Cuando murió mi esposa Ana
Isabel, hace tres años, producto de un cáncer implacable, después de un tiempo, volví a
inquietarme por las grandes preguntas que ha investigado la física: La historia del
universo, el lugar que ocupamos en el mismo, el desciframiento que la ciencia ha hecho del cosmos. La mirada la hago siempre con textos científicos pero en el
fondo desde una perspectiva filosófica, básicamente miro desde lo más
profundo de mi ser, imbricado en lo existencial, me remito a la angustia de un simple mortal que sabe que está de paso,
parto de la certeza que lo único cierto
es nuestra mortalidad. La física me ha cautivado desde mis primeros años y
es un hecho que la serie cosmos resultó un acontecimiento en mi vida.
Acabo de leer “Siete breves
lecciones de física” de Carlos Rovelli, releí
por pura incitación de esta lectura, el capítulo sobre física del libro de Asimov,
“Introducción a la ciencia” y sobra decirlo, ver los primeros capítulos de la
segunda producción de la serie “Cosmos”. Esto para decir, que las cosas fundamentales
de nuestra existencia como es el sentido de la ubicuidad espacial y nuestra
relación con el universo me suscitan un interés especial. Últimamente indago sobre estas cosas de cara al tema de la muerte. Einstein nos enseñó, que es el espacio
el que se curva, igualmente lo hace el tiempo. Estamos en la tierra en medio de
un infinito universo, regulados por leyes universales que no son de nuestro
resorte y respondemos a las articulaciones propias de un dios, llámese ciencia,
que no juega a los dados. Estamos hechos de materia cósmica, todos los átomos
pesados, incluidos oxígeno, nitrógeno y carbono, es decir buena parte de
nuestra materia prima, fueron creados por una generación anterior de estrellas,
latentes hace unos 4 mil 500 millones de años. El 97% de la masa del cuerpo
humano está conformado por materia procedente de las estrellas. La formación
del universo es importante para nosotros pues estamos hechos de materia producida por la primera explosión, eso que se conoce
como el Big Bang. La edad del universo es importante. “Los astrónomos pueden
descubrir objetos situados a unos 9 mil millones de años luz, y hasta ahora no
hay indicios que exista un final del Universo. Teóricamente pueden esgrimirse
argumentos tanto para admitir que el espacio tiene un final, como para decir
que no lo tiene; tanto para afirmar que existe un comienzo en el tiempo, como para
oponer la hipótesis de un no comienzo”. La relación espacio-tiempo se estudia de otra manera a partir de los descubrimientos de Einstein, la curvatura del
universo, del espacio, establece otras constantes. Entonces, en medio de estas verdades, después
de la muerte nos volvemos al universo del que estamos formados, de la manera
más simple, sin consideraciones religiosas. Ahora viene la pregunta metafísica,
donde está eso que solemos llamar espíritu, lo que los cristianos denominan de
otro nombre, para ellos con la muerte concluye el tiempo de realizar buenas obras y merecer ante Dios, para resucitar con Cristo, es necesario morir en Cristo; la religión Indu considera el espíritu eterno, el cual siempre se reencarna; los budistas terminan reconociendo la muerte como estado subliminal que termina en el
nirvana, para ellos todo lo que conforma el mundo es tangible, es decir, muta, las cosas están en constante cambio. Nosotros, quienes aceptamos y hemos
estudiado la evolución y que sabemos exactamente de donde provenimos desde la
ciencia, encontramos en el estudio del universo gran parte de las respuestas,
pero estas dejan más dudas que certezas, aún estamos lejos de comprender el
todo. El universo es vasto y responde a leyes exactas. Por ello no entendemos
muchas de las torpezas del hombre, la falta de grandeza. El universo es
infinito, pensaría que nada muere, solo hay cambios, somos parte de un todo. El
hombre, el ser cultural es otra cosa. Responde también a una evolución,
es un ser histórico. La antropología ha dado muchas respuestas, de antemano reconoce la inexorable relación del hombre con el universo. La muerte es una
manera de abordar los interrogantes que despierta esta relación entre el uno y el todo. Dentro de poco no estaremos y en poco tiempo nadie nos recodará. Freud en "Eros y tanatos" estudia el tema de la vida y la muerte. Eros representa los instintos más primitivos por satisfacer los deseos
libidinosos, los de hambre y los de sed, es decir, las pulsiones de vida;
mientras que Tanatos engloba los deseos por satisfacer los impulsos de
destrucción y agresividad, ergo, las pulsiones de muerte. Estas son pasiones humanas. La física cuantica, nos enseña aún más de nuestra naturaleza. Estamos lejos de resolver muchos interrogantes, mientras la ciencia avanza, nuestra existencia será efímera, pero es lo más valioso y bello que tenemos. Somos los únicos seres conscientes de nuestra muerte, de lo efímeros y por su puesto, que al final nada nos llevamos.
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