Hemos vivido
circunstancias excepcionales y difíciles gracias a un virus que sorprendió a la
humanidad en pleno y que ha significado en lo esencial el sometimiento a un
aislamiento total antes no visto. Estar en casa sin poder salir, sometidos a
protocolos estrictos, ha sido la experiencia que nos ha tocado a cada uno de
los mortales de este planeta, a unos con más intensidad que otros. La lectura
de este momento tiene infinidad de interpretaciones y significados y porque no
decirlo, consecuencias de acuerdo a la realidad de cada persona.
Siempre
hablamos de lo malo que nos pasa y nunca de las cosas buenas que puede traer
una circunstancia limite. El aislamiento total es la norma y lo que hemos
vivido en los últimos tres meses, es un confinamiento, no respetarlo puede significar
la muerte, el coronavirus hasta ahora no tiene vacuna y sólo se ha atendido con
medidas de prevención. Científicamente se llama una pandemia y son
absolutamente escandalosas las cifras de muertos en el mundo.
Soy una
persona independiente, con cuatro hijos, tres mujeres y un hombre, todos muy jóvenes.
Una de mis hijas, la menor, es diabética de nacimiento, lo que obliga a una
prevención total, está dentro del renglón de las personas altamente
vulnerables. Esto significó, que de la noche a la mañana quedamos confinados en
la casa a la espera de decisiones gubernamentales, de resultados significativos
frente al virus. Todo el mundo está viviendo estas circunstancias tan graves, esta humanidad desbocada fue obligada a parar, a guardarse,
a mirar más hacia adentro que afuera.
El cambio fue
total: En lo personal, lo fue con la familia, el entorno y nuestros roles. De
la noche a la mañana, cero ingresos, los gastos iguales y la responsabilidad de
respetar la norma. En el caso mío, la experiencia ha dejado
muchas lecturas. La primera, la solidaridad sin medida de la familia y los
amigos de la familia. Nunca nos ha faltado nada, en lo emocional hemos estado
acompañados y en lo económico han salido al paso con una preocupación desmedida.
Entonces, eso que en filosofía se llama la otredad, el otro, se afirmó en esta
crisis. Estuvimos obligados a compartir todo el día con los hijos, a verle de
nuevo a los ojos, a dialogar sin afanes, a sentir que los lazos de sangre son un cordón
umbilical que en casos como este funciona, es una virtud que flota y prevalece.
En una sociedad que nos acostumbró solo a pensar solo en si mismos, fomentó el egoísmo desde un consumo irresponsable, en esencia, generó un modelo de vida soportado en egocentrismos extremos, en pleno enfrentamiento con la naturaleza. En estos momentos, por gracia del virus, rescatamos, la solidaridad, lo colectivo, el valor del otro y de hecho mirar la realidad del entorno por fuera de
nuestros egos. Al final, hay consecuencias loables en esta crisis.
Mi familia y
el suscrito quieren darle las gracias a cada persona que ha contribuido con
nosotros. Sentimos una responsabilidad
moral con ustedes y nos han dejado una enseñanza real, con el ejemplo, a ser
agradecidos con la vida, no importan las circunstancias adversas. Significó, sobre todo,
reconocer a los otros y ser consecuentes con este regalo que nos dio la vida:
una familia y unos amigos muy grandes. De verdad, gracias, mis hijos han
aprendido con estos sucesos lo que es la virtud, la solidaridad y la mirada al
otro de tanto valor en estos tiempos de egoísmos, consumo e idolatrías desmedidas.
FAMILIA BUSTAMANTE
RUIZ