El asesinato continuo y diario de líderes sociales en
Colombia constituye una verdadera tragedia. han sido perpetrados por fuerzas
oscuras, en cada una de estas muertes hay causas variopintas y difíciles de
descifrar, cada asesinato está rodeado de circunstancias especiales: Procesos de
restitución, defensa de comunidades, recuperación de espacios políticos. Los
líderes advierten a las
autoridades sobre el peligro que corren, casi siempre el estado termina siendo impotente
para protegerlos, pese a las denuncias, los asesinatos nadie los evita. Ahora
que el tema de nuestra historia está sobre la palestra por gracia de varias
publicaciones de mucho éxito e importancia, volvemos
hacernos la pregunta inevitable y recurrente: Estaremos condenados a matarnos eternamente?, Es posible tener el mínimo grado civilidad que nos permita una convivencia pacifica?.
Hay cosas que nunca hemos resuelto pese a lo importantes para superar nuestra violencia. El conflicto nació de la falta de espacios políticos, de mucha inequidad, de las continuas e irresponsables disputas entre las élites que
nos acostumbraron a resolver nuestras diferencias a sangre y fuego. En el siglo
XIX fueron las guerras civiles, la confrontación armada entre federales y
centralistas; la guerra de los mil días en el final del siglo XIX y Principios
del siglo XX; en el siglo XX la violencia partidista desde los años 30 hasta el 57 entre
conservadores y liberales, fue cruda y despiadada; después se presentó la amnistía del general Rojas Pinilla que tenía por objeto la inclusión a la vida política y social de grupos por fuera de la ley, en un época de recrudecimiento de
los fanatismos partidistas, con mucho pueblo asesinado, esta anmistia al final fracasó y
trajo el nacimiento de las guerrillas ante el asesinato de sus principales líderes, quienes volvieron al monte; más tarde llegó el narcotrafico con toda su carga de violencia, muerte y sicariato, concomitante con todas las otras violencias, contaminó con sus dineros sucios a gran parte del aparato productivo, político y la sociedad en general entre el 70 y el 20015, desde su nacimiento nunca tuvimos alguna tregua; en este periodo también vivimos la guerra entre
carteles, los actos de estos contra el estado y por último la consolidación de
las Bacrim, organizaciones del crimen que han venido creciendo en casi todas las capitales del país. La
violencia en Colombia ha sido el pan de
cada día desde hace muchos años.
Me duele Medellín, está en manos de la delincuencia común. En alguna época se produjo un contubernio perverso entre
autoridades y grupos criminales que nos hizo creer que
no teníamos problemas, estos acuerdos secretos generaron los empoderamientos de las Bacrim, con tan graves consecuencias. ¿Que hacer?, no son fáciles las soluciones, el
alcalde ha confrontado estas organizaciones con mucha valentía pero los
problemas no se solucionan tan solo con medidas de policía, se necesita más. La delincuencia en algunas zonas se volvió para los muchachos en una opción de vida, son atraídos por el
dinero fácil, este compra conciencias, asumen un modelo de vida delincuencial con un orgullo inexplicable, tienen su propio lenguaje, una manera de
ser que los identifica, un sentido de la vida por fuera del canon. Este modelo se multiplica entre los muchachos de los barrios más populares. El
fenómeno Pablo Escobar nos hizo daño. Aun lo imitan y para algunos es un héroe, una especie de Robin Hood.
Hay que fortalecer otros caminos: La educación, el deporte, la honestidad, el
trabajo, el conocimiento, de hecho esta ciudad ha hecho grandes inversiones: Parques
bibliotecas, festivales, campañas educativas…en fin.
Señor gobierno, hay que proteger a los líderes sociales, recuerden,
fuerzas oscuras hace algunos años acabaron con todo un partido político, la
UP, mataron más de 6000 militantes, crímenes que aún siguen impunes, no repitamos la historia, que nos sirva de algo.