El
paro nacional cumple un mes sin que el gobierno haya podido asumir las
soluciones pertinentes, empezar con absoluta voluntad política las negociaciones con el comité del paro, escuchar al menos las clementes peticiones sociales, cuya base la constituyen los estudiantes, gran parte de la clase trabajadora,
los sindicatos y una masa de personas desempleadas y sin ninguna oportunidad,
quienes abrogan por un país más incluyente y poder superar la inequidad imperante y el
incumplimiento continuo de los pactos firmados con el gobierno desde el 2019.
El
presidente Duque decidió militarizar las ciudades, sin ninguna concertación con los alcaldes, además
creó comisiones que negociaron los primeros preacuerdos con el comité de paro,
para después desconocer lo pactado. A
esta falta de coherencia se le suma la falta de presencia en los lugares donde
más se ha recrudecido el conflicto como en Cali, ciudad de muchas diferencias
sociales y una inequidad insultante. La
crisis constituía la oportunidad para que el presidente liderara un cambio, creara una verdadera bitácora de reformas contundentes y necesarias por vía de diálogos con el constituyente primario,
pero decidió desconocer las causas de la protesta,
no escuchar a los líderes del paro y menos hablar con los comités en la
provincia, con los lideres barriales, nacidos de manera espontánea y quienes claman por ser escuchados. Siempre
el señor presidente toma las decisiones a destiempo, como el retiro de la
reforma tributaria y ciertas medidas en favor de la juventud, no ha entendido que el país requiere
un cambio estructural con reformas urgentes al sistema de salud, la justicia, al régimen de pensiones y una verdadera reforma política que tenga en cuenta a la juventud y que
cree las condiciones para evitar tanta corrupción y evasión.
Entiendo
que estas protestas se sustentan en muchos años y gobiernos que no han hecho
las reformas pertinentes, en la negligencia del actual gobierno que desde su partido
ha querido volver “trizas” el acuerdo de la Habana, que representa a una
derecha recalcitrante y polarizada y a un sector empresarial que ante la situación actual, decidió que era hora de meterse la mano al bolsillo en favor de la equidad, atendiendo el clamor social
reflejado en las protestas en todo el país y ante el hecho que fueron tocados
por ocasión del paro.
Es costumbre del ejecutivo en la voz de su ministro de defensa, hablar solo de la turba enfurecida y de los vándalos, como si la
ira de la sociedad en la situación que se encuentran 21 millones de pobres, tuviese alguna paciencia y racionalidad frente al hambre y la falta de oportunidades, cuando en
buena medida se le ha incumplido en todas las promesas hechas y para el caso concreto en lo pactado, a la vez de estar representada por
nadie, son gente sin voz. La ausencia de liderazgo del presidente se da en todos los ámbitos, se traduce entonces en una flagrante falta de norte y en el resentimiento de amplios sectores sociales que se cansaron de la clase dirigente y el sector político tradicional, quienes viven aplazando continuamente las reformas necesarias para el cambio político y la inclusión
social desde una distribución de la riqueza más justa. A un es tiempo que el señor presidente asuma los cambios necesarios y decida un manejo a la crisis
diferente a la salida militar, donde la concertación, la negociación y las
reformas le den un nuevo norte al país.
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