Pocos entienden qué definimos
realmente en las próximas elecciones, cual es la gran diatriba. No solo estamos en una disputa por la silla
presidencial, un programa y unas curules. Es mucho más. Estamos al frente de
dos visiones de país.
La primera está sustentada
en la fuerza, sólo ve la salida militar al conflicto armado, es caudillista, no
admite ningún tipo de discusión argumentativa, tropelera, no habla de grupo al
margen de la ley, sino de delincuentes y terroristas, ejecuta preferentemente,
su políticas no admiten consenso, las consideraciones sobre lo que nos pasó, lo
que se debe hacer y como terminar con la delincuencia ya están predeterminadas,
cualquier otra posición realizada desde la academia, expresada desde otro ámbito,
simplemente no existe.
La segunda es civilista,
está tratando de volver a la institucionalidad, ajustada a la ley, sabe y
reconoce que hay un conflicto, que es producto de décadas de inequidad e
injusticia, producto del marginamiento social y la exclusión, que requiere por
lo tanto de políticas inclusión, busca una democracia en todo el contexto que
este término implica, para un país que deberá en adelante, respetar las reglas,
los contrapesos, creer en los consensos y se someterse a la reglas.
En la primera, solo existe culto
a una persona, como creyentes sin capacidad de pensar. La foto de campaña, no
es la del candidato sino la del caudillo, evidencia aterradora que se pasa por
alto sin ningún tipo de reflexión.
En la segunda existe un
programa, muchas diferencias, pero de antemano solo se admiten discusiones
civilizadas, se atienden razones y no dogmas, parten del respeto a la ley y
reconocen una historia como canal de análisis al momento histórico.
Esto no es retorica. Lo
demostraré. La ley de víctimas y restitución de tierras busca entregar las
tierras que les arrebataron a los campesinos y nativos la mafia y los
paramilitares. Ha hecho devoluciones legítimas, de acuerdo a la ley y después
de un enrutamiento institucional. Estos hombres, decidieron volver, recuperar
lo que habían perdido a sangre y fuego. Casi a todos los han asesinado, los
siguen intimidando y el país vive en el temor reverencial de que hay fuerzas
oscuras muy poderosas que no está dispuesta a dejar que el estado mafiosos y
fascista se desmantele y se desmonte. Por ello persisten los asesinatos, la
extorsión y la intimidación inclemente.
No será fácil para el que
piensa en términos civilizados, democráticos y de consenso ganar esta contienda
por la capacidad de la oposición que está dispuesta a todo y cuando digo todo,
es todo. Eso que nunca hemos llamado democracia, que un grupo de personas
dogmaticas que insisten que no podremos disfrutarla a cabalidad, por qué estamos
condenados es vivir entre la muerte y el arrebato. Esto significa que la guerra
es un negocio en nuestro país y será muy duro desmontar, desmantelar los
poderes enquistados.