Sucesos como los de la
discoteca en la localidad de Kennedy en Bogotá, donde por una medida policiva
desproporcionada murieron seis personas, confirma como estamos de lejos en el conocimiento de la ley; cual deben ser los criterios para su aplicación, cual debe ser la actitud del colectivo, en otras palabras, como la percibe la conciencia ciudadana; cual es la concepción filosófica de legisladores cuando las crean, como la entienden las autoridades
y la ciudadanía. La falta de sentido práctico con respecto al papel que cumple la ley y las autoridades en la sociedad desde un contexto general son preponderantes. Nuestros legisladores se les ha metido que todo se soluciona
con cárcel, legislan al calor de los sucesos, no tienen ponderación, realmente, muy pocos saben de derecho,
menos de política criminal. Es inexplicable, sí un ciudadano del común roba un celular, termina en la cárcel; por un problema de violencia intrafamiliar se resuelve siempre con cárcel cárcel; penas de cárcel que convierten en criminales a padres sin
empleo; muchachos que los encierran por portar dosis personal (como siempre lo ha intentado
siempre la bancada Uribista), esta ley fue aprobada sin ninguna discusión seria en el
congreso, por una mayoría borrega, sino me equivoco, se llamó: De
las pequeñas causas. Recuerdo mis clases de criminología, los conceptos de
des-criminalización, despenalización, resocialización y las teorías sobre la relación intrincada entre delito y la sociedad. Decían sus teóricos
( Lola Aniyar De Castro, Safaroni, sí mi memoria no me falla) que la sociedad engendra
sus propios males y hay una responsabilidad general de la misma, del estado, por lo que sucede a su interior. Me imagino que
existe una política preventiva en cada renglón, pero de hecho no está funcionando. El estado colombiano es carcelario. Quien haya entrado a una sitio de estos, sabe que son verdaderos antros del crimen: Se cobra por patio, por la dormida, por
los colchones, por la almohada, porque no molesten, por una llamada, por los
cursos…por todo. El olor a marihuana es desesperante, existen los caciques de patio y
hay plataformas de corrupción del IMPEC inmodificables, el tema no es fácil de tratar.
El editorial del periódico
“El tiempo” de Colombia, es absolutamente
claro frente a este hecho triste: “Una nueva tragedia en Bogotá nos recuerda
que, cuando las normas no quedan bien estructuradas, cuando se deja todo a la
libre interpretación o se baja la guardia en su control y cumplimiento, las
consecuencias pueden ser dolorosas.” Nada más cierto. Pero un suceso de estos
en vez, que debe servir de ejemplo de, lo que debemos hacer, se convierte en el pretexto para
incurrir en los mismos errores. Sí se miran con cuidado todo los procedimientos,
declaraciones y actitudes de las autoridades, los legisladores y los
concejales, dejan mucho que desear. Pocas personas han tenido una actitud
razonable. La radio, pese al papel relevante e importante que cumple, también tiene un
manejo indelicado y farandulero de tan delicado tema. A ello se suma la mano de periódicos amarillos
que son la comida de todo el mundo por ochocientos pesos, donde sólo se muestra
sangre y se vende con fotos y textos deplorables y oprobiosos.
Colombia tiene sucesos
muy graves a diario. Pero nunca hemos aprendido de nuestras experiencias.
Esperare como se resuelve este suceso, que debe ser analizado por encima de las
circunstancias coyunturales.
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