En estas elecciones, la corrupción es el tema principal de los
candidatos a gobernaciones, alcaldía, concejos y asamblea, lo real, de acuerdo
a las denuncias es otra y la política que es el eje, parece no cambiar en este
país atribulado de violencia y malas prácticas. Pensar en Aida Merlano sea hace
necesario para entender la manera en que hacemos proselitismo.
La biografía política de esta senadora de provincia trasluce al país en
toda su perversidad, a la clase política esencialmente y a un periodismo
mediático, que se acostumbró a escándalos, hay muy poco contexto para cierto
tipo de noticias, al final, no informan, des-informan.
Aida Merlano es una víctima de una clase política corrupta que ha
manejado la ciudad de Barranquilla desde hace más de 20 años, eso no quiere
decir que esté exenta de responsabilidades. Los que hemos vivido en la costa
sabemos cómo se hace la política (El interior maneja otras prácticas igual de
corruptas). El control de la clientela, del elector es absoluto, me refiero a la
mayoría electoral decisoria, de acuerdo a unas prácticas complejas y
funcionales. Las campañas amarran el voto con muchos meses de anterioridad,
existe un organigrama perfecto que se encarga de esta tarea, son especialistas,
conocen los barrios y se encargan al detalle, sosteniendo la clientela en sus
puestos, generando una escala perfecta que depende de la cabeza. El día de las
elecciones, controlan todo: El transporte, la comida, amarres, llámese puestos,
dinero, ladrillos, cemento…en fin. La ciudad está inmersa en relaciones de
poder de este tipo, manejada por líderes ancestrales, quienes saben cómo es la
cosa, realmente la ciudadanía poco cuestiona esta realidad, hace parte del
folclor, con la diferencia de una juventud preparada, en ciernes, dispuesta a
forjar el cambio y que lucha contra estas costumbres delictivas.
Aida creció en medio de gamonales en un barrio popular. Ser líder era
escalar desde abajo, primero el liderazgo barrial hasta llegar a los órganos
del poder nacional, en cada barrio hay jefes, representantes de los gamonales;
siendo joven, conoció estas prácticas, que nadie cuestiona, simplemente fueron
su realidad. Ella hizo lo pertinente, con mucho juicio y esfuerzo: Primero fue
la líder de la cuadra, después del barrio y más tarde de la zona y la ciudad.
Estudió hasta graduarse, nadie le regalo nada, aprendió a liderar proyectos
comunitarios, se hizo concejal, diputada y, por último, llego al congreso.
Realmente ayudo a mucha gente, como se hace en una ciudad clientelista, casi
todas lo son en Colombia, con puestos, consiguiendo cemento, ladrillos, rogando
por becas, siempre de la mano de una de la familia fuerte, en Barranquilla para
el caso de Aida, los Gerlein, quienes al final son los que dan la plata,
patrocinan la clientela, se encargan absolutamente que todo funcione, son
verdaderas empresas electorales, siempre hablan desde el poder, Todo lo
arreglan con una llamada, llevan más de treinta años de experiencia en estas
lides.
A la senadora le tendieron una trampa. Nadie la está exculpando por lo que
hizo, pero es el pan de cada día en la región. Estamos a tres días de
elecciones y esta realidad siga tal y cual como está descrita. Lo que está pasando en Cartagena es típico.
Este país, que es hipócrita, se asombró de lo que vio en la casa de campaña de
Aida, es lo corriente, las circunstancias se repiten y de pronto el país la
convirtió en chivo expiatorio, los señores Gerlein de hecho, siguen campantes.
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