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viernes, septiembre 29, 2023

LA VORAGINE CIEN AÑOS DE UNA NOVELA TUTELAR DE NUESTRAS LETRAS

Transcribo este excelente ensayo corto sobre la novela colombiana escrita por José Eustasio Rivera, escrita por Myrian Bautista para el periódico "El tiempo" de Colombia. Cesar H Bustamante


 Tal vez, por esta última razón, las dos profesionales, desde hace algunos años, comenzaron a trabajar en un proyecto que, además de reeditar la mejor edición de la novela – de las decenas que se han hecho – publicara los cuatro mapas que muestran el recorrido de su protagonista, Arturo Cova; los testimonios de especialistas con aspectos reveladores y documentos que permanecían empolvados en archivos casi sin consultar. Al final, lograron su cometido y colmaron casi todas sus expectativas.



La tarea podía resultar repetitiva. La vorágine, como se sabe, es una novela con variedad de ediciones y estudios múltiples entre nosotros y en muchas otras latitudes.
Uno de esos estudios, tal vez el más ambicioso y que sigue considerándose como uno de los mejores, reunió comentarios de decenas de expertos nacionales y extranjeros, fue el que apareció bajo el título de “LA VORAGINE: Textos críticos. Compilación de Montserrat Ordóñez Vila”, de Alianza Editorial Colombiana de 1987.

Esta enjundiosa recopilación fue trabajada directamente por Erna con su autora, en clase que dictaba la aguda y siempre curiosa catalana, nacionalizada en Colombia, Montserrat Ordóñez, en la universidad de Los Andes, en los años ochenta.

Desde esos días Erna quedó con la espinita de investigar aspectos geográficos, sociológicos, políticos y culturales que ameritaban ser estudiados más a fondo.
Lo comentó con su colega Margarita quien de inmediato encontró muy válido ese interés intelectual y se reunieron para escribir un proyecto que equivalía a levantar un Atlas de La Vorágine, con el paso de los días y ante el descomunal tamaño del trabajo, lo redujeron.

Lo primero que hicieron fue replicar el viaje que casi cien años atrás emprendieron Arturo Cova y Alicia, los protagonistas de esta “gran novela de la selva”, como fue calificada por el escritor argentino Horacio Quiroga.

“En 1922 Rivera fue secretario de una de las comisiones que demarcaron la frontera colombo-venezolana; así conoció todo el llano y la región cauchera del Orinoco. De estos viajes y exploraciones nació su obra”, escribió Eduardo Camacho Guizado, en uno de sus libros.

Y por ser el periplo por esa zona esencial al relato, las investigadoras comenzaron replicándolo.

“No fue un viaje de una, como el que hicieron Arturo y Alicia, sino por etapas. Estuvimos en el Casanare, Orocué; por el Meta, por el Vichada para salir al río Orinoco; por San Fernando de Atabapo, en Venezuela. Llegamos al Alto Río Negro y visitamos hasta Iquitos y Manaos, ciudades ligadas al caucho”, nos cuenta Margarita.

Y la hipótesis de ellas se confirmó: casi un siglo después de haber sido escrita la novela quedaban aspectos por investigar, por desarrollar y comunicar.

Después de visitar ese territorio, las investigadoras se sumergieron en otros relatos paralelos e indagaron por las transformaciones de la región. Trabajo que se materializó en el libro “La vorágine. Una edición coreográfica”, editado por Los Andes a comienzo de este año y que ha recibido halagos por su audaz enfoque.

Materia prima

“La vorágine salió a la venta por primera vez en Bogotá el 25 de noviembre de 1924, publicada por la Editorial Cromos, Luis Tamayo y Cía. (y no, como se afirma en la página de Wikipedia, en la Editorial A.B.C. de Yopal). Al año siguiente, en 1925, la Editorial Minerva publicó una segunda edición y, una tercera, en 1926. En estas dos ediciones, el autor introdujo numerosos cambios, en un intento por corregir lo que los críticos señalaron como “demasiada cadencia” y un excesivo tono lírico. En 1927 se publicó una reimpresión de la tercera edición, que se conoce como la cuarta.

En abril de 1928, Rivera viajó a Nueva York. Al poco tiempo de su llegada fundó la Editorial Andes e inició gestiones tanto para hacer traducir La vorágine al inglés como para adaptar la novela al cine. Nuevamente corrigió el texto y con ayuda de un impresor publicó la quinta edición…

…El cambio más notorio, y que esta edición quiere reparar, es la supresión de los mapas…Aquí se incluyen y se insertan, como en la edición de 1928, dos al comienzo y dos al final del texto de la novela.” Se lee en la nota introductoria de la Edición Cosmográfica, escrita por Erna von der Walde.

Otras novedades

José Eustasio Rivera (San Mateo-Rivera, Huila, 19 de febrero de 1888 – Nueva York, 1 de diciembre de 1928), también se destacó con lucidez en el terreno poético.

Foto: 

Archivo EL TIEMPO

Como lo anotan las editoras académicas reunieron en su libro, de voz propia o por colaboraciones, aspectos que hoy se denominan como etnográficos, sociológicos, geográficos, históricos, científicos y económicos con precisión y detalle, para brindar una lectura didáctica y sorpresiva.

Entre los autores que seleccionaron para acompañar, la que podría ser para muchas personas, su primera lectura y para otras su repetición, figuran escritos de Alexander Von Humboldt, Agustin Codazzi, Rafael Uribe Uribe, Roberto Pineda Camacho y Roberto Franco, este último con un texto extraído de su Historia de Orocué, bajo el título de “Garceros y Plumas de Garza”.

Margarita cuenta que uno de los antecedentes comerciales más importantes de la región fue el negocio de plumas de garza que, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, se convirtió en una de las actividades más lucrativas porque esas plumas ornamentales que se tasaban a muy buenos precios provenían de tan solo tres partes del mundo: las de las garzas del Orinoco, las de los avestruces del África y las de las aves del paraíso de Nueva Guinea.

Se realizaban subastas de estas plumas, como hoy de obras de arte, en Paris, Ámsterdam y Nueva York. Las plumas se utilizaban para adornar los sombreros de hombres y mujeres elegantes, en sofisticados collares y en prendas de vestir únicas. Al comienzo del auge de estas plumas se recogían las que botaban las garzas andariegas, consideradas de menor valor y nombradas “muertas”, por esto los habitantes de este territorio se dedicaron a cazarlas para extraer las de mayor valor, denominadas “vivas”. Hubo masacres y con los años las garzas del Orinoco estuvieron a punto de desaparecer.

El artículo del antropólogo Roberto Franco es bastante ilustrativo sobre el particular.


El nuevo turismo

El hato llanero, otro de los protagonistas de La vorágine, se está acabando. Esa fue otra de las constataciones de las editoras. “Volamos desde Villavicencio hasta La Primavera en el Vichada, y lo que veíamos era que primaban grandes extensiones de monocultivos de palma o de soya. De los hatos de la novela quedaban muy pocos. Como en la zona cafetera, estas viviendas se volvieron atractivo turístico. Un número grande ha sido transformado en hoteles lujosos que incluyen actividades exóticas y muy propias de esa zona.

Se ofrecen cabalgatas en las mañanas con comidas de la región y por las noches fogatas a la orilla de los ríos para ver caimanes y otros animales raros.” Explica Margarita.

Extermino de los indígenas

Y si la valiente y radical denuncia de José Eustasio Rivera en su novela y por otros medios de las cacerías de indios, para sacarlos de sus tierras, guahibiadas, se bautizaron y duraron hasta los años 80, ya no ocurren, por fortuna, el desalojo de la población indígena se da ahora de manera distinta pero igualmente nociva. En la actualidad el proceso de concentración de tierras y su acaparamiento por terratenientes ha arrinconado a los indígenas en sus resguardos, sin posibilidad de trabajar ni ampliar su frontera agrícola.

En esta edición cosmográfica se publica una carta de Rivera escrita en 1928 a Henry Ford, encontrada por las editoras en una de las tantas exploraciones en archivos muy empolvados, en uno de cuyos apartes de esta misiva se lee: “…Por desgracia, Mr. Ford va a colonizar las selvas cuando ya están desiertas. Más de treinta mil indios fueron exterminados en la sola hoya del Putumayo, en trabajos de caucheras, bajo la acción del látigo, del garrote y de la castración. He tenido en mis manos fotografías de capataces que regresaban a sus barracas con cestas o mapires (cestas de palma) llenos de orejas, senos y testículos, arrancados a la indiada inerme, en pena de no haber extraído todo el caucho de la tarea que les imponían los patronos. En el informe que Sir Roger Casement rindió a la Cámara de los Comunes estampó esta verdad inconclusa: “Entre los dueños de caucheras del Putumayo no se considera el asesinato como crimen.”

Cambios geográficos

Otro hallazgo al que se refiere Margarita con precisión es a la recomposición de pueblos y ciudades al cumplirse el centenario de la novela. “Yopal, por ejemplo, que era un pueblo paradero de quienes llevaban ganado de otras regiones es hoy en día una ciudad impresionante. Orocué que era en esos años la ciudad importante, ahora ya no lo es. La parte histórica de Orocué fue construida en esa época y de la plata que se movía dan cuenta las imponentes construcciones de arquitectura republicana que se pueden admirar, aunque ya muy averiadas por el paso de los años y por el poco cuidado que se les da.

En Orocué hubo consulados de Alemania y de Francia. Esa ciudad era la conexión del Orinoco con el Atlántico. Tuvo una importante compañía de navegación perteneciente a José Bonnet.


En Orocué esta la casa donde vivió Rivera. Llegó como abogado para atender innumerables litigios sobre tierras. Esa actividad le permitió conocer a los habitantes de la región y se basó en la vida de muchos ellos para crear los personajes de su novela. En la primera y segunda edición publicó fotos de algunos de ellos, como la imagen de Clemente Silva, dueño de una de las caucheras más prósperas. Allí tiene su sede la Fundación La vorágine que creó un museo bien acondicionado, según la antropóloga Margarita Serge. En Yopal se ofrece un recorrido turístico por las rutas de La vorágine, y se encuentran varios proyectos en desarrollo para celebrar por todo lo alto este centenario.

Más tareas

Y aunque es de no creer quedan cosas por hacer. “Comenzamos este libro con un proyecto mucho más amplio, algo así como el Atlas de La vorágine, para mirar las conexiones de la novela con la economía y la sociología no solo local sino global. La economía del caucho es global, ciudades de Inglaterra, de Francia, de Estados Unidos tenían injerencia directa en la región, así como el comercio de las plumas. De hecho, estoy trabajando algunos de esos aspectos”, confirma Margarita.

A los proyectos regionales de exposiciones, coloquios y más turismo por la ruta de La vorágine se une el libro de los escritores antioqueños Pablo Montoya y Juan Carlos Orrego, que reunirá ensayos novedosos.

Estas noticias las comparte Margarita Serge como adelanto al centenario de este relato que sigue avivando polémicas y disparidad de criterios y en donde entra a jugar en la delantera la Edición Cosmográfica que estas dos editoras e investigadoras han realizado y que ya es punto de partida obligatorio para hablar de la obra más conocida de don José Eustasio Rivera y de la literatura nacional.

Myriam Bautista
ESPECIAL PARA EL TIEMPO