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sábado, enero 21, 2006

EL COMISIONADO DE PAZ EN COLOMBIA


No deja de ser paradójico que el comisionado de paz en Colombia siendo un psiquiatra de reconocida trayectoria y respetado por sus libros, necesite con urgencia una terapia, que le permita controlar sus odios y desamores. El señor Luis Carlos Restrepo, casa peleas llevado por un resentimiento y una falta de tolerancia que está lejos de lo que predica en sus textos. No se nos han olvidado los desacuerdos con la parlamentaria Parody y sus comunicados de prensa saltándose la instancia presidencial, con la comisión de paz, con el senador Pardo cuando era un dirigente connotado del Uribismo y su falta de tacto en las conversaciones en Ralito. La aplicación de la ley de perdón y olvido o como se llame este proceso con los Paramilitares, debe ser una política de estado por fuera de los caprichos del Doctor ternura.
Lo que pasó esta semana con el senador Pardo y las acusaciones realizadas por Luis Carlos Restrepo no tienen razón de ser y desde la perspectiva política han dejado muy mal parado al presidente de la republica, que suele en estos casos mantener un silencio inexplicable, otorgándole licencia ha cada una de las declaraciones del comisionado en una patente de corzo que terminará enlodando su reconocida autoridad y supuesta claridad en este tipo de debates. Nadie entiende que espera el señor Restrepo con acusaciones sobre supuestas alianzas entre del senador Pardo y la FARC para hacerle oposición a Uribe. Quienes conocen de cerca al senador (Germán Vargas Lleras inmediatamente le quito credibilidad a las acusaciones) y los que lo hemos seguido en los últimos años su vida pública, por sus actuaciones, sabemos que dicho infundio no le cabe en la cabeza a nadie, peor aún, sí lo que en últimas se reduce ha una simple propuesta sobre el intercambio humanitario.

En plena campaña electoral, con el estreno de la figura de la reelección estas salidas en falso le hacen mucho daño al proceso político, más cuando, es la casa de Nariño el sitio que sirve de base para tanto desafuero. Deberían aprenderse algunas lecciones: Separar la campaña de los actos de gobierno; nunca utilizar a un civil sin ninguna función dentro del gobierno, como es el caso del Doctor Juan Manuel Santos, para encender este tipo de debates preelectorales con acusaciones que competen al ejecutivo; contener al doctor ternura y por último aconsejar al presidente para que en estos caso no permita que los excesos lleguen tan lejos, más cuando son tan previsibles.