Nunca
pensamos las dimensiones de las manifestaciones, lo variopinta de las
convocatorias y la multitud diversa que marchó pacíficamente en todo el país.
Este país de violencias múltiples le fue imposible evitar los vándalos, una minoría
que se mezcla para dejar la huella indeleble que nos apena y que tanto le ha
costado a Colombia.
Lo
inesperado, los cacerolazos, las amas de casa, las abuelas, la sociedad civil
en su más espontánea reflexión, salieron en la noche a caminar y protestar con
sus tiestos, para decirle al presidente que no están de acuerdo con el gobierno.
Después del 21, todas las noches y días,
se repiten estas convocatorias. Todos reconocemos que vivimos los efectos de
cincuenta años de equivocaciones, pero al presidente le toca gobernar, conocía
desde que fue candidato el país que recibía, la historia de una Colombia
marcada por la violencia, la inequidad, el desplazamiento y la coyuntura actual en toda su dimensión, lo peor, el desempleo. A esto se suman el eco de
las reformas que desde el ejecutivo se han propuesto, las que, para nada le
suenan a la opinión.
La reacción
del presidente: Lenta, no hay sindéresis entre lo que sucede y sus lecturas. No
se conecta con la sociedad que gobierna. Quiénes serán sus asesores me pregunto,
inexplicable, no han entendido que esto es una oportunidad para liderar un
cambio en este país, donde nada pasa. Ni hablar de las declaraciones de los
miembros de su partido, el centro democrático, sin palabras.
Espero que se
abran los diálogos, que el presidente presente una agenda de entendimiento y
que le demos vuelta a todo lo que sucede por el bien del país.
Diana Calderón
nuestra periodista, escribió hoy en el diario “El país” de España: “Todavía
estamos a tiempo como país de dar ejemplo de madurez democrática, respetuosa de
los derechos de quienes disienten y enviar el mensaje de que la violencia
fracasó como vía para superar nuestras carencias estructurales”.
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