Avelina Lésper es una crítica Mexicana que volvió a instalar,
para utilizar un término que le disgustaría
mucho, el debate sobre el arte contemporáneo: “Carece de valores
estéticos y se sustenta en irrealidades. Por un lado, pretende a través de la
palabra cambiar la realidad de un objeto, lo que es imposible, otorgándoles características
que son invisibles y valores que no son comprobables. Además, se supone que
tenemos que aceptarlos y asimilarlos como arte. Es como un dogma religioso”. Esta controversia es recurrente en el arte,
las vanguardias, siempre son criticadas por aquellas personas que sólo ven el
arte “verdadero”, en todas aquellas formas tradicionales, que resultan de
imitar la realidad: “La perfección técnica, la veracidad, la habilidad, el
genio, la pintura de caballete”[1].
Halim Badawi, en la revista “Arcadía” de Colombia, riposta en un artículo: "Con frecuencia, la mayor convicción política se pone el disfraz de lo políticamente incorrecto. En ocasiones, las opiniones más conservadoras y autoritarias pueden ser presentadas al público de forma seductora, como renovadoras y de vanguardia, empleando artificios del lenguaje a través de voceros mediáticos y altisonantes que actúan como niños inocentes capaces de señalar la farsa, como aquel personaje desprevenido capaz de decir que el emperador va desnudo" Esto para acentuar que pese a la aparente convicción se sus argumentos el mismo no es más que una posición reaccionaria, una manera de imponer una concepción canónica del arte. Un artículo, de la valiosa y extinta revista Española “A Parte Rei” de la
mano de José M Del Aguila Gómez, refiriéndose a Baudelaire, recordaba algo que viene
al tema: “Entendemos la contemporaneidad como algo más simple que la
modernidad. Si la modernidad significa distancia con el arte simbólico medieval
y afianzamiento de la razón humano; la contemporaneidad implica la toma de
conciencia que dispone la actuación política y social del hombre, no es para
Baudeliere el mundo nuevo que la razón crítica quiere hacer surgir de las investigaciones
de las ciencias y de los resultados de la técnica. Es simplemente la vida
concreta y cotidiana del hombre en el mundo contemporáneo, mundo cambiante y en
permanente trasformación, que vive en presente y el futuro, pero que está condenada
siempre a caminar en el presente, a buscar su fugacidad en el día a día”.
La pregunta que evoca el presente debate es, ¿qué es el arte,
¿qué consideramos obra artística?. En la revista Ñ del periódico “El Clarín” de
Buenos Aires, la crítica Mexicana, se lanza en ristre contra la manera como se
está asumiendo las consideraciones sobre el arte y por esta vía critica al arte
contemporáneo como tal. Responde con absoluta seguridad a una pregunta que
intenta focalizarla:
-¿Quién decide qué es arte?
-Es una decisión arbitraria que se toma entre las
instituciones, los museos, las universidades… Es un arte de la academia. Eso de
que es independiente y libre es mentira.
Halim en arcadía enfatiza: “Aunque Lésper comprara el arte contemporáneo
con un dogma incuestionable, (así llama el primer capítulo de su libro, lleno
de múltiples alusiones religiosas),ella construye su propio dogma mediante un
acto de fe en sí misma, cuando define lo que para ella es el “verdadero arte” y, en oposición,
el “antiarte”, una polaridad que se parece mucho a las “verdaderas” y a las”
falsas religiones”, impulsadas
normalmente por personalidades ególatras
y mesiánica, que polarizan las opinión pública
dañina para la humanidad”.
Adrian Searle en el “Cultural” de España refuta de otra
manera la posición de Lésper, sin referirse puntualmente a su libro, su aporte
es puntual: “Ante ello cabe preguntarse
qué interés tendrían los artistas en pasarse la totalidad de sus carreras
perpetuando una estafa. ¿Por qué iba alguien a molestarse en idear una
conspiración de esas características? ¿Habrá alguien a la cabeza, planeándola y
organizándola? ¿Se tratará de Vicente Todolí, de Sir Nicholas Serota, o de
algún potentado coleccionista oculto en su bunker, como el malo malísimo de una
película de James Bond? ¿Qué objeto tendría esta fantasía inverosímil?[2]”.
Lesper, ataca los curadores, a los
críticos y por su puesto a los artistas: “Ahora el arte solo es mensaje. No hay
arte, solo hay panfletos. Estas obras no pueden existir sin los museos. Las
obras, paradójicamente, se ven mejor en el catálogo que en vivo. Y ya no
digamos con los artistas performance, que solo tienen el registro fotográfico
de lo que hacen porque dicen que es efímero, aunque lo repitan 700 veces. Son
obras que solo existen en los catálogos y a través de los discursos y la teoría
que le ponen los comisarios y especialistas en estética. Son objetos de lujo,
una nueva forma de consumo”.
Nunca antes se había podido acceder de manera tan fácil al
arte, lo que lo hace más popular y por ende abre el debate, lo democratiza,
esto quiere decir que la controversia hace parte del momento artístico contemporáneo.
Hay quienes piensan que todo pasado es mejor, creo que no es así y que pese a
lo dicho por la crítica Lésper, el arte pasa por un buen momento, sobra decir, que siempre abran imposturas, el tiempo que lo cura todo,
será el mejor filtro a los engaños del mercado tan comunes en este capitalismo
voraz.
Ver el arte, valorarlo, descifrarlo, nunca será tarea fácil,
pero esto hace parte del mundo artístico, la obra se termina cuando el
espectador llega, su mirada le da el toque final a una obra que siempre implícitamente
tiene un mensaje, imposible desligarla del marco ideológico que le da sentido.