Richard Ellmannn
publicó este breve ensayo hace muchos años, la calidad de este trabajo está
descontada, volver a su lectura, ahora que la literatura ha sufrido cambios
sustanciales, eso que la crítica llama auto ficción, que para mí no es nada
nuevo, que en todo caso es más personal, menos ortodoxa, hay una mezcla entre
ficción, ensayo, toma de posiciones e imaginación pura, siempre en atención a
una realidad, esa cuota de humanismo que toda obra de arte debe tener, que nos
lleva a escribir una historia ( Llámese desesperanza, des-encanto, soledad,
amor, desamor…) ahora se hace de manera más descarnada, de igual manera así se
encuentra el mundo, en una especie de caos. A estos cuatro Irlandeses no solo los une sus
afinidades geográficas, ciertas influencias y la manera de encarar la
literatura, que al final, termina en obras con una contundencia total, hay un
hilo más sutil, que el autor en la narración va decantando y que lo vamos
entendiendo, en la medida de la lectura, en donde lo simple resulta lo
importante, al final sabemos que no es tan simple y que cada uno constituye un
hito de suma importancia para la literatura inglesa y universal. Edgardo Scott
en una reseña para la editorial expresaba con una lucidez absoluta: “Leyendo Cuatro
dublineses (Wilde-Yeats-Joyce-Beckett) cualquiera puede notar ya a las
pocas líneas de comenzada la lectura, que hay algo entrelazado a la escritura
que supera la mera indagación o el retrato lúcido de estos cuatro escritores
irlandeses. Todo es demasiado sencillo, todo fluye en armonía como en una buena
canción. Richard Ellmann, el gran biógrafo de Joyce hasta el presente, escribe
sobre cuatro de los escritores más importantes en lengua inglesa de toda la
historia (y probablemente, en cualquier lengua), como si hablara de sus primos
de Dublín, tan conocidos y queridos para él. Si bien hay fuentes confiables,
salpicados documentos y fotografías, la narración predomina sobre lo que sería
un ensayo, una investigación o el agrupamiento de recortes biográficos. Así, en
sus ciento ochenta páginas, tal vez convenga leer Cuatro dublineses como
una novela. Incluso como una novela breve experimental. O como un libro de
cuentos que posee un tronco común”. Cada uno de estos autores son estudiados a
partir de sus rasgos biográficos, no resulta ser un estudio crítico, las claves
que los conectan las vamos descubriendo en los efectos y los orígenes de su
obra creativa, las influencias son de suma importancia, de igual manera el
ambiente en que una ciudad los va envolviendo. Scott, lo enfatiza: “En Cuatro
dublineses Ellmann no demuestra nada, no explica, no quiere teorizar
acerca de los textos o las obras de cada uno de estos escritores (más allá de
que cada tanto deslice un acierto). Ellmann narra. Construye y presenta de
entrada un narrador cortés, un narrador comprensivo; “un punto de vista
coherente” como dijera Saer respecto de Stanislaus Joyce, en el libro sobre su
hermano. Pero vale preguntarse entonces ¿y qué se está narrando? Sobre todo el
carácter. O una idea de carácter de estos cuatro escritores, devenidos
personajes; los tormentos de cuatro dublineses, de cuatro escritores nacidos,
si bien en distintas y sucesivas épocas, bajo la misma lengua y ciudad. En
Wilde, este tema tendrá la forma del comercio tirante entre sus voluntades
apolínea y dionisíaca. En Yeats, del crepúsculo, de “la segunda juventud”
(frase que supo adoptar entre nosotros Andrés Rivera); el “viejazo”: esa fase
de estertores, de lucha renegada y heroica ante la vejez y la muerte. En Joyce,
de su discurrir fronterizo con la locura. En Beckett, de la negatividad, del
peso grande y diario de no hacer ninguna concesión para con una obra, de vivir
separando, como a dos enemigos frontales, texto y autor”[1].
He vuelto a los clásicos, aquellos libros y autores que marcaron en nuestras vidas, a recrear las efervescencias
críticas en que nos formamos, a tratar de revivir esas lecturas apasionadas de
otros tiempos. Este ensayo, es de mi absoluta predilección. El ritmo, el tono,
la hondura de su aseveraciones y la manera cómo vamos entendiendo las
afinidades de estos cuatro grandes de la literatura inglesa.
El efecto al final, es
contrario al que uno espera: “Y en ese final Richard Ellmann promueve una
vinculación que no hace más que desconcertar; porque al ofrecernos las
cercanías y distancias, decanta una convicción: estos cuatro dublineses no se
parecen en nada. Como si el libro hubiese tejido una intriga tácita, la de a
priori encontrar parecidos, sondear raíces, y en el final, dejarnos con las
manos vacías de hallazgo. El efecto sin embargo no es desmoralizante, todo lo
contrario. Potencia la singularidad de cada uno de estos personajes. Hace que
cada parte brille. Como en Los emigrados, de Sebald. En aquel caso
podemos resumir el libro con facilidad: es sobre cuatro emigrados alemanes
alrededor de la segunda guerra. En este caso podríamos decir: es sobre cuatro
escritores irlandeses”.
[1] . Edgardo Scott. http://asesinostimidos.blogspot.com/2010/12/cuatro-dublinesesde-richard-ellman-por.html
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