No es que el presidente no pueda atender la crisis, es que hasta la
fecha le ha faltado voluntad política para hacerlo. María Isabel Tamayo
Entendiendo que nuestro país vive la peor
crisis social y económica de las dos últimas décadas, que el caos que vivimos
nace de la negligencia y lentitud del gobierno en la toma decisiones que entre
otras tiene que ver con lo pactado en el paro del 2019, actitud que ocasionó una
crisis social y protestas de tal magnitud que, hasta ahora no ha podido
superarse, producto de una ausencia de gobernabilidad imperdonable, razón del paro nacional y protestas de dimensiones
no vistas hasta la fecha, cuyo objetivo en principio fue el retiro de la
reforma tributaria presentada por el
presidente con nota de urgencia, Llamado que desatendió de manera inconsecuente,
dándole pésimo manejo a las protestas,
lo que exacerbo los ánimos de una sociedad cansada del manejo del poder por un
elite sin mediación alguna. Una vez retirada la reforma de manera tardía, el
paro continuó, pues las causas van mucho más allá de esta reforma injusta, atiende
a razones de tipo instrumental y estructural propias de un estado fallido, un
ejecutivo encumbrado; se dirige igualmente contra la clase política, una elite
perversa y una corrupción galopante que nunca hemos superado, además denuncia los privilegios enquistados en nuestras instituciones por sectores dominantes desde
hace mucho tiempo. Por ello, no es hablando con los mismos
actores que el paro condena que, se le da salida al caos que vivimos, debe el
presidente hablar y pactar indefectiblemente con los sindicatos, los gremios,
el estudiantado, a través del comité de paro, que permita crear una bitácora de
reformas y pactos acorde con las causas de tanto descontento. Más vale hacerlo
con prestancia antes de que sea muy tarde. Se necesita escuchar, recapitular,
concertar y crear las políticas y correctivos necesarios.
Repensar el
país desde nuestras instituciones, evitar el reformismo inútil y, como a priori,
partir del reconocimiento que, es un problema de voluntad política. Pensar al país con objetivos de cambio es pertinente.
Esta crisis también se puede mirar como una oportunidad sí, la encopetada
clase dirigente lo entiende, tiene voluntad de cambio y concertación para hacer las reformas prioritarias que brinden no solo más oportunidades, sino que
nos permitan superar muchos problemas sociales represados. No es con la retórica
acostumbrada ni con esa racionalidad maniquea y leguleya con la que se han manejado
históricamente estos problemas.
Es una verdad
incuestionable que la falta de equidad, el olvido de vastos sectores de la
población y el usufructo del poder por unos pocos, constituye el apéndice y la
causa de tanto descontento.
Espero con
atención los diálogos entre la presidencia y el comité de paro, los
estudiantes, la academia y los gremios, con la nación excluida históricamente hablando.
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