La pasión irracional por este deporte nos hace olvidar todo
lo desmesurado alrededor suyo. Las servidumbres a que nos somete una sociedad de
consumo avasallante y un capitalismo voraz se expresan de manera fidedigna
alrededor de este deporte, el capital es el centro, las trasferencias, el inmenso
negocio alrededor de este espectáculo de masas, absolutamente todo es cotizable, de la A a la Z, la mirada, el grito, la manera de vestir, la boleta, los derechos de suscripción, cada acto
suyo refleja la esencia del sistema en que vivimos, el aficionado se articula
con su equipo, desde lo más intimo de su fe, desde el ámbito de sus deseos, estos son infinitos y escalonados, la relación perversa va creando
cada vez más servidumbres, siempre busca un control, mantenerlo en su granja, de
mil maneras, por cada una de ellas se paga, lo esclaviza, ahí reside la pasión
desmedida, se crea una especie de noviazgo, irracional por supuesto, el
pensamiento cede ante la compulsión, el apoyo no tiene medida, el fútbol lo
vale todo, el gol es una síntesis desde donde perdonamos esta explotación.
El negocio es desmesurado, la palabra aquí se aplica en todo
el sentido literal. Es de pocos y está
perfectamente controlado. La FIFA, es una multinacional, cada equipo, por
democrático que sea, es manejado por una junta muy pequeña y la mayoría de
negociaciones terminan siendo un secreto muy a pesar de las grandes cifras
que se manejan. Con la televisión
digital, la globalización se expresa aquí de manera emblemática, este fenómeno encuentra
en este deporte su mejor ejemplo. Un clásico entre el Barcelona y el Real
Madrid, se ve en todo el mundo y cada vez atrae más espectadores. He visto en
Latinoamérica, en Medellín, verdaderos hinchas de estos equipos, comprometidos,
apasionados, con camisetas originales….
La industria, que cuenta con la televisión y el mercadeo como
sus grandes aliados, mueve más de 500.000 millones al año... y ni se diga
cuando llega el mundial. Victor Diusubu Rojas en la revista Semana lo explica
mejor: “Esta no es una economía cualquiera, como coinciden Rory Miller, Carles
Murillo y Oliver Seitz en el Fútbol como negocio. Desde hace mucho los alcances
del balompié desbordaron lo deportivo para convertirse en un fenómeno que
cabalga entre lo social y lo político, además de dar lugar a marcados rasgos
culturales que dependen de dónde se juegue. Porque una cosa es un hincha de
Boca Juniors y otra uno del Chelsea; en términos de pasión y, para lo que nos
ocupa, de poder adquisitivo. Aquí, aparte del vaivén del juego, existe un solo
designio, el que marca el dinero. Eso sí, para crecer y crecer, el fútbol se
vale tanto de su carisma como de sus fortunas para romper fronteras. Si el mapa
de influencia de la Fifa está representado en las actuales 211 asociaciones
nacionales afiliadas, el de las pretensiones de irrumpir en territorios que le
eran supuestamente ajenos no da tregua. En ese sentido, hace rato que sus
bastiones dejaron de ser solo Europa y América del Sur. Ahora la mancha del
fútbol se extiende –aparte de África, Asia y el resto del continente americano–
a Estados Unidos, China, Japón, Corea del Sur y Australia, cinco potencias a
las que vale meter en la red. Tres de ellas (Australia, Corea del Sur y Japón)
irán a Rusia. Otra llora su ausencia: Estados Unidos (tanto como Fox Sports,
que puso en riesgo los 400 millones de dólares que pagó por los derechos de
televisión del mundial, y a los que poco caso hará la audiencia de ese país
tras la eliminación). Y China, que ahora compra jugadores por su peso en oro,
mientras no pierde tiempo para apostar a una política de Estado: estar en Qatar
2022, porque, están seguros, tendrán la sede de 2026”[1].
Toda una monstruosidad, un negocio de locos….quienes somos nosotros…piense
usted donde se ubica.
[1] https://www.semana.com/contenidos-editoriales/ahora-si-rusia/articulo/el-futbol-es-el-negocio-del-siglo/551550
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