Powered By Blogger

domingo, junio 14, 2009

PREOCUPACION POR LA CIUDAD DE MEDELLIN

Colombia ha sufrido todas las violencias y de la peor manera. Su historia esta cargada de dolor y desde su nacimiento como república, sobre sus gentes y suelos se han volcado infinidad de guerras civiles, entramamientos políticos que terminan en conspiraciones y asesinatos que han significado la perdida inconmensurable de sus mejores lideres, violencia común y en las últimas décadas, narcotráfico, paramilitarismo, desapariciones forzadas y desplazamientos de grandes masas de la población ocasionadas por grupos al margen de la ley. Esto demuestra que el pacto político que hemos realizado no ha cumplido con sus objetivos, que existe inequidad en términos generales y que poco ha poco, por ausencia del estado, se ha enquistado la violencia en el imaginario colectivo como único presupuesto para resolver nuestras diferencias. La historia de la violencia en Colombia constituye un icono y curiosidad para muchos estudiosos. Algunas ciudades han sido especiales dentro de este panorama. Medellín ha sufrido este flagelo y estamos lejos de realizar un análisis serio del fenómeno en todo su contexto político y social. Jorge Giraldo Ramírez en un estudio para la universidad Eafit, sobre conflicto armado y violencia homicida en Medellín, como preámbulo ha su estudio establecía: “La exposición asume que el problema de la violencia en Medellín es complejo, esto es, que debe hablarse propiamente de violencias en la medida en que se presenta una confluencia del conflicto armado, con expresiones violentas propias de la criminalidad organizada, las manifestaciones más típicas de la violencia difusa, publicidad de formas a veces ocultas –como la violencia intrafamiliar– e, incluso, usos indebidos de la fuerza física por parte de las autoridades.”[1] Esta ciudad tiene idiosincrasia muy particular: es industrial, emprendedora, excesivamente trabajadora, su gente tiene fama de negociante, de cierta manera ávida por el dinero, con cierto espíritu judio, hasta el punto que su apetito inquebrantable por él, le ha creado un culto maligno, que ha hecho que las nuevas generaciones lo consigan de cualquier forma. Aquí la violencia constituye una trama con fronteras muy difíciles. El mismo autor contextualizaba al respecto: “En Colombia, los estudios recientes sobre el tema han mostrado que los homicidios comunes y políticos se comportaron de manera similar durante largo tiempo, al menos en las décadas de 1970 y 1980, lo que “puede ratificar el papel catalizador de la criminalidad organizada en la violencia política” (Gutiérrez, 2006: 484). En general, una corriente importante de la literatura establece fuertes vínculos entre la actividad guerrillera y paramilitar con el incremento del crimen (Levitt y Rubio, 2002; Sánchez, Díaz y Formisano, 2003). Barrera observó que las “municipalidades con más ataques de la guerrilla muestran más crímenes” y que “los años con más ataques también presentan las tasas más altas de criminalidad” (2004: 15). Estas conclusiones, que se sobreentendían siempre válidas para municipios pequeños, mostraron ser aplicables a grandes ciudades como Medellín.” Durante la administración de Sergio Fajardo, después de que esta ciudad sufrió la violencia inclemente del narcotráfico y el peor deterioro del tejido social por la creación de una cultura del dinero fácil y el incremento de las bandas delincuenciales, sustentadas en los grandes capitales que maneja este negocio, Medellín parecía haber entrado en un proceso de reingeniería social, que implicaba sembrar de nuevo sociedad, con respeto a la ley y basado en oportunidades. Vivimos cuatro años de significativa paz. Pero de manera abrupta, después de la extradición de algunos paramilitares que tenían el control de grandes zonas de la ciudad, la violencia, el sicarito y el bandididaje volvieron ha tomarse la ley por sus manos, pues algunos de estos varones mantenian el control de las bandas criminales y la paz era producto de la desmovilización de sus hombres, pero esto nunca significo un desmantelamiento de sus aparatos militares y menos de la jerarquias de poder que encubren . Hoy, vivimos una tensión alta, se producen asesinatos indiscriminados y el control parece haberse salido de madre. Las autoridades no han podido controlar las bandas que se disputan el poder y lo que es peor, el ciudadano del comun mientras esta situación no lo toque, se hace el indiferente, con el item que las estadisticas han superado los indices normales de violencia y sicariato, llegando a un punto de absoluta gravedad. Es indispensable convocar de nuevo a las fuerzas vivas de la ciudad y retomar los caminos de la seguridad y buena convivencia. Esta claro que se han implementado políticas muy serias en educación, reinserccion e inclusión de parte del gobierno nacional y municipal, además de proyectos de cubertura total en educación con la inauguración de bilblotecas y planteles de primer orden, tendientes a generar una nueva actitud en los jovenes, basada en el conocimiento y el compromiso. Lo que está demostrado, es que lo hecho hasta ahora no basta y deberá apoyarse con programas mucho más intensos y constantes, Medellín no puede caer de nuevo en manos de los violentos. De nosotros depende que esto no suceda. Amanecera y veremos
[1] http://www.banrep.gov.co/documentos/conferencias/medellin/2007/Confl-urb-hom.pdf