Muchas son
las perspectivas desde donde se podrá analizar la crisis derivada de la
pandemia a nivel global, con sus simetrías y asimetrías. Se parte del hecho contundente e inaplazable que, después de una larga fase de parálisis económica, donde fueron prevalentes las
normas de bioseguridad frente a la falta de control de un virus que se propagó
exponencialmente y que generó una fase absolutamente inercial de la economía
que estamos lejos de superar, se hace neseario la apertura gradual. El problema de salud igualmente está lejos de superarse, los gurúes
y gobiernos entre la dicotomía economía o salud, apostaron por la apertura y
crearon políticas de prevención basadas en la autodisciplina a partir de unos protocolos
específicos teniendo en cuenta las condiciones de cada país para la implementación de políticas públicas en este sentido.
“El impacto
súbito y generalizado de la pandemia del coronavirus y las medidas de
suspensión de las actividades que se adoptaron para contenerla han ocasionado
una drástica contracción de la economía mundial, que, según las previsiones del
Banco Mundial, se reducirá un 5,2 % este año”.
A esta crisis los países se enfrentaron con medidas sociales de
contención y auxilios a costos inimaginables. Está claro que nunca antes habían
existido tantas distorsiones entre la demanda y la oferta, muchas empresas independientes y los negocios más vulnerables no
superaron esta fase inercial, pese a los créditos blandos y a agendas públicas de auxilios. Cada país enfrentó la crisis de diferentes maneras y los países ricos
con más herramientas que aquellos más pobres y vulnerables en razón de sus precariedades
macroeconómicas.
La crisis
sacó a la luz las vulnerabilidades de los países más pobres y las asimetrías de
la economía mundial, dejará consecuencias en algunos países que solo se
superaran después de muchos años. La constante será una total incertidumbre y
de hecho el mundo tomará más de dos años a partir de este momento para tratar
de recomponer la economía desde el ancla de la reactivación, políticas de
respeto, créditos para salir de la misma, sobre todo a los países emergentes y aquellas
economías realmente pobres.
Es un hecho que
“la recesión ocasionada por la COVID-19 es singular en varios aspectos, y es
probable que sea la más profunda para las economías avanzadas desde la Segunda
Guerra Mundial y la primera contracción del producto en las economías
emergentes y en desarrollo al menos en los últimos seis decenios”. La decisión de
realizar aperturas en casi todas las economías pese a la letalidad del virus es
una decisión sustentada en la necesidad de generar flujo de caja, ingresos que
permitan la sostenibilidad de la economía y suplir los déficits acumulados, además
de mitigar el desempleo que ha sido una de los problemas más graves.
Es un hecho
que muchas cosas llegaron para quedarse, el aumento de conectividad, el trabajo
en casa y la potenciación de la virtualidad y el fortalecimiento de las tecnologías
de la información y el conocimiento.
De llegarse a
prolongarse la crisis se hace inexorablemente necesario medidas de carácter fiscal,
generar soluciones alternativas que reduzcan sobre todo el déficit en las
economías emergentes, recurrir a mecanismos multilaterales eficientes de crédito
y generar políticas de reactivación que permitan de nuevo la circularidad de la
economía.
El informe de
prospectiva mundial para américa latina y el caribe en junio estableció: “La
fuerte caída de los precios mundiales de los productos básicos ha afectado a
gran parte de la región, en especial, a los productores de petróleo y gas. Las
condiciones financieras se han deteriorado en un contexto donde las grandes
economías han experimentado importantes salidas de capitales, con primas de
riesgo en los mercados de bonos soberanos de toda la región más elevadas que al
inicio de 2020. La abrupta desaceleración económica en Estados Unidos y China
ha alterado las cadenas de suministro de México y Brasil y provocado una fuerte
caída en las exportaciones de economías productoras de productos básicos, como
Chile y Perú. La grave contracción de la economía estadounidense afecta de
manera negativa a América Central a través de los canales de comercio y de las
remesas. El derrumbe del turismo, del que dependen en gran medida los países
del Caribe y México, también ha tenido un impacto negativo”. El camno no es facil y de la agilidad y lectura de la realidad de los gobiernos depende una salida inteligente a los problemas economicos fruto de la pandemia.
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