Los colombianos tenemos
una relación especial con este país. Cuando hablamos de países hermanos no lo
decimos por prurito, responde a una historia conjunta: Luchamos y ganamos juntos
la independencia, compartimos muchas de las experiencias republicanas del siglo
XIX, la entrada a la modernidad en la
década de los años treinta del siglo XX; tenemos una frontera extensa, de hecho
hay infinidad de familias a un lado y otro de la misma que tienen lazos de
sangre irrenunciables. Para los
Colombianos, Venezuela siempre fue un país rico, moderno, con una apertura a
los emigrantes que hizo de Caracas la ciudad más cosmopolita de Suramérica, llena de oportunidades, pese a tener siempre
el miedo por la vuelta a las dictaduras que desde Páez son un dolor de cabeza y
una amenaza latente en su historia.
Es difícil entender cómo un grupo variopinto de militares liderados por Chávez llegaran al poder, fue una
clase política nueva, sin ninguna preparación, quienes contaron con un gran apoyo popular, la compañía de buena parte de la clase media, llegaran para quedarse por muchos años. Inimaginable pensarlo, inclusive para un número grande de líderes deseosos de cambio, este proyecto etéreo
y bastante improvisado, de la mano igualmente de oportunistas y sanguijuelas
del poder, los mismos que están ahora con el señor Maduro, llevaron a la nación más rica de Sudamérica a un colapso de una magnitud inimaginable. Venezuela
tiene una generación completa, frisa los quince años, solo ha conocido
esta clase política, son hijos de la crisis, su realidad ha estado enmarcada
por la escasez, supermercados vacíos,
falta de garantías en absolutamente todo lo que los rodea, populismo y un caos
permanente, para no hablar de la incertidumbre a que están sometidos día a día,
realidad sin salida alguna por ahora,
nunca se había visto en esta parte del mundo, descontando a Haití, una
situación tan excepcional y cruel.
Este país tiene la
inflación más grande del mundo, sus índices de criminalidad sobrepasan
cualquier promedio manejable, son los más altos del planeta, Caracas es la
ciudad más peligrosa de América, cada Venezolano promedio vive tratando de sobrevivir,
literalmente, ganándose el pan diario, no hay lugar a ninguna planeación, no saben
que es la seguridad alimentaria, viven asediados
de mil violencias.
Me duele este país hermano, alguna vez fuimos
testigos de una nación con la mejor infraestructura de toda América, el metro
más moderno del mundo, universidades envidiables, salas de concierto hermosas y
técnicamente súper-dotadas, programas de arte gratuitos que aun producen
resultados que son un ejemplo para el mundo, una capital hermosa, con una
arquitectura sin precedentes, pese a que el país fue administrado por un
bipartidismo elitista y ciego, que creyó que el poder iba a ser eterno, manejó buena parte de los
recursos del petróleo como si fueran suyos, nunca se imaginaron que serían
derrotados por un discurso caudillista y populista, que una vez llegado al
poder, viene saqueando impunemente a este país e impuso desde las virtudes de
la democracia una dictadura atípica, violenta y sin derrotero alguno .
La pregunta frente a
las protestas es cuánto va a durar esta
infamia, cuántos muertos hay que poner.
Cuáles son las respuestas desde la sociología y la politología al
fenómeno histórico que está viviendo Venezuela. Cómo fue qué este país cayó en
semejante impostura y peor, cómo la izquierda sigue quemando las oportunidades
históricas en un atavismo que siempre deja ver su incapacidad para administrar
lo público.
Donde están los
estudios al respecto. Sería bueno ver la mirada académica, que es más seria y
menos sectaria. No cabe duda que es un fenómeno digno de estudiar, al compararlo
con el Ecuador, a pesar de sus similitudes, la pregunta puntual es cuándo
decide Correa apartarse del modelo, alejarse del tsunami Chávez, sería bueno
dilucidar las razones que lo llevaron evitar tales extremos y si hubo un rompimiento con la
terquedad del líder Venezolano que no admitía nunca las diferencias, de hecho, de
alguna manera previó que el modelo no se ajustaba a la realidad de su país y de
seguir, la crisis estallaría por gracia de la oposición indígena. Bolivia, que
está convertida en una dictadura, administrativamente no ha caído en semejante caos y la impotencia que agobia hoy a Venezuela. Sería muy bueno hacer estos
paralelos.
Solo espero que no haya
más tragedia ni muerte. Sobra decir que debemos abrir las puertas a sus
nacionales y que el apoyo debe ser total.
El llamado es a los historiadores, los politólogos, los sociólogos,
donde está el análisis serio de lo que está viviendo Venezuela.