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martes, mayo 14, 2013

LA IDEA DE EUROPA





Es emblemático que la actual crisis del continente europeo haya suscitado enconados estudios de macroeconomía,  de política, nos obligue  indagar por las causas que generaron semejante  caos, que de no atenderse con rigor, terminará por socavar los estamentos más ínfimos de esta sociedad, pues hoy se ha puesto en entre-dicho la relación entre el sujeto y el estamento, gobernante-gobernados, para decirlo coloquialmente y paradójicamente no se haya hecho un análisis profundo de lo que significaría su derrumbamiento  a sabiendas que es el bastión más importante de la civilización occidental en el mundo.
Porque no se trata solo de mirar todos aquellos errores de una economía globalizada y manejada por especuladores que han utilizado la banca para expoliar el sistema y sacar provecho como vulgares jugadores de póker, sino de mirar como la tierra de Cicerón, de Plutarco, de Santo Tomas de Aquino, del renacimiento, de Leonardo De Vinci, de la ilustración y el enciclopedismo, de excelentes escritores, del psicoanálisis, de la ciencia, de la filosofía, de los  deconstructivistas, de la democracia, podría olvidar aquello que la diferencia de los demás pueblos y la hecho grande, lo que significaría su final, socavada en lo esencial, de vuelta a las clásicas disputas locales, olvidando de súbito la  historia, como sí en el último siglo este error no les hubiera costado más de cincuenta millones de muertes violentas y la peor tragedia de que se tenga historia, después de dos guerras que comprometieron al mundo. La “idea de Europa” según Steiner, soportada en el mundo Helénico y la Grecia antigua y la herencia cristiana, “conflictiva y sincrética, esta doble tradición, helena y judía, (Según este excelente pensador y escritor, el cristianismo y los utopismos socialistas son dos notas a pie de página) es el sustrato de la enorme tensión que, a la vez que precipitaba a Europa en guerras y atrocidades monstruosas que desbastaban el continente y causaban millones de muertos, iba impulsando la civilización, las nociones de tolerancia y coexistencia, los derecho humanos, la fiscalización de los gobiernos, el respeto hacia las minoría religiosas, étnicas o sexuales, la soberanía individual y el desarrollo económico. El europeo está condenado, por el peso de esta doble tradición, a vivir intentando sin tregua, casar a estos rivales que se disputan su existencia y fundan dos modelos sociales enemigos – la ciudad de Sócrates y la de Isaías”.
El continente de los cafés, “Estos se extienden desde el café favorito de Pessoa en Lisboa hasta los cafés de Odessa frecuentado por los gánsteres de Isaak Babel.  Sitio para la cita y la conspiración, para el debate intelectual y el colilleo, para el fleneur y para el poeta y el metafísico” desde donde se hilvanó todo lo que nos diferencia de la barbarie y la intolerancia. Que permitió el nacimiento de la ciencia y la filosofía, de la política y la democracia, que le da esperanzas y luz al futuro de una modernidad, requiere a toda costa una mirada humanística.
La política debe volver al centro. Las redes sociales, bellos instrumentos, pese a lo peligrosos, que permiten sacar del ostracismo a sus moradores, debe recordar la importancia de la civilización occidental, todo aquello que la diferencia, que eviten a todo costa el colapso del continente en sus pilares más vitales: La democracia, la tolerancia y el derecho a disentir.
Leer a George Steiner es un ejercicio sano en estos momentos. Su texto la “Idea de Europa”, resulta un buen antídoto para estos tiempos. Volver a discutir sobre los temas esenciales de la política y la democracia desde una perspectiva humanista es una labor no solo necesario sino imprescindible en razón de la crisis. Europa debe ser una preocupación del mundo, lo que le pase afectará al planeta.

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