El partido de gobierno en su intensa campaña en contra del acuerdo de la Habana, la actitud inercial y cómplice del presidente en cabeza del ministro de defensa, en el propósito irrefrenable de hacer trizas el acuerdo de paz, constituyen el aspecto más grave que vive el país, a ello se suma el asesinato de más de 250 desmovilizados de la FARC y 500 líderes sociales, donde están seriamente comprometidas las fuerzas armadas y el estado colombiano.
El centro democrático
en cabeza del doctor Uribe está a la cabeza de una derecha recalcitrante y fascista,
ha manipulado con una frialdad y descaro al gobierno en el propósito de acabar
los acuerdos, en una estrategia predeterminada y perversa, con objetivos claros
para traer de nuevo la guerra a Colombia. Esta actitud tiene resultados
nefastos para el país, instaurando una xenofobia en contra de nuestras
instituciones y tradición, encarando al país de nuevo al conflicto que tanto nos
costó cerrar.
La relación
de las fuerzas armadas, carne de cañón en esta guerra y a la que el gobierno
manipula, sacrificando a sus generales, la impotencia para traer la paz a
vastos sectores abandonados por la FARC, dejan claro que hay más territorio que
estado. Es un hecho, no hay oposición, el país está conminado de nuevo a la
guerra, sin congreso, además con una corrupción galopante.
Todos los
días nos levantamos con noticias de asesinatos de líderes sociales en zonas de conflicto,
Asesinados con una frialdad absoluta y que develan la impotencia y la falta de
voluntad del gobierno. En cualquier
parte del mundo estos hechos generarían álgidos debates en defensa de la vida,
en Colombia curiosamente no pasa nada y lo que es peor, el gobierno sigue como
si nada, manipula cifras, para defender con estas la ausencia de
gobernabilidad, en medio de una inequidad absoluta.
Es el país en
el mundo con más violaciones de derechos humanos, feminicidio, asesinatos. La
fuerza pública hasta la fecha ha sido impotente para controlar vastas zonas del
país manejada por los carteles de las drogas y los grupos ilegales. El asesinato de víctimas de la guerra que,
por gracia del acuerdo de la Habana, han recobrado sus tierras, refleja a una
derecha que no está dispuesta a ceder frente a las obligaciones impuestas por
el acuerdo. Gran parte de la tierra de este país ha sido ganada a sangre y
fuego por una elite que está en complicidad con las fuerzas del gobierno en
contubernio con los paramilitares.
El gobierno
no solo tiene el propósito sistemático de hacer trizas el acuerdo, sino que sus
ataques a la JET ahora son directos, descarados, tratando que la justicia
transicional no cumpla y olvidándose que la verdad se sobrepone a la justicia,
se trata de ceder para vencer y armar la memoria histórica.
Se necesita
liderazgo y que las fuerzas sociales vivas del país defiendan el acuerdo de paz
de la Habana. Es hora que las ONG, la academia, el estudiantado, la clase trabajadora
y los partidos realicen esta tarea de manera responsable y rigurosa. Sí no lo
hacemos, el gobierno acabará con las esperanzas de un país que realmente
necesita cambios.