El año que pasó estuvo marcado por la incertidumbre en todo el mundo, los
anclajes que nos permitían tener seguridades en
materia política, económica y social, no funcionaron, no constituyeron garantía alguna, ni
siquiera la democracia liberal fue capaz de contener ciertos fenómenos que hoy son materia de mucha preocupación: Los gobiernos
populistas de derecha o izquierda son el pan de cada día tanto en Europa como
en América, la democracia que se consolidó después de la caída del muro de Berlín, no pudo evitar estas oleadas, en una especie de vuelta atrás, la gente ha decidido por salidas que aún los politólogos
no comprenden. En materia económica pasaron cosas inesperadas, ni siquiera imaginamos, pese a los repuntes de la economía
norteamericana, no fue bueno para nadie, las razones no se explican desde la teoría económica. Primero, el rompimiento de acuerdos
multilaterales y el redomado proteccionismo del señor Trump, pusieron la
apertura y la globalización en materia económica en jaque, produciéndose como
efecto una guerra comercial que aún no termina entre China, Europa y el coloso
del norte. Parece de locos que, un solo hombre
haya puesto en vilo treinta años de multilateralismo y apertura sin que nada pueda evitarlo. Creo que no
pasará al final nada, es imposible cerrarle las vías a la globalización y a la conexión
del mundo; las TIC y los efectos de la robótica y la inteligencia artificial, así
como la revolución imparable de las comunicaciones convertirán con el tiempo estas
crisis en simples coyunturas que analizaremos después como hechos históricos de carácter
pasajero, aún con esta garantía los costos serán muy altos para la humanidad.
La crisis social es de dimensiones más graves. La migración seguirá
siendo un fenómeno imparable y sintomático de problemas más profundos. Tanto en África, en Europa del este como en América soportaran más de lo mismo.
Las causas no solo son solo políticas, sino reflejan una ausencia total de oportunidades, también tiene origen en el hambre que sufren muchos pueblos, la desnutrición galopante de la niñez, la corrupción endémica y la falta de
equidad de un planeta que pese a los grandes progresos, tiene pueblos enteros
en el abandono. Nadie puede vaticinar como terminarán estos movimientos tan
grandes y que efectos tendrán en en el primer mundo, estos países se creían invulnerables.
Económicamente, este año las aguas volverán a su estado normal,
eso pienso. La economía y el capitalismo, siempre generan sus propias salidas,
el mundo tiene que funcionar al final, es imposible una inercia prolongada en una sociedad que depende del consumo, esto no evita los costos sociales, que son muchos. Pese a que desde la crisis del 2008 la economía no ha podido tener estructuralmente tranquilidad, tampoco ha colapsado. Estoy
seguro que este año será mejor.
No puedo decir lo mismo de la política y los populismos, estamos
en un punto de giro inexplicable que requiere mucha inteligencia para ser contenido, conciencia social y participación
de aquellos que siempre han estado alejados de la política. La democracia tiene que funcionar, sino terminaremos muy
mal, ya estamos sufriendo los primeros efectos de tan nefastos gobiernos y
caudillos.
La crisis social, por ahora es insuperable, los gobiernos no
dan su brazo a torcer, el eslogan sálvese quien pueda es el que
prima, la solidaridad parece ser solo del pasado, el futuro en esta materia es
incierto, seguirá la emigración, morirán muchos inocentes y de alguna manera la humanidad, la clase media en concreto, tendrá que aplicar correctivos. Este, según mi modesto criterio, serán los lineamientos generales del año 2019.
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