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sábado, enero 12, 2019

MARIA TERESA URIBE DE HINCAPIE



La muerte de esta académica e investigadora colombiana es una pérdida irreparable para las ciencias humanas, por sus grandes aportes en los estudios históricos, sociológicos y en sus análisis genealógicos sobre nuestro pasado y realidad, que inexplicablemente, con contadas excepciones de algunas publicaciones locales, no ha tenido los homenajes que su trayectoria amerita, su legado está representado en trabajos de una profundidad y calidad que está por fuera de toda discusión y que por fortuna, la universidad de Antioquia de Colombia ha sabido valorar y divulgar. “Era licenciada de Sociología de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín y Magister de Planeación Urbana de la Universidad Nacional, sede Medellín. Se dedicó a la docencia y a la investigación en la Universidad de Antioquia, donde le fue otorgado, en 2015, el titulo Honoris Causa de Doctora en Ciencias Sociales, una de las máximas distinciones que la academia puede entregar. Fue una maestra, en todo el sentido de la palabra. Comenzó sus estudios en Pereira, pero fue en Medellín donde desarrolló toda su carrera académica, que la hizo celebre en el mundo de la sociología y que le valió diversos reconocimientos como la Antioqueña de Oro y el Premio a la Investigación de la Universidad de Antioquia”. El periódico del tiempo trajo una descripción puntual que la defina a cabalidad: “No es mediática. Su vida ha transcurrido de espaldas a los reflectores. Lo suyo ha sido la investigación, la lectura, la escritura de libros, ensayos, artículos. María Teresa Uribe de Hincapié le ha dado cara a la reflexión en grupos pequeños, a la conversación alrededor de un tinto y en las aulas de clase en la Universidad de Antioquia, en donde permaneció, feliz, desde 1973 hasta el 2007. Estas actividades intelectuales propias de la profe, no ‘maestra’ y ni siquiera ‘profesora’, como le gusta que se la nombre, han trascendido la frontera de Antioquia. Su obra es estudiada en todo el país y referenciada en cientos de trabajos de académicos consagrados y de estudiantes de doctorados y maestrías”.






En esta misma publicación trae a colación el talante de su trabajo, que realmente es de una hondura y profundidad absoluta, miremos: “Muestra de su creatividad la constituye el ensayo ‘Estructura social de Medellín en la segunda mitad del siglo XIX’, publicado en el libro Historias de Medellín, 1996, que escribió a partir del relato de la gran procesión que se hizo el 24 de noviembre de 1875, en la celebración del segundo centenario de su fundación.

La socióloga describe, en el estricto orden en que desfilaron, a los participantes y se ocupa, también, de los que no fueron nombrados, y caracteriza a la sociedad antioqueña y su desarrollo: “No es de extrañar que el comercio y la minería fuesen los estamentos o sectores sociales mejor representados y más destacados en la procesión cívica, pues también lo eran en la realidad social de la ciudad. El comercio fue, sin lugar a dudas, el eje estructurante de la vida medellinense del siglo XIX, lo que marcó su ethos sociocultural y los referentes colectivos de identidad. Su importancia social estaba dada por la capacidad de articular otras actividades económicas como la minería y la agricultura, y por haber constituido la trama sobre la cual se desarrollaron las funciones del crédito, la banca, el transporte y lo seguros. Esa noción era clara y evidente para los medellinenses y, por eso, bajo la divisa y las banderas del comercio, desfilaron los representantes de todas las actividades económicas afines”…“Llama la atención que un estamento tan importante para un pueblo mercantil, como los arrieros y los cargueros o silleteros, casi todos residentes en Aguacatal y El Poblado, estuviesen excluidos del evento; más si se tiene en cuenta lo que ha significado para las generaciones posteriores los mitos del arriero y del silletero. Pero en la época no se les otorgaba ningún reconocimiento, aunque en muchas oportunidades actuaron como gremio para reclamar a la administración del estado regional la disminución del peaje por el mal estado de las vías. “Tampoco estaban los pequeños comerciantes, las vivanderas, los leñateros o carboneros, los artesanos menores, los mineros independientes, los pulperos y tenderos, los sirvientes domésticos, los empleados y dependientes de los almacenes, los bancos y las oficinas públicas. No estaban las mujeres –salvo las alumnas de la Filarmónica– ni siquiera las de la clase alta acompañando el estandarte de la Sociedad del Sagrado Corazón, asociación fundada por ellas; tampoco el gremio de institutores y de otras profesiones liberales. Ausencias que se resaltan si se compara la visión que presentaba el desfile con la visión que ofrecían los censos de población, en los cuales se consignaban oficios y actividades en la Villa durante el siglo XIX”. Y concluye: “En el siglo XIX Medellín fue algo más que misa, rosario y salve, que grandes tiendas, bancos y barras de oro, y que moralidad y progreso. Aquí tuvieron lugar las utopías libertarias de los radicales, las propuestas igualitaristas y fraternales de los artesanos, la vida alegre y despreocupada de los bohemios y artistas, y la delincuencia en todas sus modalidades. En fin, una ciudad caleidoscópica, contradictoria y llena de aciertos y de mezquindades, que como Medusa tuvo muchos rostros y facetas”.
Voy a tomar un texto específico: “Un retrato fragmentado,  ensayo sobre la vida social, económica y política de Colombia, - siglo XIX y XX”, un trabajo entre muchos, que empieza con un análisis de la estructura social de Medellín en la segunda mitad  del siglo XIX, para irse adentrando en temas específicos, todos tratados desde la esclerótica de la socióloga, con una prosa literaria clara, lúcida, estéticamente sin ninguna discusión, que pese a la temática son de fácil lectura y donde se capta toda la formación academia de quien abrevo en los mejores autores de la sociología, la historia y la filosofía del siglo XX. Recordemos que en nuestro país, con toda la influencia Europea, que va desde los estudios clásicos hasta los escritos que rematan con Foucault, Paul Recaer, desde la mitad del siglo anterior se despertó un interés por nuestra historia, por la genealogía de nuestros problemas más puntuales, con el nacimiento de las facultades de sociología, se empezaron a realizar trabajos que fueron llenando un vació en la comprensión de nuestro pasado que tuvieron en esta mujer una representante digna, con trabajos que todos debemos leer para entender mejor nuestra caótica realidad.  
Voy a dejarles una muestra de la pluma de esta investigadora: “Los fenómenos de la violencia en Colombia son algo más que coyunturales; constituyen un eje perviviente en la historia del país. De allí la necesidad de abordarlos no sólo a la luz de la crisis actual sino también en la larga duración, en la perspectiva de la diacronía, pues es allí donde puede encontrarse una alternativa interpretativa que dé cuenta de la especificidad del fenómeno en Colombia sin caer en los lugares comunes que nada explican o, en su defecto, en el fraccionamiento empírico de la realidad violenta (la violencia política, delincuencial, oficial, étnica, etc.) lo que se queda en la mera clasificación de los fenómenos, aportando pocas luces a su comprensión”. Su obra es extensa y ordenada, sus trabajos respondían a un eje  de trabajo serio y riguroso, a mis lectores les invito a buscar algunos de los trabajos más emblemáticos que por fortuna están en la red.