Siempre escuchamos a los grandes analistas, los gurúes, leemos
la gran prensa y atendemos supuestamente a los que han generado opinión en
Colombia por muchos años. Nos gusta el dogma. Existe una sabiduría en la calle
aún más sólida, es existencial en esencia, pero atenta y reflexiva. Conocí a un
hombre que no solo ha vivido este país intensamente sino que lo ha padecido.
Con el hablo todos los días de lo que nos pasa en este país de paradojas. Conclusión,
llenos de escándalos, corrupción, masacres, violencias a granel: Al final, “Nada
pasa” como dice Maupassant, que todo cambie para que todo siga igual. Mi
interlocutor se llama Nolasco Duque, reposado, tranquilo y analítico hasta los tuétanos,
de orígenes catalanes, late echado y no se sorprende, ha sido testigo, como el
diablo de todo, la ironía y la risa son el bálsamo que le permite aguantar. Con
el he hablado de los grandes temas y parte de esta columna es producto de esas
coloquiales conversaciones.
Los presidentes se deben a su trayectoria, su inteligencia y su carácter. Hay gobernantes muy inteligentes
y sin el suficiente carácter para hacerse sentir, de igual manera hay algunos con
mucho carácter y poca inteligencia. Duque viene de un padre que militó en el
liberalismo, concretamente el turbayismo, la más excelsa maquinaria del
clientelismo, en la época que la política se hacía formando adeptos de la mano
de la burocracia nacional y regional, en un constructo que podía durar muchos años,
un trabajo de titanes, pese a lo perverso. El doctor Turbay Ayala, quien
trabajó para su presidencia durante 30 años, termino con una burocracia a su
cargo inmensa, fiel, agradecida, la que lo llevó a ganarla de
manera holgada. Este clientelismo respondía a una verdadera estructura, que iba
desde los ministerios, el congreso, hasta el celador más alejado, todos se debían
al jefe, esto quiere decir, todos votaban por quien este ordenara. Pese a esto, la formación del
doctor Duque, fue absolutamente académica, es un hombre de buena y excelente formación, pese
a que viajó de niño y en su juventud en las correrías con su padre, conoció la vieja política, aún así, está lejos de estas manidas costumbres, lo que no quiere decir que liberado, para
decirlo coloquialmente. Estudió en las mejores universidades, era de esperarse. Después Ejerció en cargos muy serios en organismo
multilaterales, nombramientos producto de las influencias de su padre, para ciertas élites los cargos son más fáciles. Hizo
carrera y se formó en estas multinacionales de la política y el dinero. Sus primeros cargos, tienen un tinte Santista. Tanto en Inglaterra
como en Washington. Con esta trayectoria, en una jugada de ajedrecista, el
doctor Álvaro Uribe, reconoce las capacidades del joven economista y lo llama a
engrosar las lista del centro democrático al senado. Llega gracias a esta
aplanadora y ejerce como senador cuatro años, demostrando excelsas capacidades,
pero siempre bajo el liderazgo de su caudillo y jefe. Esto es muy importante, nunca estuvo solo. Llega a la presidencia de la mano del doctor Uribe, gana las primarias de su partido y después a
sus contendores, siempre, con el peso de haber sido elegido por la decisión
unilateral del doctor Uribe, la mano de Dios, quien le fue guiando en sendas
primarias hasta alcanzar la casa de Nariño, aplastando a sus contendores. El doctor en su campaña recorrió
todo el país, su discurso, como el de todos, fue un sartal de promesas, surgirían los cambios que le darían la vuelta a nuestro país, generó para ello una agenda técnica. Su experiencia es poca, pero no le quita para nada
su talante, ahora tiene que demostrar, que es capaz. Una vez en el cargo, toma varias
decisiones, que no entienden aún sus copartidarios. Mantiene gran parte de la
burocracia Santista, los cambios en los mandos medios y altos son pocos.
La cúpula militar es la misma y se ve abocado a cumplir con la agenda de los
acuerdos. Sus ministros nombrados, es cierto, la mayoría son técnicos, pero
representan la misma burocracia y políticos que han manejado este país en los
últimos 30 años. Ósea las cuotas de representación se mantienen. No hay mermelada, pero ahí están las cuotas intactas: Cambio radical,
el partido de la U, el liberalismo y el conservatismo, así como ciertos grupos
cristianos, hacen parte de la coalición. Decide darle un manejo más técnico que
político al país. Se centra en sus asesores, que no son políticos y asume tres
ejes de gobierno: Reducción del estado e incentivos a la clase empresarial,
austeridad en el gasto y gobernar más para la periferia que para el centro. Con
toda la carreta: inversión extranjera, apoyo a la agricultura, a los pequeños empresarios, economía naranja.. …en
fin. Su gobierno y liderazgo, se concentra en las regiones, y crea políticas muy alejadas de los problemas coyunturales, en principio los pactos efectivos con la clase política para su agenda legislativa brillan por su ausencia, las
reformas que prometió por estas razon y ante la decisión de cambiar las relaciones entre el ejecutivo y el cuerpo de congresistas se le están cayendo: Reforma política, a la
justicia, pensional y el rescate a la salud. Presenta una reforma tributaria, típica
de un técnico, que suele mirar cifras y no el componente social, con dos pecados:
Compromete a la canasta familiar de manera íntegra, a los pensionados y parece,
como se lee, que le quita impuestos a la gran empresa. Nadie nunca espera que
le bajen impuesto, estos nunca se tocan, nadie le ha hecho entender esto al
presidente. Tres crisis tiene encima: La educación superior, Fecode y el paro de los
camioneros, a los que se suman las peticiones de las centrales obreras que han
estado en todas las manifestaciones de los estudiantes. Se necesita liderazgo señor
presidente. No puede seguirle hablando al país como un burócrata del BID. Ahora
se enfrenta a la crisis del fiscal, no es poca, los reclamos por falta de sindéresis frente al tema de la
corrupción no son gratuitos. Hacer cambios en los estilos de gobernar, en un
país profundamente hilvanado con formas perversas requiere más que una
simple propuesta y actitud, tendrá que hacer mucho más que eso. Al presidente le
tiene que ir bien, pues la suerte del país depende de sus éxitos como
gobernante. 100 días es muy poco para hacer balances descalificadores. La clase
política está ávida de comer presidente, esto lo sabe el Doctor Duque perfectamente. Oh mi capitán, esperamos decisiones sabias y
prontas.
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