Estamos a tres semanas de las elecciones en Colombia para el congreso y las consultas de las diferente coaliciones interpartidistas, una especie de primarias, se da en medio de una crisis sustancial de la democracia y la política, esta ultima se hace con descalificaciones, falta de propuestas serias y viables y como si fuera poco entre escándalos mediáticos e insustanciales, con la regla general que ha nadie le parece interesar los debates.
Los graves problemas de orden público no cesan, la violencia en Colombia, pese a los acuerdos de la Habana, es nuestro peor problema, la inseguridad y la crisis de la justicia son otro lunar, para no hablar de la inequidad y la desigualdad galopante. En este panorama, los candidatos al congreso proponen muy poco, seguimos considerando las elecciones, como industrias electorales, clientelistas, donde el dinero desbocado continua sin control.
Lo mismo pasa con los candidatos a la presidencia que han perdido el tiempo atendiendo acusaciones, escándalos, política del espectáculo, digna de un reinado de belleza y las propuestas que nos saquen de los problemas graves brillan por su ausencia, no conozco el primer programa de gobierno.
Hay candidatos de derecha, de centro y de izquierda. No deberíamos preocuparnos por los matices, ni temerle a las discusiones ideológicas, pero contrario a ello, cada uno descalifica a quien puede y los miedos constituyen la forma de enfrentar los debates, asustar al electorado es el pan de cada día. Bien sea los que se le increpan a los afines a la izquierda o a la inversa, al primero se le recuerda su cercanía con políticas tildadas de casto-chavismo que impondrían algunos de sus programas y de igual manera se recuerda a la derecha por sus actitudes fascistas. Realmente es difícil asumir que estas serian las políticas a implementar. Lo que quiero destacar es que no hay discusiones con rigor. A eso se suman las peleas internas entre los miembros de las coaliciones en las consultas.
Estamos lejos de hacer política abierta, con sindéresis, donde haya debates programáticos, ideológicos. Ahora se volvió costumbre hablar mal de la política, de los que ejercen esta profesión que en el sentido aristotélico tiene responsabilidades muy importantes, hablamos del arte de gobernar a los pueblos, de dirigir la sociedad, paradójicamente terminamos haciendo de ella el mecanismo para enriquecerse, el poder solo sirve para usufructuarse particularmente.
Espero que sean mas visibles los programas, que el debate sea muy sustancial y que podamos cambiar este país desde la democracia y participación. La juventud debe tomar la democracia en sus manos, con un voto que permita nuevas caras y un aire de cambio.