Mi hija Isabbella está
cumpliendo hoy once años. Ella es una niña muy atenta con todas las cosas de la
vida, con una responsabilidad por fuera de lo común. Tiene una dulzura abrazadora que seduce, su capacidad lingüística sorprende y en sus
palabras encuentro el bálsamo para la vida que me hace luchar sin tregua para
sobrevivir.. Ella, como todas las niñas de su edad, está loca por ser
adolescente, quiere crecer antes de tiempo y tener derechos que dice poder
asumir con responsabilidad: Recalca muchas veces con vehemencia: Madre ya no
soy una niña. Ha sido difícil como padre
hacerle entender que el mundo no es el paraíso que ella supone, que en las
calles hay mucho peligro y que pese a todas las cosas hermosas que nos rodean,
hay gente que no se comporta bien. Recuerdo que yo a su edad, caminaba libre
por mi barrio, andaba metido en las casa de mis vecinos, salía de la casa sin
ninguna restricción, no vivíamos con la paranoia de hoy, rodeados de todo tipo
de asechanzas. Las redes sociales son la
calle de nuestros hijos, viven en ellas las 24 horas del día, son un panel infinito donde se encuentran con los amigos, es difícil aceptar esta realidad, pero su
mundo es muy diferente al nuestro, muchas veces tenemos que recordarles que desde estas redes también nos pueden hacer daño. Mi hija es una niña alta para su edad, entra
el año que viene al bachillerato, está feliz, le hace sentirse grande. Tiene eso que llamamos vena
artística, cierta inclinación por las artes, sensibilidad, creo que escribirá
muy bien con el tiempo. Hace más o menos seis años se le diagnostico diabetes uno,
una condición que trasformó su vida y que aceptó con mucha inteligencia. Ella es una niña feliz, los cuidados que implican esta condición, le
han generado una responsabilidad por encima de su edad, una sensibilidad fuera de lo común y un amor por la vida sorprendente. Muchas veces se angustia,
pregunta, pero siempre comprende a cabalidad las explicaciones que se le dan y
asume con entereza sus tareas. Isabella, no ha
podido entender el mundo de los adultos, le asusta su intransigencia, odia
cuando la gente pelea y se asombra de la agresividad de ciertas personas. Como
padre me pregunto cual es la mejor manera de enseñarles a vivir, cómo darles las herramientas para enfrentar las vicisitudes de la vida, trato de imaginar cómo será la vida de estos niños en el futuro,
cómo enfrentaran la realidad tan llena de peligros. Pienso que en el día a día los
vamos preparando con la única herramienta válida: el buen ejemplo. Ahora que espero que Isabella se levante para
darle el mejor regalo: Un abrazo y un beso con todo el amor, reconozco que nosotros aprendemos demasiado de
nuestros hijos, creo que recibimos mucho de ellos, más de lo que le aportamos. Isabella tiene dos hermanitos que la adoran y le tienen mucha
paciencia. Mariana y Santiago, dos jóvenes en plena adolescencia quienes han sido su compañía
en la vida. La relación con su mami Ana Isabel es muy especial, no es de sobre-protección,
sino de acompañamiento, alimentada de un amor inconmensurable y una solidaridad especial. Espero tener un día feliz con este regalo de la vida.