La muerte de esta académica
e investigadora colombiana es una pérdida irreparable para las ciencias
humanas, por sus grandes aportes en los estudios históricos, sociológicos y en
sus análisis genealógicos sobre nuestro pasado y realidad, que
inexplicablemente, con contadas excepciones de algunas publicaciones locales,
no ha tenido los homenajes que su trayectoria amerita, su legado está representado
en trabajos de una profundidad y calidad que está por fuera de toda discusión y
que por fortuna, la universidad de Antioquia de Colombia ha sabido valorar y
divulgar. “Era licenciada de Sociología de la Universidad Pontificia
Bolivariana de Medellín y Magister de Planeación Urbana de la Universidad
Nacional, sede Medellín. Se dedicó a la docencia y a la investigación en la
Universidad de Antioquia, donde le fue otorgado, en 2015, el titulo Honoris
Causa de Doctora en Ciencias Sociales, una de las máximas distinciones que la
academia puede entregar. Fue una maestra, en todo el sentido de la palabra.
Comenzó sus estudios en Pereira, pero fue en Medellín donde desarrolló toda su
carrera académica, que la hizo celebre en el mundo de la sociología y que le
valió diversos reconocimientos como la Antioqueña de Oro y el Premio a la Investigación
de la Universidad de Antioquia”. El periódico del tiempo trajo una descripción
puntual que la defina a cabalidad: “No es mediática. Su vida ha transcurrido de
espaldas a los reflectores. Lo suyo ha sido la investigación, la lectura, la
escritura de libros, ensayos, artículos. María Teresa Uribe de Hincapié le ha
dado cara a la reflexión en grupos pequeños, a la conversación alrededor de un
tinto y en las aulas de clase en la Universidad de Antioquia, en donde
permaneció, feliz, desde 1973 hasta el 2007. Estas actividades intelectuales
propias de la profe, no ‘maestra’ y ni siquiera ‘profesora’, como le gusta que
se la nombre, han trascendido la frontera de Antioquia. Su obra es estudiada en
todo el país y referenciada en cientos de trabajos de académicos consagrados y
de estudiantes de doctorados y maestrías”.
En esta misma
publicación trae a colación el talante de su trabajo, que realmente es de una
hondura y profundidad absoluta, miremos: “Muestra de su creatividad la
constituye el ensayo ‘Estructura social de Medellín en la segunda mitad del
siglo XIX’, publicado en el libro Historias de Medellín, 1996, que escribió a
partir del relato de la gran procesión que se hizo el 24 de noviembre de 1875,
en la celebración del segundo centenario de su fundación.
La socióloga describe,
en el estricto orden en que desfilaron, a los participantes y se ocupa,
también, de los que no fueron nombrados, y caracteriza a la sociedad antioqueña
y su desarrollo: “No es de extrañar que el comercio y la minería fuesen los
estamentos o sectores sociales mejor representados y más destacados en la
procesión cívica, pues también lo eran en la realidad social de la ciudad. El
comercio fue, sin lugar a dudas, el eje estructurante de la vida medellinense
del siglo XIX, lo que marcó su ethos sociocultural y los referentes colectivos
de identidad. Su importancia social estaba dada por la capacidad de articular
otras actividades económicas como la minería y la agricultura, y por haber
constituido la trama sobre la cual se desarrollaron las funciones del crédito,
la banca, el transporte y lo seguros. Esa noción era clara y evidente para los
medellinenses y, por eso, bajo la divisa y las banderas del comercio,
desfilaron los representantes de todas las actividades económicas afines”…“Llama
la atención que un estamento tan importante para un pueblo mercantil, como los
arrieros y los cargueros o silleteros, casi todos residentes en Aguacatal y El
Poblado, estuviesen excluidos del evento; más si se tiene en cuenta lo que ha
significado para las generaciones posteriores los mitos del arriero y del
silletero. Pero en la época no se les otorgaba ningún reconocimiento, aunque en
muchas oportunidades actuaron como gremio para reclamar a la administración del
estado regional la disminución del peaje por el mal estado de las vías. “Tampoco
estaban los pequeños comerciantes, las vivanderas, los leñateros o carboneros,
los artesanos menores, los mineros independientes, los pulperos y tenderos, los
sirvientes domésticos, los empleados y dependientes de los almacenes, los
bancos y las oficinas públicas. No estaban las mujeres –salvo las alumnas de la
Filarmónica– ni siquiera las de la clase alta acompañando el estandarte de la
Sociedad del Sagrado Corazón, asociación fundada por ellas; tampoco el gremio
de institutores y de otras profesiones liberales. Ausencias que se resaltan si
se compara la visión que presentaba el desfile con la visión que ofrecían los
censos de población, en los cuales se consignaban oficios y actividades en la
Villa durante el siglo XIX”. Y concluye: “En el siglo XIX Medellín fue algo más
que misa, rosario y salve, que grandes tiendas, bancos y barras de oro, y que
moralidad y progreso. Aquí tuvieron lugar las utopías libertarias de los radicales,
las propuestas igualitaristas y fraternales de los artesanos, la vida alegre y
despreocupada de los bohemios y artistas, y la delincuencia en todas sus
modalidades. En fin, una ciudad caleidoscópica, contradictoria y llena de
aciertos y de mezquindades, que como Medusa tuvo muchos rostros y facetas”.
Voy a tomar un texto específico:
“Un retrato fragmentado, ensayo sobre la
vida social, económica y política de Colombia, - siglo XIX y XX”, un trabajo
entre muchos, que empieza con un análisis de la estructura social de Medellín
en la segunda mitad del siglo XIX, para
irse adentrando en temas específicos, todos tratados desde la esclerótica de la
socióloga, con una prosa literaria clara, lúcida, estéticamente sin ninguna
discusión, que pese a la temática son de fácil lectura y donde se capta toda la
formación academia de quien abrevo en los mejores autores de la sociología, la
historia y la filosofía del siglo XX. Recordemos que en nuestro país, con toda
la influencia Europea, que va desde los estudios clásicos hasta los escritos
que rematan con Foucault, Paul Recaer, desde la mitad del siglo anterior se
despertó un interés por nuestra historia, por la genealogía de nuestros
problemas más puntuales, con el nacimiento de las facultades de sociología, se empezaron a realizar trabajos que fueron llenando un vació en la comprensión de nuestro pasado que
tuvieron en esta mujer una representante digna, con trabajos que todos debemos
leer para entender mejor nuestra caótica realidad.
Voy a dejarles una
muestra de la pluma de esta investigadora: “Los fenómenos de la violencia en Colombia
son algo más que coyunturales; constituyen un eje perviviente en la historia
del país. De allí la necesidad de abordarlos no sólo a la luz de la crisis
actual sino también en la larga duración, en la perspectiva de la diacronía,
pues es allí donde puede encontrarse una alternativa interpretativa que dé
cuenta de la especificidad del fenómeno en Colombia sin caer en los lugares
comunes que nada explican o, en su defecto, en el fraccionamiento empírico de
la realidad violenta (la violencia política, delincuencial, oficial, étnica, etc.)
lo que se queda en la mera clasificación de los fenómenos, aportando pocas luces
a su comprensión”. Su obra es extensa y ordenada, sus trabajos respondían a un eje de trabajo serio y riguroso, a mis lectores
les invito a buscar algunos de los trabajos más emblemáticos que por fortuna
están en la red.