Se cumplen cincuenta años de
la publicación de Rayuela. Cortázar es un escritor con características tan especiales, que es
imposible clasificarlo con las
herramientas clásicas de la crítica literaria. Su obra resulta excepcional.
Este grandulón, que nunca dejó de crecer, al igual que su obra, produjo una revolución en la literatura con
sus cuentos fantásticos y su novela “Rayuela”, la más emblemática, para no
hablar de su obra crítica. Jaime Alzarki
en un texto para la universidad de Harvard, expresaba: “Nos llevará muchos
años, y muchos libros, llegar a entender y a definir la honda huella que la
obra de Julio Cortázar ha dejado no solamente en la literatura de nuestro
tiempo sino en nuestros hábitos de lector, en nuestra percepción de un texto,
en nuestra inevitable necesidad de asociar la literatura y la vida, la
escritura y el hombre”. Nada más cierto. El lector no será lo mismo después de
Cortázar.
Martín
Kohan, en una entrevista en el diario “El Clarín” de Buenos Aires afirma:
“Rayuela tiene los dos movimientos, ¿no? En su zona más costumbrista, tiene esa
captación del realismo en el habla, sobre todo en sus desacoples con la lengua
contemporánea de Buenos Aires, que se van produciendo a raíz de su exilio. Ese
registro coloquial cotidiano y esa dimensión de locura o impregnación de azar
que él retoma del surrealismo van juntos. Rayuela refleja la vida pero ya tamizada en la clave
literaria”. Pienso que desde lo formal y desde la lingüística, la incorporación
de una manera absolutamente diferente de manejar el texto como tal, de narrar
propiamente dicho, de armar la historia, donde cada palabra es un universo
perse, abierto, luego se renueva, cuyas claves solo se asimilan en todo su
contexto, cuando podemos tener una compenetración absoluta con el texto y la
historia. Así lo demuestran las nuevas ediciones críticas. Cada personaje, pintor citado, cuadro del
surrealismo y calle responden a una sinfonía.
Santiago Espinoza Uribe, realizó
una tesis sobre Rayuela para la universidad complutense de Madrid. Allí citando a Borges señala una de las
características más especiales de esta novela:
Pues bien, se dice de
Rayuela, el objeto de este estudio, que puede ser leída en cualquier orden.
Llevando aquella opinión a sus últimas consecuencias diríamos que ése es el
libro-laberinto y que tenemos un ejemplo concreto de lo que Borges tan sólo
describe en sus ficciones. Rayuela tiene 155 capítulos, si todas las
combinaciones son válidas, entonces la novela de Julio Cortázar es un libro
virtualmente infinito, algo que podríamos leer el resto de nuestras vidas sin
jamás agotar los miles de millones de libros concretos que contiene. Uno de los
lectores de Rayuela, Roberto Fernández Retamar, afirma lo siguiente: dice
Morelli una frase que incuestionablemente podemos y tenemos que aplicar a
Rayuela, una frase bastante lapidaria: mi libro se puede leer como a uno le dé
le gana. Yo creo que esta es la única regla verdaderamente válida con respecto
a la lectura de Rayuela. (…)
Adelante agrega: “Es
probable que el mismo Fernández Retamar no llevara esta afirmación al extremo
de equiparar a Rayuela con el laberinto de Ts’ui Pên; no obstante, se
puede afirmar que resulta muy interesante la estrategia de Rayuela. Si
el libro infinito ya no pretende contener toda posible realidad, sino más bien
una realidad que el lector puede alterar constantemente, aunque el libro
renuncie a la pretensión (imposible) de ser infinito, el juego de leer
semejante obra se vuelve exponencialmente más largo. Ante un número determinado
de capítulos, el lector elige siempre en qué orden leerlos, y cada rumbo sería
un nuevo libro, un sendero diferente en el laberinto de la lectura”.
No hay que signar la
grandeza de su obra sólo a estos juegos formales, que son corrientes en la obra
de Cortázar, sería muy fácil. El valor de esta revolución debe tratarse con
sumo cuidado. Martin Kohan lo expresa magistralmente: Es que un desafío para
los cortazarianos sería salvar a Cortázar del cortazarismo... Yo no siento que
Cortázar haya escrito una literatura de fórmula pero sí hay algo en él que
admite ser reducido a una receta. Pienso en algunos textos que incluso son muy
propicios para el taller literario, como Historias de cronopios y de famas. Pensemos en las instrucciones para dar cuerda al reloj;
son logrados y podemos llamarlos literatura menor con espíritu de
reivindicarlos. Aunque no haya fórmula en ellos, fueron aptos para la imitación
- deshidratados, clonados en el taller literario, de manera que después se
vuelve más difícil releerlos sin evocar esas clonaciones. Con todo, Rayuela y 62/modelo para armar merecen
ser salvados del cortazarismo”.
Santiago Juan Navarro, en
trabajo memorable sobre “Rayuela” en un a priori a su estudio aclara: “La
finalidad del presente estudio es comentar la práctica de la lectura de
Rayuela, a la luz de la teoría de la recepción de Wolfgang Iser. Para el
fenomenólogo alemán el significado en la obra no puede considerarse en esencia
sino en acto. El estudio de la obra es indisoluble de su efecto sobre el lector”.
Ahí está la clave del
aporte de “Rayuela”. La influencia de Borges en esta relación tan esencial en
la literatura está por estudiarse con rigor. Esquematiza el autor con más
precisión: “Rayuela propone un concepto lúdico del arte la literatura en
el que es indispensable la participación del lector. El impulso dialógico invade
todos los niveles del texto. El fondo la forma se refleja mutuamente a través
de la búsqueda que comparten los personajes, el lector la novela misma.
Oliveira Morelli devienen ejemplos de perseguidores, Faustos contemporáneos a
la caza del absoluto. La angustia existencial del primero se corresponde con la
lucha que Morelli entabla con las palabras las convenciones literarias. La búsqueda
de ambos (Oliveira, personaje, Morelli, autor) es, en último término, la misma
del lector: búsqueda ontológica de una nueva dimensión de la realidad, -deslumbrante
explosión hacia la luz-“.
Su construcción es perfecta. Su lectura es toda una
experiencia, por ser un texto encantador, encarretador, donde los personajes generan
una complicidad inexplicable y la ciudad de Paris, es un personaje más. Cada oración
está hecha con el cuidado de un artesano y armada como las grandes obras arquitectónicas,
ladrillo por ladrillo, respetando una sinfonía y un pentagrama definido. Rayuela
es un texto donde lenguaje trasciende a su propia esencia, “trasgrediendo las
normas del discurso y la gramática”.
En este aniversario son
muchas las cosas que debemos aprender de esta novela. Fue escrita a principios
de los sesenta, pero es el producto de una búsqueda que comprometió toda la
vida del autor e infinidad de lecturas. “La novela puede leerse de tres (3)
maneras diferentes, tiene un total de 155 capítulos, que pueden ser leídos de
las siguientes formas: a la lectura tradicional, es decir, empezando por la
primera página y siguiendo el físico del texto hasta llegar al capítulo 56, y
además el Tablero de dirección propone una lectura completamente
distinta, saltando y alternando capítulos. Ese orden, con varios elementos
estilísticos del collage, no sólo es particular sino que comprende textos
de otros autores y ámbitos. A esas dos alternativas se suma una lectura en «el
orden que el lector desee», una posibilidad asimismo explorada en su 62/modelo
para armar.”
Su lectura resulta una
novela diferente a todo, un icono. Solo queda recomendarla y esperar que las
nuevas generaciones conozcan el texto y puedan vivir esta lúdica experiencia
tan rica en matices.