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miércoles, octubre 01, 2014

LOS DIALOGOS DE LA HABANA COLOMBIA




Es necesario recordarle a los críticos exacerbados que la agenda de la habana establece unos protocolos, los que hasta ahora se cumplen a cabalidad con absoluto respeto de las partes. En cada tema se han  superado las diferencias y establecido convergencias, lo que les ha permitido firmar cada uno de los puntos puestos sobre la mesa, después de amplias conversaciones. Hasta la fecha, si no estoy mal, están en la etapa final, que tiene que ver con la reparación de las víctimas, la situación legal de los victimarios, el perdón, la restitución y reparación de las mismas.
He querido tocar de nuevo el tema de los diálogos y acuerdos por varias razones. La primera, que el gobierno  no actúa de manera homogénea, en un momento donde debiera existir una sola vocería. Parece que el ministro de defensa no ha entendido lo que está en juego, se le olvido que se decidió desde el principio dialogar sin el cese al fuego y obvio que esta decisión tiene consecuencias. A nadie se le debe cercenar el derecho de opinión, esta descontado, lo que no puede hacer el ministro es hablar como si no hiciese parte del ejecutivo, quien entre otra cosa,  se la está jugando por un tema de la más alta envergadura, pese a las críticas, continua con las conversaciones con el grupo de insurgencia, después de 50 años de conflicto, guiado no solo por la convicción en lo que hace, sino por los adelantos de la agenda propuesta que conoce muy bien. Las declaraciones del ministro van en contravía de la política de gobierno.
Lo que está sucediendo me recordó un texto del filósofo Habermas, quien hace un análisis de la validez de los actos del estado desde la perspectiva de la sociedad y el derecho, con una lucidez impresionante en uno de sus mejores textos: “Facticidad y validez”, ensayo que cae como pedrada en ojo tuerto sobre lo que está sucediendo en Colombia.
Este es un análisis de la A la Z sobre la legitimidad de la democracia, que va más allá del derecho y los actos simbólicos de la democracia. En el capítulo 8 y 9 habla de la política deliberativa, aspecto consustancial de las democracias, que desde la intersubjetividad reafirma y legitima la democracia por encima de las plataformas tradicionales que la soportan: el sufragio, la soberanía, las teorías contractualistas, la división de los poderes, la representación, para solo citar algunas, las cuales son de absoluta importancia.
Habermas después de reconocer la importancia de la norma, entra a desmenuzar eso que llama, sociología de la democracia, que está por encima de la misma, de los soportes aportados por la teoría del estado, del derecho, en todas sus manifestaciones, en el texto establece: “Hasta aquí hemos venido sosteniendo a examen desde el punto de vista del derecho una tensión entre facticidad y validez, que es inminente al derecho mismo. En lo que sigue el tema será la relación externa entre facticidad y validez, es decir la tensión que se da entre auto-comprension normativa del estado de derecho, explicada en términos de teoría del discurso y la facticidad social de los procesos políticos”.  Ya la relación entre poder y la autodeterminación de los ciudadanos actualmente se articula de múltiples maneras y esta es una de las formas de expresión de la democracia  por fuera de los canales tradicionales que reafirma la legitimación de la misma. La democracia, no solo se debe a la norma, ni a los actos del estado, ni al discurso, ni a la administración, muy a pesar de la importancia de cada uno de estos componentes, está por encima de estas variables, descifrar desde el poder esta relación es de suma importancia. Aquí entra el tema de las deliberaciones, entre otros, que se conecta con lo que sucede en la Habana. La respuesta es que los diálogos, las deliberaciones con la participación de la sociedad, sustentan la democracia por encima de los poderes que la anteceden. Es una facultad que la legitima y la expresa. Los Diálogos de la Habana, las reacciones que se producen, la documentación que surge a propósito del tema, las discusiones adentro del escenario de los acuerdos y por fuera, hacen parte legitima de esa otra parte del estado que está por fuera de la normatividad y el derecho y que son parte de una realidad social, por lo tanto, dentro del contexto teórico del filósofo Habermas constituyen un marco a tener en cuenta por fuera de consideraciones legales, que parecen des-legitimarlas, según los críticos consumados del proceso. El tema es mucho más profundo de lo que imaginamos y da para largo, pero está claro que la mirada al proceso no puede hacerse de manera sesgada, los acuerdos de la Habana son parte de una realidad social paralela al estado de derecho y están legitimados por los propósitos que persigue, no solamente porque de ellos depende gran parte del futuro de la nación, sino porque tienen la fuerza de decidir sobre gran parte de los temas que afectan a la población colombiana.