Desde hace
cinco años hay una toma de posición de la juventud en el mundo frente a todos los
problemas que afectan al hombre contemporáneo, su relación con la política y el papel
de las estructuras del estado en el cumplimiento de sus objetivos que no atienden sus necesidades, la relación de la clase dirigente y empresarial con el planeta quienes han actuado de manera irresponsable. La juventud colombiana no es ajena a esta reverberación, considera que las generaciones que le anteceden tienen muchas
responsabilidades políticas, éticas frente a lo que nos pasa y al deterioro contante del medio ambiente. Esta juventud quiere ser oída, no
está dispuesta a ser un convidado de piedra en las agendas públicas y en los
correctivos que debe tener el sistema y más aún en la relación que debemos
tener con nuestro planeta que, en últimas es la casa de todos.
Estamos
frente a una posición política de dimensiones no vistas antes. La crisis de las
democracias liberales es latente. Los gobiernos han pervertido las condiciones de
gobernabilidad. La democracia representativa término en industrias electorales
basadas en el clientelismo con el único objetivo de usufructuar el poder en favor de los intereses particulares. “Es posible encontrar la noción de crisis en
la democracia expresada como ausencia de arreglos institucionales o
persistencia de conflictos entre sus estructuras. Sin embargo, también se puede
abordar dicha crisis como una situación de carencia de valores, los cuales han
sido distorsionados, desplazados o descartados”[1]
. Está crisis se traduce en inequidad, falta de oportunidades y el
empoderamiento de una elite. Esto afecta por supuesto a la juventud. El análisis
es más profundo de lo que suponemos. “Wolin (2004) introduce el contraste entre
el capital y la democracia para presentar la discusión, preguntándose sobre la
relación entre la política de las corporaciones y la política democrática,
refiriéndose a la noción de crisis como un lugar no explorado debido a que
"la ubicación de la crisis se ha buscado en los lugares equivocados"
(Wolin, 2004, p. 597). Wolin considera que el error fue suponer que era posible
la compatibilidad entre el capitalismo y la democracia, y que estos habrían de
evolucionar para permitir la unión entre la cultura del trabajador y su cultura
cívica, por lo que afirma que Marx estaba en lo cierto, sólo que parcialmente,
pues el capitalismo no solamente desfigura al trabajador, sino que deforma su
condición de ciudadano, debido a que las premisas del gran capital operan como
factor de estímulo de conductas individualistas, acentuando rasgos
personalistas que se distancian de valores como la búsqueda del bien común
(Wolin, 2004, p. 601).
No hay otra
manera que revisar el papel de la democracia liberal que, desde el cumplimiento de los objetivos,
escrutar cómo se expresa la participación política y cuál es el manejo de la macro-economía
y si ella atiende a resolver los problemas de inequidad imperantes. María
Isabel Puerta Riera, expresa categóricamente, citando a Wolin: Señala que la
democracia (en referencia a la de los Estados Unidos) es efímera, en lugar de
representar un sistema estable; prefiere denominarla democracia fugitiva para
acentuar su naturaleza esporádica, relacionándola directamente con la noción
aristotélica. Por ello, resulta mucho más conveniente hablar de formas de
democracia en lugar de una sola, pues es esa multiplicidad la que deviene en
política anti totalitaria (Wolin, 2004, p. 601). Para Wolin, las posibilidades
democráticas dependen de la combinación del localismo tradicional y la
descentralización postmoderna. No solo la juventud quiere participar en la toma
de decisiones, sino atender, entender y participar de manera directa los
problemas más latentes, desde la toma de posiciones y la protesta como vehículo
de cambio ante el fracaso de la agenda pública al respecto.
Es claro que
la educación y el empleo son variables que deberán ser una constante en las políticas
públicas, pues de ellas depende buena parte del bienestar de la juventud. Colombia es uno de los países más
inequitativos, con menos oportunidades y con un déficit inmenso en la educación
universitaria, 23 días de protestas corresponden a un mecanismo de defensa ante
la ausencia y falta de atención de parte del presidente, la clase dirigente frente
a problemas puntuales, que ya son debilidades perversas del sistema político.
No basta asumir políticas en consideración a las peticiones de la juventud en la plaza pública, es necesario escucharlos, atender sus peticiones y crear mecanismos permanentes que atiendan a una problemática de muchos años. El gobierno colombiano en manos del presidente Duque debe dejar tanta arrogancia y ver todo lo que pasa como una oportunidad necesaria que no sólo soluciona problemas estructurales sino que deberá producir una agenda que se refleje en más oportunidades y por supuesto justicia social.
[1] Crisis de la democracia. Un
recorrido por el debate en la teoría política contemporánea. María Isabel
Puerta Riera.
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-05652016000100001
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