Las crisis siempre
dejan enseñanzas. Así como el mundo globalizado representa grandes ventajas, en
el caso del virus refleja una vulnerabilidad que antes desconocíamos. Cuando
los protocolos de emigración no se ajustan a las necesidades de prevención que
se deben aplicar para estos casos, fácilmente la catástrofe en materia de salud
de los habitantes de cualquier país, así sea del primer mundo, resultan inevitables.
La actual crisis demostró que el mundo es más vulnerable de lo que imaginamos. La
economía reflejó su cara más frágil. Para este caso el mundo por el efecto
mariposa está sometido a consecuencias que, para este año, eran impredecibles.
El petróleo, el oro y las volatilidades de la tasa de cambio constituyen las
variables visibles en materia económica más afectadas. En estos casos definitivamente
se mide la capacidad de reacción de los gobiernos. Italia es un ejemplo de lo
que no se debe hacer, no solo reacciono tarde, sino que no midió las
consecuencias de su irresponsabilidad, ahora paga con la muerte de ciudadanos
inermes la falta de medidas a tiempo, pese a que la noticia era mundial.
El mundo ha
vivido pandemias fatales. La historia de las mismas es larga y variopinta, la
constante es la muerte y la desolación. Desde la viruela, el sida, la peste, el
sarampión, la gripe española, el tifus, la cólera, para solo citar las más
emblemáticas, la humanidad conoce de antemano este tipo de riesgos. Pese a los
avances de la ciencia ha sido imposible erradicar la aparición furtiva de las
mismas, lo que implica que estamos lejos de ser inmunes totalmente a estas
pandemias.
Recordé el
libro la peste de Camus, una hermosa narración de la crisis que produjo una plaga
en el pueblo argelino de Oran. Narra como el hombre se enfrenta a lo absurdo y
demuestra como nunca está preparado para estos eventos. El cine siempre anticipándose
a lo que nos puede pasar nos regaló curiosamente hace muchos años, sendas películas
sobre el tema.
Otro
aprendizaje es que el sentido solidaridad, tan perdido en estas épocas de tanto
individualismo, gracias al capitalismo voraz, vuelve a ser importante. Las
crisis unen indefectiblemente. No solo a
nivel interno de cada país, sino a nivel internacional. Es importante en estos
eventos saber no solamente lo que debamos hacer, sino igualmente lo que no
debemos hacer. Debemos evitar las aglomeraciones, no salga de casa, lavarse las
manos continuamente, avisar a tiempo cualquier cambio que implique reconocer
los síntomas del virus, pues es absolutamente irresponsable ser agente
trasmisor, sin tomar las medidas que evitan el repliegue exponencial de la
enfermedad.
La sensación
de inercia y catástrofe es inevitable. Peor la sensación de culpabilidad.
Muchas son las hipótesis sobre el aparecimiento del virus. Las especulaciones
van desde la mano implacable de Dios, hasta la consecuencia de la guerra comercial
entre las potencias. Es el momento ideal para los falsos profetas, esos que
viven pronosticando apocalipsis a granel, tienen una oportunidad inigualable.
Una sola cosa es cierta, hay que tomarse en serio las recomendaciones en
materia de salud. Lavarse las manos seguido, parece ser la recomendación
fundamental para este caso.
Se nos
volvieron las noticias vitales para saber cómo se está comportando la crisis en
el mundo. Ósea que para en el caso de este virus en concreto, estar informado
es vital y de hecho saber que está pasando en nuestra ciudad resulta de suma
importancia. En cuestión de horas una ciudad puede ser sometida a las consecuencias
fatales del virus por un descuido de sus autoridades y de los sistemas de
salud. El último aprendizaje es que la
vida vuelve y nos demuestra que sin salud no hay nada. Amanecerá y veremos.