Este es el título de uno de
los textos de Byung-Chul, que
diagnostica la patología central que acosa la sociedad de estos tiempos. El
enfoque no solamente es absolutamente lúcido, sino que constituye una
radiografía de las servidumbres que nos someten desde la perspectiva de un filósofo.
“la sociedad occidental está sufriendo un silencioso cambio de paradigma: el exceso
de positividad está conduciendo a una sociedad del cansancio. Así como la
sociedad disciplinaria foucaultiana producía criminales y locos, la sociedad
que ha acuñado el eslogan Yes We Can produce individuos agotados, fracasados y
depresivos”. Desde hace varios años, en
plena efervescencia de la revolución de las TIC, de la globalización y la
apertura, cuando gozamos de una aparente libertad de acción en todos los ámbitos,
el individuo como tal, se encuentra más avasallado que nunca, desde ámbitos encubiertos
con una sutiliza, los procesos de subjetivizacion del poder se imponen desde la
misma interioridad del ser que crea los mecanismos de coacción que le oprimen”.
“Hoy creemos que no somos un
sujeto sometido, sino un proyecto libre que constantemente se replantea y se
reiventa. Este tránsito del sujeto al proyecto va acompañada de la sensación de
libertad. Pues bien, el propio proyecto se muestra como una figura de coacción,
incluso como una forma eficiente de
subjetivizacion y de sometimiento. El yo como proyecto, que cree haberse
liberado de las coacciones externas y
coerciones ajenas, se somete a coerciones internas y a coerciones propias en
formas de una coacción al rendimiento y la optimización”.
Esta libertad aparente desde el poder hacer genera más coacciones que el disciplinario deber,
este último tiene limitaciones, el poder hacer no. Por ello la coacción en este
tópico es ilimitada. ”La libertad es contrafigura de la coacción. La libertad
que ha debe ser lo contrario de las coacciones, genera hoy más coacciones. Desde está aparente libertad nos imponemos ( O no las imponen) idealizaciones, metas, que de no consolidarse, nos frustran, sin ellas no somos; enfermedades
como la depresión y el síndrome de bornout, son la expresión de una profunda
crisis de la libertad. Son un signo patológico de que hoy la libertad por
diferentes vías se convierte en coacción”. Después afirma categóricamente: “El
sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo, es un
esclavo absoluto en la medida en que sin amo alguno se explota así mismo de
forma voluntaria”.
José Manuel Orozco en la red
lo sintetiza magistralmente: “Cada vez hay menos sometimiento del tipo
amo-esclavo en el que la lucha por el reconocimiento implicaba que el esclavo
deseaba ser visto por el amo, y por eso se esforzaba buscando en el otro-amo la mirada gratificante que correspondiera al
esfuerzo. Por eso uno es amo y esclavo de sí mismo. Uno se impone las tareas, las
demandas excesivas, las metas inalcanzables. Entonces uno vive para el trabajo
sin necesidad de que el amo lo recuerde. La esperanza de ser reconocido se
desvanece y en ocasiones ya no importa. Es como si hubiésemos introyectado al
amo en cada uno de nosotros”[1].
El capitalismo voraz al que
no le enfrenta ninguna alternativa, no se vislumbra un sistema que le compita, que ha generado una acumulación de capital
sin precedentes, que implementó en la psiquis un tipo de imposiciones que terminan condicionando la forma de
ser (El poder es neuronal), de pensar, el sentido de realización, de sublimidad y de triunfo de las
personas, hoy paradojicamente, cada trabajador se explota así mismo en su propia
empresa." Cada uno es amo y esclavo en una persona. La lucha de clases se
trasforma como una lucha interna consigo miso”. Todos los temores los miedos
nacen de nuestra propia idealización, está introyectada con una sutiliza
impresionante, nos convierte en esclavos de sí mismo, con todas las ansiedades,
depresiones y frustraciones de una sociedad siempre condicionada por metas inalcanzables, lineadas a
través del consumo.
“Luego, la sociedad es
sumamente competitiva, cada quien ve por sí mismo. Muere la colaboración, el trabajo
conjunto, el esfuerzo de hacer cosas entre todos. Hay una especie de temor
disperso que remite a alguien que lo sabe todo acerca de uno. Pero no se sabe
cuándo lo sabe. Tampoco quién está vigilando. Cámaras escondidas, inspección de
los correos electrónicos, verificación de las páginas que se visitan en la red.
Además, todos saben todo de todos en esas redes mal llamadas sociales. Se
publica todo en el muro del Facebook: fotos, historias, reseñas personales. Nada
se deja en secreto. Hay una muerte del misterio y, por lo mismo, se pierden los
intercambios personales. Bastan unos minutos virtuales para suponer que uno se
relacionó con otro. La relación es una irrelación. Esa es la positividad como negación
del otro que nos niega. Velocidad, violencia, consumo, competencia, individualismo,
hartazgo, silencio, pensamiento escaso, atención fugaz, desprecio por los
pobres guerra sin remisión, hambre y lo que se conoce como darwinismo social (el
mundo es para los más aptos, que merecen tener más que los menos aptos)”[2]. Por ello el filósofo Byun anota: “El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería
ni bacterial ni viral, sino neuronal”.
Los estudios de Foucault
sobre la subjetivizacion del poder están más vigentes que nunca, estas lecturas
de parte de un filósofo, que interpreta a cabalidad un momento donde se han
perdido todas las iniciativas y estamos embarcados en un proyecto que anuló de manera absoluta la capacidad de
elegir, no hay sujeto, nos permiten confirmar que ahora más que nunca se hacen
necesarios pensadores de este tipo. No veo por donde la humanidad se pueda
sacudir. Las TIC, la revolución de los medios de comunicación, las redes
sociales, los procesos de idealización colectivos, las series e incluso el cine
son mecanismos de configuración del poder, crean paradigmas de comportamiento.
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