en que nos adaptamos —o dejamos de adaptarnos— al futuro. Mucho se ha escrito sobre el futuro. Sin embargo, la mayoría de los libros sobre el mundo venidero tienen un áspero sonido metálico. Estas páginas, por el contrario, se ocupan de la cara «suave» o humana del mañana. Más aún: se ocupan de los pasos que hemos de dar para poder alcanzar el mañana. Tratan de materias corrientes y cotidianas: los productos que compramos y los que rechazamos, los sitios que dejamos atrás, las corporaciones en que vivimos, las personas que pasan, cada vez más de prisa, por nuestras vidas. Sondean el futuro de la amistad y de la vida de familia. Investigan extrañas y nuevas subculturas y estilos de vida, junto con una serie de temas diversos, desde la política y los campos de deportes hasta los vuelos espaciales y el sexo.
Lo que les sirve de lazo de unión —en el Libro, como en la vida— es la estrepitosa corriente del cambio, una corriente hoy tan poderosa que derriba instituciones, trastorna nuestros valores y arranca nuestras raíces. El cambio es el fenómeno por medio del cual el futuro invade nuestras vidas, y conviene observarlo atentamente, no sólo con las amplias perspectivas de la Historia, sino desde el ventajoso punto de vista de los individuos que viven, respiran y lo experimentan”.






[1] National Research Council (Consejo de Investigación Nacional), es una entidad auspiciada por las  academias de Ciencias, de Ingeniería y de Medicina de los Estados Unidos. Esta organización de carácter académico, busca influir en las decisiones de política pública vinculadas con la adquisición y divulgación de conocimientos relacionados con la ciencia, la ingeniería, la tecnología y la salud, que tengan impacto en el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, no sólo en los Estados Unidos, sino en todo el mundo. En el trabajo que realiza este Consejo participan voluntariamente más de 6.000 científicos, ingenieros y otros profesionales del más alto nivel.