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domingo, noviembre 23, 2014

PROLOGO AL LIBRO EPIFANÍA DE LAS PALOMAS DE ELKIN URIBE

En la poesía se encuentra lo esencial del lenguaje, lo más cercano al ser, que no siempre se expresa  en palabras.  Freud tuvo la virtud de descifrar lo intrincado de la naturaleza humana y lo absolutamente contradictoria, el hombre, cuando habla, encubre, el inconsciente guarda más de lo que podemos imaginar, las palabras nos hacen diferentes, son nuestra mayor riqueza y problema, aun así, cuando soñamos no lo hacemos siempre con palabras, lo que significa que el conocimiento y la intuición son anteriores al lenguaje, paradójicamente solo nos expresamos a través del mismo en el mundo inteligible.  Valery escribió que la poesía radica exclusivamente “en la virtud encantadora del lenguaje”[1].
Este libro está hecho con la pasión irrenunciable de quien entendió que solo a través de la poseía podría expresar  todo la naturaleza humana, sus grandes interrogantes y por lo tanto las  visiones sobre la vida, las relación con el otro y su entorno. Eso que denominamos con cierto racionalismo, la filosofía de la vida.
He compartido con Elkin muchas conversaciones sobre poesía en una amistad entrañable. Tal vez esto le quita a este prólogo, que siempre sobran, parte de la objetividad.  Justificar la vida en su que-hacer poético no es fácil. En largas conversaciones, hemos concluido que su amor por el verso y el lenguaje es su pasión, lo justifica, hecho que sirve de coartada para justificar cualquier desencanto de los lectores con este texto, en todo caso estos versos expresan la visión de un hombre sobre la vida en su inconmensurable dimensión.
Me preguntó a propósito de este prologo sí uno decide ser poeta, sí alguna vez Paz, Borges, Neruda, se anticiparon al descubrimiento que definiría su vida, el hecho es que, solo las letras justificarían su existencia, la pregunta es: Cómo descubrieron esta realidad.  Siempre hay un momento, cuando uno siente el llamado, siente el éxtasis, se conmueve, ante un verso, una recitación o una lectura. Elkin con tan solo catorce años, al escuchar un verso, se sintió absolutamente impactado, en ese instante empezó a leer todo lo que encontraba de poesía, abrevo en el romancero español, en Quevedo, Gongora y en Jose Maria Peman, un excelso sonetista, que lo deslumbraría y le daría muchas herramientas para su poesía, quien marcará siempre su creación.
Pienso que el verso libre es lo mejor que le ha pasado a la poesía y es en esta libertad que prevalecerá sobre la prosa y cierta impostura del positivismo arraigado de estos tiempos, sobra decir que en prosa igualmente se han escrito hermosos poemas. Reconozco el encanto que le produce a Elkin, el soneto, el cuarteto, el poema endecasílabo, adora en esta línea a Rubén Darío, todo el romancero español, los grandes poetas de Antioquia Colombia. Esto no quiere decir que no abreve en otras formas. Es un enamorado del Haiku y de aquellos poemas libres, que en pocas palabras logran atrapar un universo.
Esa disyuntiva entre lo racional y lo emocional, entre el pensar, en términos de esa metafísica del lenguaje expresada por los filósofos griegos y, la emoción en la poesía, parece no afectar a Elkin. Este hombre siente que la emoción marca la existencia en su totalidad, el hombre es puro sentir, el lenguaje necesita de las herramientas de la lógica, pero no debe dejarse engañar por sus imposturas, no puede olvidar su naturaleza: Con una sonrisa para la alegría/ y una lagrima para el dolor/ ¡Ah!..y también hay un hombre/que consuela en la desgracia/ y que gime con amor. Está la vida/..Está el amor/ Todo está….todo…
Andrés Holguín, el gran crítico colombiano fallecido hace muchos años escribía en uno de sus excelente ensayos, tomando a Valery: “ Y sobre todo que la poesía parece ser, no esa laboriosa tarea métrica, no esa técnica melódica, sino ese clima o esa atmosfera, más vecina del sueño que del análisis, más próxima a la intuición que al cálculo, más cercana al presentimiento que al razón, y que es siempre, un milagro cambiante, oscuro, indescifrable y, como tal, imposible de reducir a fórmulas”.  Adelante agrega: “El racional y el poético. Son dos visiones del universo. Quizá más orgullosa y optimista la primera; un poco pesimista, pero seguro más humana la segunda”. Así lo entiende Elkin, por ello su poesía es  una interpretación de la vida desde lo más profundo del ser solo a través de sus versos: Mi juventud recorre cascadas de pensamientos/mi alma gime sola en las noches de soledad/ mi acento, de voz un poco lánguida,/ se estremece a lo lejos como la triste obscuridad…/!Que horror siento los velos/ que cubren tu celo angelical…!/  Cuando en noches calladas vislumbran los luceros/ y ese aquel tu pelo que acaricie una tarde;/ ya no lo palpo…..Ya no está…./.
A Elkin, las palabras le producen una especie de deslumbramiento. Las estudia con una dedicación y un rigor inexplicable en estos tiempos. Vive encantado por ello con la poesía del colombiano Leon De Greif, quien manejó el idioma por fuera de todo lo conocido, redescubría palabras absolutamente desconocidas para nosotros y creó versos inolvidables.  Muchos de los versos contenidos en este libro, sorprenderán por el uso de algunos términos poco comunes, están puestos con sabiduría, pero siempre atendiendo a un ritmo, nunca están demás, corresponde a propósitos bien claros del autor en favor de lo que quiere expresar: Como el cuarzo hialino/ es su mirada./Transparente como el niño/es mi amada./Ella es una gerifalte/En su accionar/como engalla el vate/Su poema de la mar./Le estorba el garrulo/como el sueño./y en la amanecida./el aroma del enebro/La envicia/Así es ella: Cecilia.
Refiriéndose a Porfirio Barba Jacob, en los centros de la esfera William Ospina escribió: “Si un gran poeta es aquel cuya obra puede encontrarse algo que nadie más tiene: Un tono, un acento, un ritmo, algo que de no ser por sus obras jamás habría llegado a nosotros”. Este libro, agrega al universo poético un aporte desde la trascendencia que implica para un hombre vivir siempre auscultando la vida y el lenguaje a través de sus versos. Se debe a su poesía y sus ojos se avivan cuando habla de ella. Sin ninguna vanidad, pues sabe que solo los lectores le impondrán los juicios, que en el caso de la poesía en buena fortuna, escapan a los estertores crueles del mercado. Borges en el epilogo de su libro “El hacedor” escribió: “Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imagines de provincias, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas, traza la imagen de su cara”. Este libro, una antología de sus poemas, cincuenta años de creación, constituye un trazo del itinerario poético diferente a todo lo que he conocido. Espero sea del gusto de sus lectores.




[1] Cita tomada del texto de procultura: La poesía inconclusa y otros ensayos de Andrés Holguín.






[1] Cita tomada del texto de procultura: La poesía inconclusa y otros ensayos de Andrés Holguín.