La semana pasada se
produjeron dos aniversarios que describen a cabalidad el país, no solamente por
la lentitud de la fiscalía y lo paquidérmico del sistema judicial, sino la
confluencia de poderes que desde hace más de cincuenta años manejan el estado,
manipulan las instituciones y ejercen un control bárbaro sobre vastas zonas del
país, que parecieran no querer esclarecer el delito.
Siempre he pensado que
escribir la biografía del doctor Álvaro Gómez Hurtado constituye una necesidad
inaplazable. El periplo del ejercicio de la política lo llevó de posiciones
recalcitrantes de derecha, casi fascistas, hasta convertirse en un demócrata convencido;
capaz de hacer acuerdos, incluso con sus enemigos más acérrimos, por no decir
que con sus captores.
El otro aniversario fue el
de Bernardo Jaramillo, que tocaré en un artículo posterior y que tiene un
análisis aparte. Álvaro Gómez Hurtado fue asesinado en unas circunstancias muy
particulares, que comprometen al ejecutivo de la época, el doctor Ernesto
Samper, a militares muy connotados y a personajes de la política, difícil hacer
afirmaciones en firme, pero ahí están los hechos, parte de la historia nacional
es que nunca resolvemos nada.
Alguien debería recoger la
obra escrita de Álvaro Gómez, sobre todo los artículos de prensa y editoriales
de los últimos diez años incluyendo los de la constituyente. Nuestra
constitución, fue ayudada a diseñar por este hombre en el 91, fue su
presidente.
Sí por alguna razón se
encontrara vivo, seria consciente que nada ha cambiado y que seguimos en una
impunidad e inequidad galopante, con masacres a bordo. Hacer memoria resulta de
suma importancia, para que las generaciones posteriores conozcan el galimatías
en que se desenvuelve la patria y la triste historia de tragedia y muerte.