Después de una evaluación juiciosa
del orden público en las principales ciudades colombianas, decidí poner en
contexto el problema del poder. La pregunta puntal: Quien manda, en manos
de quien está la autoridad en nuestras capitales. Descifrar esta pregunta,
significa romper el velo sobre los entramados del poder en manos de las bandas
criminales, el contubernio perverso de estas con las autoridades y por su
puesto la situación del ciudadano común, que está en medio de estas dos fuerzas
que lo avasallan.
Las bandas criminales tiene una
génesis, comprenderla bien nos ayudara a entender y descifrar su empoderamiento
actual. Con este nombre se identifica a una serie de organizaciones mafiosas
que operan en Colombia. Esta denominación fue otorgada por el ex presidente
colombiano Álvaro Uribe, frente al fenómeno o reestructuración del crimen
organizado, luego de un proceso de desmovilización de
32 000 mil combatientes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC),
el fortalecimiento de la implementación de la política de seguridad
democrática y la influencia del narcotráfico. Las bandas criminales
operan en todo el territorio nacional, aunque también mantienen presencia en
otros países como Venezuela y Panamá. Sus aliados estratégicos
son las FARC, ELN, EPL y varios narcotraficantes, debido
a que su principal actividad en principio, fue el control sobre el tráfico de
estupefacientes, ahora existen mecanismos más eficaces, que van desde tributos,
cobros ilegales, la extorsión, el microtráfico y el control de las ollas. También
se tiene indicios sobre los nexos con varias mafias mexicanas, entre las que
figuran el Cártel de Sinaloa, y Los Zetas.
Entre sus accionares se encuentra el
ataque, la extorsión y el secuestro a la población civil y miembros de la
fuerza pública. Otras actividades obedecen al reclutamiento forzado de
menores de edad y el impuesto, una modalidad extorsiva que busca la
intimidación y el desembolso de dinero por parte de comerciantes, empresarios
y, en ciertas ocasiones, a compañías y empresas de diversos sectores.
Después del proceso de Ralito y
la desmovilización promovida en el primer gobierno del Doctor Uribe, de las
Autodefensas Unidas De Colombia, se fueron develando aspectos sustanciales al
interior de estas organizaciones, que ayudaron a descifrar este fenómeno. Desde años atrás, las ciudades estaban bajo control de las bandas
criminales, al principio con organizaciones muy incipientes que nacieron
atendiendo encargos de los varones de la droga hasta lograr estructurarse con
más fortaleza. Con el tiempo, gracias al dinero obtenido por estos favores, crearon
jerarquías de mando, se consolidaron los llamados combos, verdaderos grupos pequeños de
poder, los cuales buscaron ser visibles en la ciudad, ganando reconocimiento, pues ser visible, significa en carta
blanca, ser respetados. En el caso de Medellín la red delincuencial era
reconocida, su entramado era visible. Volvamos al caso de don Berna. Hasta hace
poco, su autoridad estaba por fuera de cualquier duda en Medellín, se había
hecho al control total de Medellín y lo ejercía de manera absoluta.
Algún día le dijo al alcalde, voy a parar la ciudad y así se hizo, dejó de
funcionar el transporte público, muchos negocios cerraron y de pronto la ciudad
se paró bajo su mandato. Cómo llego a este poder. Llegó a la cima después de
una carrera delictiva de años, nació como correo, se hizo respetar como
sicario, creció junto a los grandes narcotraficantes, hasta convertirse en el
capo, el único, sobra decir que después de muchos sucesos y circunstancias que
convergieron a su empoderamiento. Esto quiere decir que en la ciudad,
la infinidad de grupos delincuenciales, terminaron atendiendo a una
sola voz de mando, la del patrón. Ahora es preciso tener en cuenta el análisis
sociológico de contexto, de lo que pasó en los barrios, en las comunas, zonas
que tienen su propia historia. Las comunas nacieron y crecieron, por efecto de
los recurrentes desplazamientos de campesinos, producto de la violencia de los
años cincuenta, sesenta y setenta, frito de las luchas partidistas. De esta
manera se fueron creando cordones de
pobreza alrededor de las grandes las capitales colombianas. Con el tiempo
adquirieron importancia desde lo
urbano, lo social y para la propia gestión pública, llamase: Ciudad Bolívar,
comunas de Medellín, distrito de agua blanca en Cali. Hoy sería imposible
gobernar cualquiera de estas ciudades sin tener en cuenta estas grandes zonas. Desde
esta perspectiva, resulta evidente que existe un problema social concomitante
con el problema de las Bacrim. Existen responsabilidades directas del estado,
la clase dirigente, sectores gremiales y la sociedad. Cual ha sido la acción
del estado al respecto. Empecemos por las decisiones de carácter policivo. Casi
siempre son de reacción. No hay política criminal. Debemos saber que el estado
y política criminal deberían estar ligados; aunque es evidente que puede haber
muchas políticas criminales dentro de un Estado, en la medida que el poder esté
repartido y en cuanto haya la posibilidad de diferentes movimientos de
expresión. “la política criminal es un mecanismo que distribuye el poder de
criminalización, al usar las leyes, la policía y el proceso para dar solución a
los conflictos sociales. Pero esta política parte de la igualdad en teoría,
porque en la práctica lo que existe es una discriminación, que se manifiesta en
una desigual distribución de la criminalización, entonces en principio debe
propender por redistribuir el poder de criminalización, abarcando todo el
sistema criminal. Ahora la política social y la inversión por muchos años
fueron muy débiles, tuvimos un asistencialismo perverso, paralelo a esto,
vivíamos en medio de una corrupción enquistada en todas las instancias. Fueron
veinticinco años en que esta juventud inerme cayó en manos del narcotráfico y
las bandas. Se han instaurado programas sociales, planes de
cobertura, comedores comunitarios, vivienda de interés social, para atenuar el
problema básico de exclusión, inasistencia alimentaria, falta empleo,
drogadicción, esfuerzos que no alcanzan a solucionar el problema.
Cada ciudad vive su propia viacrucis.
Algunas han logrado ocultar el problema, encubrirlo. Cito el caso de Medellín,
porque su paz, no corresponde al discurso que trata de vendernos su
alcalde. Las bandas están realmente empoderadas. El ciudadano vive cargado
de temores, no importa si está mal, bien, la presencia de las mismas lo
intimida. Vivimos en medio de una red, es una época de premeditación, los
asesinos están convertidos en jueces. Esto quiere decir que hay un historia
social de la delincuencia, no nacieron por generación espontanea. Es imposible
una negociación de paz sin contar con ellas. Sería fatal desconocerlas.