Primero, el
reconocimiento de lo que nos está pasando, la toma de conciencia de la gravedad
del acontecimiento que compromete al mundo. Segundo, la articulación entre las
medidas gubernamentales para mitigarlo, manejarlo y erradicarlo, hablo de mi
país y el compromiso que supone para cada uno de nosotros asumir cambios en
nuestra rutina, son muchos, el aislamiento es la herramienta más portentosa
para la eliminación del virus, llevamos cuatro días aislados de cuarenta
decretados por el presidente.
Soy un
ciudadano común, independiente, con tres hijos, en este momento estoy dedicado
al trabajo con las comunidades barriales para legalizar asentamientos humanos,
para después titulizar, otorgarles escrituras a familias muy pobres, permitirles
subir un escalón más en su vida social. Vivo en Medellín Colombia. El virus nos afectó de sobremanera, no podemos hacer nada de lo que hacíamos. Frente a esto, lo peor es la ansiedad que nos produce tanta información, conocer las consecuencias
y efectos, nos hace pensar como víctimas. De
hecho, ya sufrimos muchas consecuencias: De tipo económico, en la convivencia,
en el manejo del tiempo…en fin. En esta materia sabemos que la muerte está al
acecho, pese a las precauciones tomadas, dependemos de factores externos que no
controlamos. Tengo una hija diabética, un tesoro que es muy vulnerable al virus
y frágil a la vez por su condición. Hemos respetado cada decisión del gobierno
conscientes que hay una comunidad científica que lo guía. Curiosamente en mi
país, todos los días nos enteramos de muertes violentas, asesinatos,
feminicidios, la verdad, a la mayoría de colombianos poco les afectan estas
noticias, de alguna manera siempre hemos estado
muy cerca de la muerte. El virus tiene algo de democrático, no respeta
condición social y tiene en vilo a todo el mundo. La información de los medios es excesiva, son conscientes de antemano de las consecuencias nefastas que tienen las demoras del gobierno en la toma de decisiones frente a la crisis. Al final el virus nos puso de cara con la finitud, con lo frágiles que somos.
Siempre le he
pedido tiempo a la vida para leer un poco más. Soy un lector compulsivo
y muchos libros reposan en mi biblioteca a la espera de ser leídos. Estos días
he tenido contacto con mis libros y mi biblioteca más de lo habitual. Mis hijos
y los libros son la razón de ser de mi vida. Lo mejor, he compartido con mis hijos como hace mucho tiempo no lo hacía. Desde esta fortaleza asumo los
demás compromisos, los cuales son importantes para sobrevivir en este mundo de
locos. Volví a los libros fundamentales de Octavio Paz, la poesía de Borges,
una antología de los mejores textos periodísticos de Gabriel García Márquez.
Estoy leyendo una biografía excelente de Keynes y como siempre varias novelas. Releí
“La Peste” de Camus esperando entender lo que nos pasa.
Hay una
novela de Mario Mendoza llamada “Aquelarre” que me tiene encarretado. He
disfrutado de mi balcón y la terraza de mi apartamento, los atardeceres y sus
arreboles hermosos. Todo esto en una atmósfera de incertidumbre tenaz. Cuando
no controlamos algo que nos afecta siempre nos genera ansiedad, por ello es
importante entender lo que estamos viviendo, por difícil que sea.
Veo los
noticieros simplemente para intentar saber, qué tan cerca está el virus. Hay un juego perverso con el manejo de esta información. He sido
juicioso y espero salir avante de estos sucesos tan impredecibles. Mis hijos
han sido solidarios, me cuidan en exceso.
Tengo una hermana, tan vulnerable como mi hija, tiene marcapasos desde hace veinte
años, vive con una condición cardiaca delicada, por fortuna la ha manejado con
mucha sabiduría y responsabilidad. He pensado en mi hermano, en mi madre y he
sentido que siempre la tragedia nos une al final. La madre de Ana Isabel, Ana Emilia, muy cercana a nosotros, vive sola, es super-activa, no me imagino todo lo que está sufriendo con este encierro. Mi mejor amigo Elkin, le he
visto con mucha tristeza, tiene más de 70 años, las medidas del gobierno lo han
confinado totalmente en su apartamento. Le he dicho, no hay nada más que hacer, esperar es
lo más sabio y no salir.
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