El presidente Juan Manuel
Santos salió a la palestra de las aspiraciones presidenciales con una habilidad
impresionante al poner el tema de la reelección de su política por encima de su
aspiración personal. Propone un “Acuerdo sobre lo fundamental”, anticipándose a
sus contendores pues según él, son necesarios en este momento cuatro años más
para consolidar las conversaciones de paz con la insurgencia, proceso
inexorable históricamente hablando y que de ser positivo, le cambiaría la
cara al país de manera definitiva.
No solo se necesita un
acuerdo de convergencia por encima de los partidos y aquellas ideologías y
radicalismos propios de nuestra fauna política, sino que la economía debe estar
fortalecida en todos aquellos componentes que atañen al desarrollo, el desempleo,
la inequidad imperante y por supuesto para los compromisos propios del acuerdo.
Su labor en el exterior es
digna de admirarse. La gira que está llevando a cabo, ha demostrado con
creces esta habilidad natural, el talante diplomático de quien creció en estas
lides, el talento comercial con el ojo puesto en el futuro, un espíritu e
intelecto conciliatorio. Pese a la torpeza que se cometió con la
propuesta de la OTAN y haber recibido a Capriles en un momento que los diálogos
estaban en el mejor momento, su capacidad está descontada. Se necesita un super
ministro con la talla del doctor lleras, que tendrá que multiplicarse.
Realmente la economía para
el ciudadano de a pie esta de mal en peor. Hay una recesión en ciernes, no hay
flujo de caja, el desempleo está por encima de 7 %, atendiendo a lectura harto
dudosas, el consumo ha bajado implacablemente y la industria ha tenido unos
índices de crecimiento preocupantes, a pesar de las habilidades propias del
DANE en el manejo de la estadística, que es la herramienta
preferida de los políticos para mostrar bien lo que está mal. Paul Krugman, en
su última columna del New York Times, escribió: “En cambio, los responsables
políticos, tanto aquí como en Europa parecen presa de una combinación de la
complacencia y el fatalismo, la sensación de que nada necesita ser hecho y nada
se puede hacer. Digamos que es el gran encogimiento de hombros”. Frente a
los graves momentos que viven los Norteamérica y Europa.
Algo similar sucede en
nuestro país en medio de una coyuntura muy delicada. La inequidad sigue siendo
nuestro peor problema, el desempleo y una concentración de la riqueza que se
recrudece sin que nadie haga algo real por evitarla. Lo demuestra con creces el
carrusel de la contratación en Bogotá, que llevaba veinte años entregándole las
obras a los mismos, la expansión del paramilitarismo basados en saqueo y
expropiación que incluía el sector productivo y el agro-industrial que
compromete oprobiosamente a muchos gremios y, el caso de Interbolsa
que refleja para qué sirve el poder en Colombia.
Krugman remataba: “Incluso
las personas que consideran que los buenos, los responsables políticos que en
el pasado han mostrado preocupación real sobre nuestra debilidad económica, no
están mostrando mucho sentido de urgencia en estos días”. Esto pasa en nuestro
país, alguien tiene que poner los puntos sobre las mesa y empezar a tomar
decisiones que de no atenderse generarán un colapso del cual será difícil que
salgamos.